“El RRV no fue un estilo, sino un cúmulo de ellos bajo unas connotaciones comunes”
Entrevistas

“El RRV no fue un estilo, sino un cúmulo de ellos bajo unas connotaciones comunes”

Kepa Arbizu — 13-01-2025
Fotografía — Liburuak

El periodista bilbaíno Javier Corral “Jerry” realiza en “Fiesta y rebeldía. Historial oral del Rock Radical Vasco” (Liburuak) un retrato, articulado entorno a múltiples y variadas entrevistas, de lo que significó, y significa, dicho movimiento en la historia de nuestra música.

Parte esencial del ecosistema musical en nuestro país en las últimas décadas, el periodista Javier Corral “Jerry” ha ejercido, ya sea desde las ondas radiofónicas o a través del papel escrito, como vehículo imprescindible para conocer los ritmos que han definido cada momento histórico. En esta ocasión, aparca su instinto rastreador contemporáneo para fotografiar aquella bulliciosa escena que decoró los grises años ochenta con un grito juvenil que escondía el descontento de toda una generación. En su formidable labor para tejer, de la mano de más de setenta “invitados”, una mastodóntica y profusa obra coral, el autor recrea un retrato poliédrico de lo que significó un movimiento que, al margen de consideraciones particulares, se erige en uno de los episodios claves de nuestro particular relato musical reciente. Asumiendo el poco común papel de entrevistado, “Jerry” nos atiende para desgranar un trabajo que es al mismo tiempo una revisión de hechos pasados pero sobre todo una puesta al día de todo aquel iracundo paisaje.

El próximo miércoles 15 de enero Javier Corral “Jerry ”estará presentando el libro en la librería Elkar de Bilbao. El autor conversará con algunos miembros destacados de la escena como Roge Blasco (Muskaria), Pedro Elías Igartua (Dios salve a los maravillosos grupos locales), Roberto Moso (Zarama) y Niko Vázquez (MCD y autor de la portada).

En la introducción reconoces que este libro parte como un encargo y que a priori no era un tema que te sedujera del todo. A pesar de que viviste en primera persona el nacimiento y desarrollo del Rock Radical Vasco (RRV), ¿siempre tuviste claro que el formato de este trabajo iba a consistir en ceder la palabra a otros múltiples protagonistas?
Empiezo con esa especie de confesión sincera porque prefiero la variedad, y el fenómeno por supuesto que me interesó, y había grupos que me gustaban, pero existían también otras escenas en paralelo que me atraían lo mismo o incluso más, como M-ak por ejemplo, aunque no hay duda de que lo que ha repercutido con el paso del tiempo y ha conseguido éxito a nivel popular fue este movimiento. Cuando recibo el encargo, aspiraba a que no fuese un mero refrito de generalidades, y propuse que tenia que tratarse de una historia oral donde hablaran los verdaderos protagonistas; y para que el retrato fuese lo más amplio y plural posible, más allá de contar con músicos, periodistas, promotores, sociólogos, escritores o representantes de sellos discográficos, recurrí también a quienes podríamos calificar de disidentes o antagonistas respecto a dicha escena. Al igual, quise recoger de primera mano la opinión de intérpretes anteriores, pertenecientes a los setenta y que hicieron de puente entre generaciones, como Fran Lasuen, con Izukaitz y Oskorri; Anje Duhalde, al frente de Errobi, o Ruper Ordorika, que fue un poco puente generacional.

Siguiendo de forma cronológica me pareció interesante, una vez que ya el RRV entra en declive, dar voz a bandas de los noventa y primeros dos mil, como la escena Buenavista, también ligada al punk pero desde otra perspectiva, el Getxo Sound o ejemplos más actuales como Petti, Anari o Lendakaris Muertos. Un recorrido que finalmente llega a quienes protagonizan la actualidad, ahí están Chill Mafia, uno de los últimos grandes fenómenos populares, Belako, Tatxers, Verde Prato… para saber qué les llegó de aquello y si existe una secuela o influencia en los más jóvenes.

