Escrito desde las entrañas y con una punzante honestidad, “La música prohibida” narra con lirismo y detalle la vida de un creador singularísimo, como no hay otro en nuestro país. Buena excusa para una entrevista que desarrollamos mediante cuestionario, a petición del artista.
¿Cuánto tiempo te llevó escribir el libro y por qué decidiste que este era el momento propicio para escribir tu biografía?
Empecé en el confinamiento, en mayo de 2020. Como supe que la imposibilidad de subir al escenario se iba a prolongar por mucho tiempo, me lancé a escribir una nueva novela. En principio era una historia de ciencia ficción, pero comencé a implicar a personajes reales, entre ellos a mí y a mi familia… No sé cómo ocurrió que empecé a hablar de mi vida, y pasados unos meses eliminé la ficción y escribí sobre mi realidad, eso sí, novelada. Escribí intermitentemente a lo largo de 2020, 2021 y 2022, pero realmente la he terminado este año. La pandemia me proporcionó el tiempo necesario para dedicarme únicamente a escribir, trabajar en otras cosas y atender las labores del hogar.
El libro tiene más de ochocientas páginas. ¿No tenías miedo a que fuera excesivamente largo? ¿Depuraste algo respecto a una versión inicial, o es tal cual lo podemos leer?
La novela, originalmente, sobrepasaba las mil cien páginas. Yo mismo hice una reducción, pero aún les parecía demasiado larga a Liburuak, la editorial. Hubo un momento en que pensaron editarla en dos volúmenes. Me alegró saber que finalmente se publicaría en uno solo.
"Me gusta subirme al escenario, es mi hábitat, pero el proceso hasta pisar las tablas llega a ser tedioso"
¿Por qué le diste un formato de saltos en el tiempo, y no estrictamente cronológico?
En mi primera novela de ficción, “El amor no está en el tiempo” (05), decidí que las alteraciones cronológicas, aparte de ser una burla del amor hacia el tiempo, lograban sorprender al lector, crear suspense y alejarlo del aburrimiento. En “La música prohibida” también sucedía algo así en el manuscrito original entregado al editor Pablo Salgado. Cuando el PDF llegó a la imprenta ocurrió una especie de intervención del azar y la mecánica cuántica, que reordenó los capítulos sin intervención humana, y tanto la editorial como yo asumimos el resultado como providencial. Por eso, en la edición española, esos saltos cronológicos se acentúan más, porque hay un desorden neodadaísta en los números de los capítulos. Esta sorpresa del destino hace que la lectura sea más divertida y otorga al lector tres modos distintos de leerlo: primero, siguiendo el orden de las páginas, obviando atender a la numeración de los capítulos; segundo, siguiendo el orden de los capítulos, lo cual invita a saltar páginas hacia adelante y hacia atrás, y tercero, siguiendo el orden que al lector le dé la gana, siempre y cuando se lean los primeros cinco capítulos ordinalmente y los cinco últimos también. Recomiendo arrancar las páginas que inician tanto el siglo XX como el siglo XXI. Sin embargo, la edición mexicana es fiel al manuscrito original.
¿Por qué decidiste escribirlo en tercera persona? ¿Para marcar alguna clase de distancia? ¿Para insuflarle apariencia de objetividad? ¿Te influyó tu trabajo literario anterior?
Empecé en primera persona y, al cabo de casi doscientas páginas, decidí que debía asumir el papel de narrador, lo cual me dio mucho trabajo. Una vez superado ese obstáculo, todo fluyó.
En el libro describes con todo detalle tus muchas adicciones, pero al mismo tiempo me sorprende la extraordinaria memoria para recordarlo todo y novelarlo. ¿Solías tomar notas en un diario, como cuentas en uno de los capítulos, o ha habido una labor posterior para completar huecos de la memoria?
Escribo un diario desde 2001, todo lo anterior hube de recordarlo y novelarlo, para ello me afané en consultar viejos cuadernos escritos a mano, investigar en el pasado familiar e inventar en cierta medida pasado y futuro.
Muchos de nosotros desconocíamos tus tres intentos de suicidio. Sobre todo, las circunstancias de uno de ellos, lanzándote desde un quinto piso. Como bien explicas en el libro, parece que la muerte no te ha querido. ¿Te sientes agradecido de que haya sido así?
Me siento muy agradecido porque de no haber sobrevivido a esos múltiples intentos autolíticos, no habría entrado en el universo del verdadero amor, que es en el que ahora me encuentro y desde el que puedo crear con total libertad.
Aludes en más de una ocasión a los arcángeles y su protección. ¿Crees que hay algo más allá, llámalo providencia o como quieras, que ha velado por ti?
En realidad, este libro cuenta la historia de un serafín encarnado en persona que experimenta toda una vida dentro de un cuerpo que no sabe gestionar adecuadamente hasta que llega su madurez y asume su condición seráfica y humana tras la muerte de su padre, que se le aparece reencarnado efímeramente en mosca. La pareja de arcángeles es más protagonista de lo que parece.
