“A raíz de haberlo pasado tan mal, estoy más contento de mi parte oscura"
EntrevistasJavier Álvarez

“A raíz de haberlo pasado tan mal, estoy más contento de mi parte oscura"

Marcos Gendre — 24-12-2018
Fotografía — Manue Cuellar

A través de una resurrección fraguada con mimo, Javier Álvarez vuelve al primerísimo primer plano del ruedo pop. A lo largo de media hora hablando con él, derrocha energía. Va sobrado. Su verborrea se dilata entre frases categóricas de amor absoluto hacia el acto creativo; que, en su caso, se ha materializado a través de “10”, un álbum que más que un retorno sin más, huele a segunda parte de una función que se prevé larga y fructífera. Y esto no acaba más que empezar.

Hemos tardado nueve años en tener noticias tuyas musicales. Has comentado en varias ocasiones el infierno que viviste durante todo ese tiempo. ¿Cómo fue salir de esa dinámica y retomar la actividad creativa?
En realidad, no es del todo cierto. He tenido un parón discográfico, pero solo ha sido eso, discográfico. Por fortuna durante todo este tiempo, he estado muy bien tratado por las musas. No he dejado de tener la creatividad a flor de piel. Nunca. Ni en mis periodos más oscuros. Más allá de este parón discográfico, hay un disco que existe, es uno fantasma que se llama “A”. Es uno que solo ejecuto físicamente. Este disco ha sido muy satisfactorio, me ha dado cosas que no me ha dado ningún otro. Lo compuse en 2010. En 2018, es cuando se publica “10”, que ha sido un disco totalmente particular, que ha tenido una energía que los tres, cuatro primeros discos no tenían, porque tenía otro apoyo. Por otro lado, también tengo proyectos pop más particulares, más singulares, a un nivel más personal, que son Las Maris, básicamente. Además, un Ep, que es mi única producción, que se llama “Já”.
En realidad, desde que se me conoce, creativamente hablando, no he parado. Lo que puedo decir de mis etapas jodidas, de mi vuelta al ruedo y de mi limpia, puede que parezca un poco plasta reivindicándolas, pero me parece que son igual de importantes que las otras etapas, incluso un poquito más. A raíz de haberlo pasado tan mal, estoy más contento de mi parte oscura. Gracias a eso, soy la luz que soy.

En cuanto a “A”, ¿cómo te vino la idea de hacer un disco que al final no tendría un formato físico, sino que tiene ese concepto de no contar con una forma física tangible y poder variar a los oídos de la gente?
Como todo en mi carrera, no hay nada premeditado. Es todo una orden directa de las musas, que yo transcribo. Soy esclavo de ellas, literalmente. Les hago caso, a sabiendas que, a veces, son suicidas. Peligrosas. Pero, al final, creo que merece la pena. Es un reto. La creación es peligro, entre otras muchas cosas, para que luego sea plenamente satisfactoria, de alguna manera. Uno de mis highligts es “El novio de la muerte”, mi versión del cuarto disco, que es el himno de La Legión. Cuando la apunté entre mis canciones favoritas para hacer una recopilación de éxitos personales... Al final hice caso a las musas, y mira en lo que se ha convertido: en una de mis canciones más importantes. Pasa lo mismo con “10”, que lo compuse, y era un disco normal mío.
La idea es que “A” fuera mi próximo disco. Tenía muchas ganas de grabar, de volver al estudio, porque además soy un animal de estudio. Pero me di cuenta que tenía una cosa muy especial. Era un disco muy oscuro, muy cercano, muy directo, muy bajo. Y tenía algo muy personal, particular. Y se convirtió en lo que es: un disco que ejecuto como nació. Catorce canciones inéditas que solamente produzco con la guitarra acústica bajo unas circunstancias absolutamente únicas, que es exactamente en el ocaso. Empiezo de día y termino de noche. La luz tiene que ser sin luz eléctrica. Es un disco que tiene que salir del interior, pero del interior con ventanal para que se vea la luz, porque no hay luz eléctrica. Y, si puede ser, el colmo de los colmo, es un disco orientado de culo al sol. A mí se me escucha, pero no se me deja de ver. El ocaso, literalmente. A todos los asistentes les ruego que no graben porque no lo tengo grabado ni yo. Es un disco absolutamente mágico. Realmente, es un disco que, a un nivel muy claro, es el más especial de mi vida.