Fiesta y Rebeldia

Contar con tantas voces en el libro te ha permitido ofrecer una visión muy variada y bajo diversos enfoques, ¿era una prioridad huir de reproducir un relato homogéneo?
Claro, eso era fundamental, porque incluso es lo más sano. En cualquier sociedad existen distintas opiniones y sensibilidades, nunca hay sola una, puede existir una mayoritaria, pero cohabita con otras. Por eso en el libro, entre otras cosas, está la presencia de esos músicos antagonistas, o de representantes de fuera de Euskal Herria, incluso de quienes transmiten cómo se exportó todo aquello, como Jesús Ordovás o Servando Carballar, porque en Catalunya, Madrid, o el caso de Siniestro Total en Galicia, existían muchos grupos de punk, pero no contaban con esa cohesión ni una etiqueta colectiva. Con todo esto quería reflejar que no existe una única linea de pensamiento, e incluso las opiniones han ido variando, y el que estaba alejado de todo ese movimiento con los años lo ha ido asimilando y reconociendo su valor y la trascendencia que alcanzó finalmente. Un caso por ejemplo es el de Francis, de Doctor Deseo, al que entrevisté en el 85 para Ruta 66 y tras cuarenta años ha variado su percepción, y no es el único caso, el tiempo ayuda a madurar las opiniones y a centrar el relato.

De hecho en el libro aludes a ese síndrome de inmediatez que a veces persigue al periodista musical, ¿crees que el paso del tiempo ha ayudado a mirar con objetividad y sin prejuicios al RRV?
El tiempo tiene un factor positivo pero, en mi opinión, también uno muy negativo, y es esa pretensión del ser humano de, a modo de mecanismo de defensa, creer que todo lo que pasó en su juventud era bueno. Cuando no es así, muchas veces el recuerdo es muy vago y engañoso, algo muy habitual en la música. Esa nostalgia paraliza el desarrollo natural de la cultura. En ese sentido yo vivo muy al día, me gusta seguir a los artistas en su momento, lo que no me impide reconocer los hechos históricos y la influencia que pueden acumular con el transcurrir del tiempo. La música, el arte, es un “continuum”. Por eso en la parte final del libro he querido hablar con bandas actuales para saber cómo están ligadas al legado del RRV.

“Los primeros grupos de punk ya nacen a finales de los años setenta, a nadie se le ocurría todavía darles ningún nombre colectivo, pero ahí estaban ya muchos casos”

Sitúas el nacimiento del RRV a partir del festival contra la OTAN celebrado en Tudela en 1983, que es donde se usa por primera vez el término, un momento en el que ya estaban en activo bandas tan significativas como MCD, Vulpes, Eskorbuto o La Polla Records, lo que demostraba, antes de ser englobadas bajo esa nomenclatura, la existencia de una floreciente escena punk…
Exacto, y es lógico. El término se origina cuando se detecta una acción generada por diversos grupos procedentes de diferentes zonas pero con elementos en común. Bajo esa acertada visión, digamos de marketing, en esa fecha, Marino Goñi y otros, se dan cuenta que se puede englobar todo aquello en torno a una etiqueta, como hizo la Movida o fuera de nuestras fronteras el Nuevo Rock Americano. De esa forma resultaba más fácil vender ese movimiento dentro, pero sobre todo fuera, y también para poder acercarse hasta ese tipo de público que demuestra interés en algo cuando el foco mediático lo señala.

Los primeros grupos de punk, aunque dicho estilo llega con retraso aquí, ya nacen a finales de los años setenta, a nadie se le ocurría todavía darles ningún nombre colectivo, pero ahí estaban ya muchos casos, algunos de corta trayectoria, como 091 de Portugalete o Negativo en Donostia, que significaban el verdadero origen de un rock de guitarras que tomaba el relevo de Itoiz, Errobi, etc. Su sonido común era el punk, un género que no irrumpe solo aquí, sino en todo el mundo a partir de 1977, y bandas como RIP, Cicatriz, MCD o La Polla Records fueron prácticamente pioneras, formaciones procedentes casi todas de cinturones industriales. Luego llegarían otros nombres, como Kortatu o Hertzainak, más apegadas a tendencias del momento, pero estaba claro que estaban sucediendo cosas y se decide ponerle un nombre, ese es el transcurso normal de los acontecimientos, de lo contrario hablaríamos de un montaje, y no fue así.