Una de las cosas que más me han gustado e impactado es la relación con tus padres: siempre estuvieron ahí para ayudarte, a su manera, y tú siempre estuviste con ellos cuando enfilaban su lento declive físico. De hecho, llegas a decir que con el tiempo aprendiste a apreciar más la familia natural, porque de joven solías apreciar más la familia que eliges (amigos, compañeros de grupo). ¿Es esa una de las mejores lecciones que te ha dado la vida?
Sí, es una gran lección. La familia es muy importante, es muy poderosa si está unida. Le obliga a uno a ser mejor persona. Es difícil sobrevivir en este mundo distópico de forma individual.
No tienes pelos en la lengua a la hora de calificar a los managers que has tenido a lo largo de tu carrera. ¿Quién crees que fue el mejor? ¿Y el peor?
He sufrido la figura del manager desde que tenía catorce años, cuando formaba parte de un equipo profesional de skate que fue patrocinado por dos marcas. Mi primer manager en la industria musical fue Jesús Rodríguez Lenin, quien consiguió que GASA y DRO se interesaran por "Mar Otra Vez". Creo que todos los managers que he tenido empezaron bien, pero acabaron corrompiéndose y mirando más por ellos que por el artista, como es lógico. Hubo uno muy bueno que nos dejó hace años, era de Utiel y se llamaba Luis Escamilla. Una de las mejores fue Ana Díaz. También Eli y Barnaby de Mercury Wheels, Sabine Ecomard, etcétera. Prefiero omitir a los peores, ellos saben perfectamente lo que no hicieron bien.
¿Cuáles dirías que son las mejores personas con las que te has topado en el negocio de la música?
Le debo mucho a Alfonso Pérez, de GASA. Gracias a él inicié una carrera discográfica. Y a su mujer, Cristina Lliso. También admiro a Javier Piñango, que se lanzó valientemente con Triquinoise, y he dado con productores de los que aprendí mucho: Gonzalo Lasheras, Ollie Halshall, Suso Saiz, Gerry Rosado…
México es una presencia constante, con conciertos multitudinarios, en ocasiones hasta peligrosos físicamente por la pasión de su público. ¿Crees que México ha sido en cierto modo una bendición o una salvación en tu carrera?
Sin duda ha sido una bendición, desde que un melómano llamado Alejandro Ruiz me llevó al D.F. en 1992, acompañado únicamente por Javier Arnal a la guitarra. No sé muy bien por qué, allí se tomaron muy a pecho mis letras y mi música, y el público ha ido creciendo exponencialmente con los años. Eso no obsta para que en España haya tenido un público fiel, que intuyo también está creciendo, pues mi música pasa de padres a hijos, y además ahora estoy en buenas manos para difundirla como es debido.
Mirando atrás en el tiempo, ¿cuál crees que es la mejor etapa de tu carrera?
La mejor etapa de mi carrera siempre está por venir.
¿Te has sentido siempre (o a menudo) como un outsider dentro de la escena musical española? Si es así, ¿crees que la intermitencia a la hora de ganarte la vida con la música, teniendo que recurrir a otros trabajos que nada tenían que ver con ella, ha sido el precio a pagar?
Ha sido maravilloso trabajar en tantos ámbitos distintos y conocer cómo se ganan la vida las personas, y apreciar las pequeñas cosas. El mundillo musical es muy cerrado y casi siempre es monótono, abigarrado y aburrido. Me gusta subirme al escenario, es mi hábitat, pero el proceso hasta pisar las tablas llega a ser tedioso. Aun así, ya lo sé sobrellevar con alegría a estas alturas. Mi vida está basada en la creación y aún me queda mucho que decir…
Me ha llamado la atención tu estrecha relación con una ciudad, Valencia (en parte porque también es la mía), en la que siempre has tenido buenos amigos, incluso músicos afines, como en su momento Fitzcarraldo, Carmina Burana o La Muñeca de Sal. Aunque nunca has vivido en ella. ¿Hay algo que te atraiga especialmente de ella, al margen de esas conexiones personales y profesionales?
Digamos que sí he vivido en Valencia, pues residí todo un invierno en Utiel a mediados de los ochenta. En aquella época daba muchos conciertos por Levante y se me acogía bien. He tenido muchos amigos por allí, tanto en relación a la música como en lo personal.
¿Hay algo en tu vida personal y/o profesional de lo que te arrepientas especialmente? ¿Y por el contrario, algo que te haga sentir muy orgulloso?
Me arrepiento ipso facto del daño que le pueda haber causado a alguien. Si soy consciente de ello en el mismo momento, rápidamente pido perdón y hago un acto de amor en compensación. Me siento orgulloso de mi familia, es algo esplendoroso.
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