El componente autobiográfico arrecia con fuerza en cortes como “En la cuarta”. ¿Qué supone a nivel emocional enfrentarse con tus fantasmas y transformarlos en canciones?
Lamento no ser nada original, pero es que soy un canal, un vehículo para sumarme a la lista de autores que yo admiro. Un auténtico vehículo. “En la cuarta” se trata de algo totalmente confesional, totalmente terapéutico. No lo hago por eso, pero es maravilloso poder compartir cualquier cosa; y las malas, particularmente. También tengo la sensación de que puede ayudar a los demás, y de hecho ocurre. La gente hace comentarios muy chulos y nutritivos. La cuarta es la planta de un psiquiátrico en la que estuve ingresado por tercera vez, en este caso, por un tratamiento a la cocaína. Es maravilloso poder contarlo en cada entrevista. El tratamiento de la cocaína sigue siendo un tabú, socialmente hablando. Es difícil que alguien lo diga abiertamente cuando lo ha pasado. No solo lo digo abiertamente, sino encantado de haber pasado por ahí. Desde hace cuatro años, estoy muy bien gracias a ello. Si no hubiera sido así, seguramente, no estaría tan bien.

Una de las cosas que más me gusta de este disco es el minimalismo de las canciones, sin renunciar a arreglos de gran sutileza y que remarcan la autonomía de las canciones. En este sentido, da la impresión de que Ramón Rodríguez es muy fan de tus dos primeros LPs. ¿Cómo fue tu entendimiento con él?
La alianza con Ramón fue hasta el punto máximo. Además, yo y Ramón nos hemos hecho súper amigos. Aparte de admirarlo como lo admiraba, yo lo quiero un montonazo. Es como que Ramón es el productor perfecto. Como Suso Saiz, con quien tuve la oportunidad de trabajar mucho con él. Es el gran gurú de este país. Me parece que Suso es el productor español más importante y uno de los mejores del mundo, directamente. Y tengo la suerte de que produjera mis siete primeros discos, ni más ni menos. Yo, con Ramón, estamos al mismo nivel. Entendemos perfectamente lo que es un productor, que es el director de cine, mi segunda pasión después de la música. Ramón es un grandísimo productor, absolutamente respetuoso; es la esencia del artista. Le ayuda mucho ser el pedazo de artista que es. Respeta la obra, pero interviene como un productor de cine. Él es quien dice sí o no. Yo pierdo la subjetividad como artista y necesito que me digan sí o no.

A nivel de inspiración, más allá de las referencias musicales, siempre ha habido un fuerte componente literario y cinematográfico en tus temas. ¿Hasta qué punto te han influenciado estos factores a la hora de componer “10”?
He descubierto el mundo de las series y llevo un año entero viéndolas. Ha sido un año muy particular en mi vida. Me he mudado a una casa fantástica, donde estoy feliz. Es mi primer año en esta casa y estoy devorando series clásicas tipo “Los Soprano”, “Yo, Claudio”, “Mad Men”. Es una influencia brutal que no se ha translucido en ninguna canción en particular. Pero, de hecho, sí que estoy componiendo canciones donde esta influencia puede venir a continuación. Pero en “10” está esto y, sobre todo, las series y el cine. Sobre todo en dos canciones, “Mi querida señorita” y “Sonata de otoño”. Son dos películas muy importantes en mi vida. Me definen mucho.
Suecia ha sido muy importante en mi vida. No he estado físicamente allí, pero lo estoy deseando. Le doy mucha importancia porque, a nivel creativo, me ha dado dos cosas muy importantes: Abba e Inmar Bergman. Es que ambos me parece que cuentan lo mismo. Aunque hay algún amigo sueco que, cuando se lo conté, me miraba como si estuviera loco. Pues es lo mismo, son discursos totalmente distanciados, pero en realidad están contando lo mismo. De una manera diferente. Lo mismo que te he dicho sobre “En la cuarta”, Abba es un estigma que sigue siendo dirty pleasure, y nadie se da cuenta de que son tan importantes como los Ramones. De hecho, John Lydon es súper fan de Abba. Abba son igual de importantes que AC/DC. Hay muchas más camisetas de Ramones, AC/DC y, si te fijas, no se ven camisetas de Abba. Aún da como corte reconocer que te gustan. Por eso los reivindico igual que a Bergman. Son igual de importantes.