Otro elemento al que das trascendencia para ese surgimiento, y que me parece reseñable porque a veces tendemos a banalizar la importancia de los conciertos, es las actuaciones que hubo en aquellos inicios de los ochenta de grupos como The Clash, Ramones o Iggy Pop… ¿Poder disfrutar en vivo de esos referentes sirvió para espolear a muchos jóvenes?
Sobre todo el de The Clash fue histórico, pero hay que recalcar que el éxito de esa época se traducía en unas siete mil personas, cuando hoy en día hablaríamos de cifras mucho más elevadas. En aquel concierto estaban muchos de los músicos que ya habían empezado o que pronto acabarían por surgir. Siempre es importante que las bandas que marcan la pauta de cada momento vengan a actuar en directo, el público joven e inquieto es lo que demanda, no querían sólo ver a formaciones clásicas de los 60, querían a The Clash, y que llegaran en ese instante, aunque luego su concierto fuera más o menos lamentable, como ellos mismos reconocerían, era lo verdaderamente significativo. Incluso Santi Ugarte, con el Autódromo en Lasarte, consiguió traer a varias de las bandas de entonces, como Killing Joke por ejemplo, duró poco pero creo que fue relevante, porque cada momento tiene sus propios sonidos, sus representantes, y para quienes empiezan resulta muy importante. Recoger ese sentimiento, ese espíritu del momento, lo que los alemanes llaman el Zeitgeist, es primordial para que un territorio no se quede estancado.

Señalas con acierto en el libro que todo acto creativo es de alguna manera hijo de su tiempo, pero en el RRV recalcas la importancia de un contexto social particular que derivó en la puesta en marcha de múltiples y diversos colectivos de carácter reivindicativo, ¿toda esa militancia encontró en esa música su banda sonora perfecta o fue la aparición de todas esas bandas las que impulsó a la movilización popular?
Quizás fue una mezcla… Por un lado es un momento histórico único, y esperamos que irrepetible, porque acabábamos de terminar una dictadura de cuatro décadas. Franco muere a finales de 1975, las primeras elecciones son el 77, la constitución se aprueba acabando el 78, con una gran abstención en el caso vasco, y entramos en una crisis económica muy fuerte, derivada de los setenta, como consecuencia, entre otras cosas, del final de la industrialización de muchos focos de Euskadi. Todo eso, mezclado con el intento de recuperar una identidad propia aplastada por el franquismo, crea un campo abonado para que muchos jóvenes tuvieran ese afán reivindicativo. Se unieron muchas circunstancias, leitmotiv de la mayoría de aquellas bandas; no interesaba contar aspectos personales o costumbristas, de hecho buena parte de la historia de la música se escribe con canciones de amor, en ese sentido el RRV era casi una excepción, predominando los temas sociales sobre elementos intimistas, al igual que su representación sonora buscaba un lenguaje más desgarrado y enérgico.

En el éxito del RRV también tuvo que ver mucho el apoyo de periodistas, medios especializados, fanzines, radio libres, ¿sin ese tejido comunicativo habría sido imposible el carácter popular que conquistó?
Es que ese es el papel de los medios de comunicación, al que le dedico un capitulo dentro del libro, pero estamos hablando de medios alternativos o pequeños, no de los grandes, que eran los que verdaderamente hacían vender discos en los ochenta: las emisoras comerciales, como los 40 Principales y la radio fórmula, programas de televisión como Aplauso… En esos espacios este tipo de grupos no existía. Lo que sí hubo es un tejido de medios más pequeños, como Muskaria o El Tubo, fanzines, radios alternativas, entonces llamadas pirata, incluso periódicos a los que se les ocurre publicar suplementos, entonce llamados juveniles, aunque fueran culturales, porque el público del rock era casi exclusivamente gente joven. Programas más minoritarios y especializados como Katu kale en ETB, o cosas en TeleNorte, donde ahí siguen las imágenes de una actuación de Eskorbuto, colaboraron a que ese fenómeno nacido de forma subterránea creciera poco a poco. Pero tampoco hay que mitificarlo, porque era mayoritario respecto al underground, consiguen audiencias que en vez de en cientos se contaban en unos pocos miles, pero no hay comparación posible con lo que ocurre en la actualidad, donde cualquier artista nuevo de moda consigue llenar grandes espacios en poco tiempo. De hecho recuerdo que en una Aste Nagusia de Bilbao, en un concierto gratuito de La Polla Records, no estaríamos más de unos pocos miles, cuando hoy en día, la misma banda, pagando entrada, llena grandes recintos, al igual que Hertzainak o Fermin Muguruza, esas son cifras a las que nunca se llegó en absoluto.

“En el RRV existían diversas influencias, lo que les unía era el aspecto de las letras y una forma de expresión, mezclando músicas furiosas con un espíritu festivo”

Paradójicamente, el RRV, mayoritariamente cantado en castellano y con claras influencias anglosajonas, desbancó a una escena folk con un sentido mucho más apegado a la cultura euskaldun, ¿cuánto en realidad había de identitario en la naturaleza del RRV?
Es un cambio de paradigma que creo se vivía a nivel internacional, y es que además esas bandas de folk-rock o rock progresivo, que eran muy importantes, miraban también a lo británico, con atención a cosas como Fairport Convention; o los cantautores a la “chanson” francesa o el folk americano. Eran propuestas que llegaban a un público reducido, casi de culto. Todo ese cambio global se traslada aquí por medio de unas bandas punk que casi todas proceden de barrios industriales y de familias llegadas durante la gran inmigración procedente del resto del Estado durante los años 50 y 60. Es el caso de Eskorbuto o La Polla Records, por lo que era lógico que su idioma materno fuera el castellano.

Siempre ha sido muy controvertida la relación entre la Izquierda Abertzale y el RRV, la mayoría de los testimonios que recoges aluden a que fue una relación que favoreció a ambas partes, ¿crees que ese es un resumen lo más aproximado a la realidad?
Sí, para la Izquierda Abertzale supuso estar en el ajo cultural, aunque al principio estaban más en la música euskaldun, porque una de sus prioridades era la recuperación del euskera, pero se dan cuenta que esas bandas de rock, a los que antes tachaban como una representación imperialista, podían entroncar con sus sensibilidades y reivindicaciones. Y, antes o después, pero lo acaba asumiendo, y desde luego fue un acierto. Las bandas que tomaban parte en sus campañas, como Martxa eta Borroka, dieron un paso adelante en cuanto a sus actuaciones, ya sea en cantidad, nivel técnico y probablemente también económico. Como manifiestan las personas que intervienen en el libro, en general la gente de estos grupos era abertzale y de izquierdas, pero no necesariamente de un partido, adscribirse a unas siglas no les gustaba, aunque hubiera casos que sí, por lo general optaban por planteamientos más ácratas. Por lo tanto esa relación fue beneficiosa para ambas partes, incluso también para toda una infraestructura a nivel de técnicos, a acostumbrarse a asistir a conciertos, se dieron pasos para una pequeña profesionalización del sector.