“10” vuelve a ejemplificar tu condición de autor pop. Aunque canciones como “Mi querida señorita” o “Tuno”, con esos versos casi rapeados, llevan a contemplarte incluso como un espeleólogo de la canción pop tradicional. ¿Cómo te ves a ti mismo en este sentido?
Ayer mismo estuve en el Fnac y, casualmente, me pasé por la zona donde están mis discos, pero no los vi. Y resulta que los habían cambiado a la zona de cantautores, en vez de estar en la de pop. Y les pedí que, por favor, que me llevaran otra vez a pop. Lo entendieron perfectamente y lo hicieron. Con todo mi respeto a todo el mundo cantautor, yo creo que soy mucho más pop. En realidad, es la tendencia natural, hay cantautores maravillosos que se enmarcan ahí porque son buenísimos, tipo Ismael Serrano. Su música nunca me ha gustado demasiado, ni la he seguido. Pero ahora, con el tiempo, cada vez le reconozco más su valía. Es un gran cantautor español. Es un cantautor prototípico. Un artesano. Pero mi música no tiene nada que ver con Ismael Serrano. De hecho, en Spotify, cuando pones Javier Álvarez, te pone “si te gusta Javier Álvarez, te gusta…”. Lo tengo que modificar, si puedo, porque mi música sigue sugiriendo a artistas como Ismael Serrano y otros cantautores. Y yo, desde el cariño que les tengo, me parece que mi música no tiene nada que ver con ellos.
Últimamente, estoy escuchando música de cantautoras pop maravillosas como St. Vincent y Janelle Monae, con las cuales yo me identifico más. Primeramente, yo he escuchado más música en inglés que en castellano y, luego, porque lo mío es más abierto. Me da un poco de apuro porque suena un poco raro, pero creo que es así. Creo que es una visión más abierta.

Por otro lado, hace poco hablaba sobre el “Blues de la frontera” con Diego Amador de que su grandeza radica en que cada canción tiene una historia detrás. A mí me ha dado esa impresión con “10”.
“10” significa que es mi décimo disco. Básicamente, da la casualidad que son diez canciones, y me hizo gracia. Fue un número que yo decía que era favorito, prácticamente, hasta los diez años, que es una época donde, por primera vez en mi vida, me sentí adulto. “Diez” significa un poco eso. Diez también es un uno y un cero. Yo siempre he sido más de letras, pero tenía ganas de ser más numérico, porque no tengo ni idea de matemáticas, pero me parece que son fundamentales y maravillosas. Y, a cada paso que doy, y me convierto en más músico, me voy dando cuenta de que soy mucho más alquimista y matemático, sin querer.
Este disco no lo hubiera llamado nada, “Javier Álvarez”. Al final se llama así. Todo esto que cuento, que parece que tiene mucho sentido, pues al final es porque no encontraba título. Pues mira, al final, “10”.

¿Y sobre esa portada tan impactante?
Mi hermano, que es fotógrafo, y yo cada vez hacemos más fotografías accidentales y a boleo. Al final, resulta que la portada del disco la hicimos jugando con una pistola de juguete de mi sobrino. Y la elegimos porque nos parecía increíble. Pero es que luego, cuando nos miramos, nos dijimos: “Esta es la foto. No hay más”. De hecho, nos asustó porque nos pareció un poco provocativa. Pero según pasó el tiempo más sentido tiene la portada porque, en realidad, lo que está diciendo es nada y todo. Tiene muchas capas.