Dedicas una buena parte del libro a realizar un glosario de entrevistas con muchos de los grupos que formaron dicho movimiento, un recorrido que pone en evidencia que no fue tan monolítico y estandarizado como muchas veces se cree, porque propuestas como BAP!!, La Polla Records, Tahúres Zurdes, Potato, Kortatu o Tijuana In Blue, ofrecen un mapa muy heterogéneo...
Nos equivocamos si pensamos que el RRV fue un estilo, fue un cúmulo de ellos bajo unas connotaciones comunes, que se tratan de hilvanar en el libro, pero estilísticamente había muchas patas. El punk era fundamental, desde luego, pero incluso no era la misma forma de desarrollarlo por parte de Eskorbuto que de La Polla Records, es evidente. Otros por ejemplo estaban más cerca de ritmos jamaicanos, como Potato o Tijuana in Blue, una de las bandas más particulares de aquella época, o en algunas era patente todavía el poso del rock mesetario, representado especialmente por Leño, o de los años setenta, como demostraban Barricada o Belladona, donde militó Aurora Beltrán antes de Tahúres Zurdos. Existían diversas influencias, lo que les unía era el aspecto de las letras y una forma de expresión, mezclando músicas furiosas con un espíritu festivo, porque casi todos eran muy jóvenes y querían pasárselo bien y dedicarse a esto y no a echar horas en un taller, como explica muy bien Evaristo, y reivindicar aquello que creían les pertenecía y se les había hurtado.

“Es natural que todo tenga un nacimiento, un desarrollo, una explosión y un declive”

Dedicas espacio también a muchos músicos que se quedaron fuera estilísticamente de lo dictado por el RRV. Aunque hay diferentes interpretaciones por parte de los protagonistas respecto a esa situación, ¿la eclosión del movimiento hizo de tapón muchas veces a otras apuestas musicales?
Quizás.. ¿Pero habrían triunfado grupos que no lo hicieron si no hubiera existido el RRV? Pues yo creo que no. Por ejemplo Duncan Dhu o Dinamita pa’ los pollos tuvieran éxito, otras se quedaron en el anonimato, pero eso ha pasado siempre. Algunos de los que se quejan, y pueden tener razón, señalan que a la hora de contratar bandas, los ayuntamientos elegían las arraigadas a ese tendencia que estaba de moda, pero es que lo que querían los consistorios era llenar las plazas de los pueblos, no buscaban los músicos más creativos o virtuosos. Lo mismo pudo ocurrir con las salas. Al final el que tiene un discurso y un proyecto capaz de llegar al público lo consigue, quizás si el momento no es el más oportuno tarde algo más, pero si insiste acabará lográndolo. El éxito en el mundo de la música está muy restringido, al margen de tendencias. El público en general no profundiza más allá de unos pocos nombres mediáticos.

Muchas veces el RRV se ha contrapuesto a la movida madrileña aludiendo que esta representaba lo frívolo y lo hedonista y la escena de aquí el compromiso, pero la mayoría de los protagonistas señalan a la diversión y a un espíritu festivo como motor del movimiento...
En términos generales está claro que eran dos polos opuestos. Pero si lo desmenuzamos encontraremos que había puntos en común. Claro, no era la misma realidad la que se vivía en Madrid que aquí, todo el tema identitario allí no existía, y sus reivindicaciones se dirigían más al tema personal, intimo, sexual, pero también había bandas de punk, y bandas muy serias. Si se contraponen es porque coincidieron en un mismo momento histórico y se intentó marcar la diferencia, pero no caería obligatoriamente en ese maniqueísmo.

A la hora de buscar el momento en que empieza a diluirse el RRV, y más allá de los condicionantes sociales que lo propician, es llamativo que muchos testimonios señalan a la aparición de bandas como Negu Gorriak o la publicación de un tema como “Aitormena” por parte de Hertzainak, ¿el aperturismo estilístico fue uno de los detonantes para el declive de esta escena?
Entre otras cosas... Creo que el paso de Kortatu, en pleno éxito, a un proyecto nuevo como Negu Gorriak fue muy osado, y era una forma de reconocer que algo estaba cambiando, que empezaban a surgir otras influencias. Los hermanos Muguruza y Kaki Arkarazo aciertan, cuando lo más fácil hubiera sido seguir con ese tipo de composiciones inmediatas de ska-rock, pero ellos son los primeros en darse cuenta que eso no les satisface y dan ese paso cualitativo que ya se empezaba a notar en la evolución de Kortatu. “Aitormena” es un baladón que Hertzainak pensaban que les podía arruinar, cuando fue todo lo contrario. Consiguen acercarse a un público nuevo, más mayoritario, se trataba de una melodía capaz de llegar a mucha gente.

“Las bandas pioneras, como Eskorbuto, RIP, Cicatriz, MCD, etc. han quedado como una gran referencia, se las puede escuchar perfectamente pensando en que no han perdido su esencia ni su frescura salvaje”

Las bandas de esa generación, cerca de los noventa, y enroladas en escenas como Buenavista o el Getxo Sound, se alejan definitivamente de proclamas y frases hechas, mientras quienes continúan con ellas resultan menos creativos y originales. Estamos en el cambio de década, aparecen nuevos sonidos como el noise, el grunge, el brit pop… la situación del país también va cambiando, se van relajando por fortuna ciertas actitudes… Es natural que todo tenga un nacimiento, un desarrollo, una explosión y un declive.

También dedicas espacio a proyectos actuales que, de alguna manera, están ligados al espíritu del RRV, ¿a día de hoy crees que muchas de aquellas propuestas musicales, más allá de su actitud, han envejecido artísticamente bien y siguen siendo especialmente reivindicables?
Algunas sí, desde luego, pero no todas. Aquí depende de la mirada de cada uno y de los afectos por aquella época que profese. A un nivel popular, muchas de aquellas canciones se han convertido en parte de nuestro folklore, perfectamente pueden ser interpretadas en las verbenas de las fiestas de los pueblos, mientras que para otros músicos actuales siguen siendo una referencia, ahí están los casos de Tatxers o las versiones de Verde Prato, lo que significa que pueden continuar vigentes.

Más en profundidad habría que analizar disco a disco y grupo a grupo, ver qué cosas han envejecido peor y eran solo el producto de un momento. Desde luego, las bandas pioneras, como Eskorbuto, RIP, Cicatriz, MCD, etc. han quedado como una gran referencia, se las puede escuchar perfectamente pensando en que no han perdido su esencia ni su frescura salvaje.

“Creo que es un error comparar épocas, el paradigma es tan distinto que no se puede ni debe, es injusto y además no sirve más que para discusiones bizantinas”

Sin invocar a la nostalgia, pero, ¿crees que por las circunstancias, tanto sociales como culturales, hoy en día resulta imposible el nacimiento de una escena con tantas ramificaciones como aquella?
Hoy en día hay muchas escenas superpuestas a la vez, y mucha retromanía, pero es normal, porque la historia de la música popular, entendida a partir del rock'n'roll, tiene 70 años de vida, por lo que resulta lógico que se mire al pasado, a alguna de las diferentes fotografías que de él hay. Hoy en día, por citar a esta publicación, Mondo Sonoro, hace una lista con los mejores 50 discos vascos y te das cuenta de que hay cosas que se han quedado fuera, lo que habla de una variedad espléndida, capaz de acoger proyectos divergentes dentro del rock, un género amplísimo que sigue siendo preponderante por mucho que se diga, junto a corrientes urbanas, electrónica... convivencia entre generaciones, una gran presencia de mujeres, cosa que antes no… Hay una enorme creatividad que hace cuarenta años quizás no era tan extensa, y algunos llegan a tener una repercusión importante, siendo capaces de llenar locales como el Kafe Antzokia, algo que en otros momentos sería impensable. También hay mucha morralla, por supuesto, pero no es obligatorio escucharlo, aunque triunfe o te lo quieran imponer. Creo que es un error comparar épocas, el paradigma es tan distinto que no se puede ni debe, es injusto y además no sirve más que para discusiones bizantinas. Caemos en perspectivas muy subjetivas y precarias muchas veces. En todas las épocas he disfrutado muchísimo con la música, con el presente de cada momento, que al poco se convierte en historia y referencia.

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