El disco termina con ‘If I Needed You’ de Townes Van Zandt, interpretada junto al cantautor Matthew McDaid. ¿Qué te llevó a esta versión?
Conocí a Matthew hace dos años en una excursión que hice a Menorca. Íbamos a dormir al mismo sitio y teníamos habitaciones contiguas. Lo escuché canturreando con su guitarra y, en un momento, “Harvest Moon”. De repente, me levanté de la cama y le dije: “Oye, ¿estás cantando ‘Harvest Moon’?”. Y entonces nos conocimos, flipé con su voz y le dije que teníamos que cantar juntos. Cuando cantó “If I Needed You”, la canturreamos juntos y me di cuenta de que teníamos que hacerla. Cuando comencé a recopilar el disco, me di cuenta que en todos mis discos tiene que haber una versión. En una versión hay muchísimas referencias. Hay un disco donde no hay ninguna versión, que es “Tres”, pero está plagado de musicomanía, y como que no hacía ni falta. Pero, normalmente, las bases de mis discos se sustentan en mis influencias. Para mí es importante rendir tributo a mis influencias. De hecho, un proyecto que tengo desde hace tiempo es hacer un “Grandes éxitos, volumen 2”, y que me lo produzca Suso. Es mi ilusión. Me gusta tanto hacer canciones mías como de los demás. Y qué mejor que Townes Van Zandt, que me parece tan importante como Prince. Tengo grandes influencias, tanto de músicos como de cineastas, que me conforman como persona. Y las reivindico mucho.

En mi opinión, “Plan B” es tu cénit creativo hasta “10”. Un trabajo, creo, bastante infravalorado, donde entiendo que hiciste tu “Sandinista” particular.
Me parece maravilloso que digas que es mi “Sandinista” o mi “Tusk”, dos discos fundamentales en dos artistas que amo, Fleetwood Mac y The Clash. Y amo especialmente “Sandinista” y “Tusk”. De alguna manera, además, no es descabellado. Entiendo que en “Plan B” hay algo de estos discos. Me honra mucho la comparación, me parece maravilloso y satisfactorio, pero también me da algo de pudor, vértigo. Y me lo creo relativamente. Tengo que gustar y no gustar.
La verdad, siempre he estado bien tratado, especialmente por la crítica. Desde mi primer disco, que fue antesala del segundo disco, número uno en “Cuarenta principales”. Y tuve la misma crítica que con “Plan B”. He tenido críticas sobresalientes. Solo he tenido una crítica mala. Me hubiera gustado tener una crítica buena, siendo mala, y constructiva. Hubiera dicho: “Mira, coño, por fortuna no gusto a alguien”. Pero era una crítica de un cabreo de alguien al que yo caía le mal. Era una crítica que, musicalmente hablando, se caía. Aparte de esto, estoy súper bien tratado, respetadísimo.
“Plan B” no funcionó básicamente porque yo ya estaba de capa caída. Me encontraba en la antesala de mi crisis personal. Eran los últimos coletazos dentro de la industria musical antes de la crisis, y a punto de pasar la crisis gorda. Es un poco un disco de “crisis”.

¿Qué hay más allá de 10?
Por fortuna, muchísimo. Puede sonar como suena, pero estoy a un nivel creativo que llevo cuatro años que estoy viviendo un esplendor personal bestial. Pero es que, cada vez, voy a más. No sé en que marmita me he caído. Desde que solo bebo agua y zumos naturales es como que he descubierto que tienen algo mágico. Es una pócima con la que estoy más pedo que nunca, y es un pedo muy sano. Creativamente, estoy a flor de piel. Aparte de todo lo que he contado, puedo hablar de la vuelta de Las Maris. Estoy componiendo más canciones.
Seguramente, el próximo proyecto, más inmediato, es un disco nuevo mío, producido por Ramón. Tenemos muchas ganas. Y con mi banda, Nudozurdo, que son unos musicazos, súper majos. Esta es la base de mi próximo disco. Imagínate, un disco con mi propia banda y producido por Ramón. Va a ser más potente que “10”. Esto ya me tiene muy loco. Pero es que, además, no paro de colaborar. Acaba de salir “Removerás montañas”, un single mío del que vamos a hacer un videoclip con Molina Molina. El primer single de “10” ha sido “El mar”. En enero o febrero, saldrá el siguiente single del álbum. Y luego, uno que es una colaboración con Lekona, que va a ser muy potente. No paro. Disfrutándolo y encantado de compartirlo.

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