Sam Beam es todo amabilidad al otro lado de la línea. Mientras comienza a hablar del recién editado “Kiss Each Other Clean”, recupero el aliento y enciendo la grabadora. He llegado corriendo a las oficinas de Popstock! en Madrid, desde donde me está esperando la llamada hace cinco minutos. Converso con el músico que firma sus discos como Iron And Wine, el autor de títulos como “In My Lady’s House”, “Lovesong Of The Buzzard”, “He Lays In The Reins”, tantas canciones que he escuchado tantas veces… Siento que hablo con un amigo de toda la vida. Padre de cinco niñas, barbudo insigne, precursor del DIY lo-fi folk del nuevo milenio, Beam amplía los caminos estilísticos que se abría a sí mismo en el celebrado “The Sheperd’s Dog” (07), su anterior trabajo. El pasado noviembre habíamos saboreado un adelanto de “Kiss Each Other Clean”, con la difusión del corte que ahora abre el disco, “Walking Far From Home”, una canción de esas de fórmula cíclica que tanto gustan a Beam, sin estribillo, con muchas vueltas, mucha melodía, que crece en la repetición y avanza con el texto que se va desplegando como un mantra. Con un punto espiritual, hasta religioso, casi sanador. El mismo Iron And Wine de “Passing Afternoon” o “The Trapeze Swinger”. Buena presentación para lo que vamos a encontrar en el resto del álbum. “Tiene algo de lo que Iron And Wine era antes y algo de lo que es ahora”, explica Beam. Cierto, hay algo nuevo. Esto ya no son discos de cantautor, quizá los anteriores en espíritu tampoco lo fueron. “Todo tiene un sonido más sintético. Todavía soy yo escribiendo canciones, eso no ha cambiado, pero, a la hora de grabar, realmente no estoy siguiendo una agenda preestablecida. Simplemente quiero enriquecer todo, permanezco abierto a lo que pueda ir surgiendo. Hago varias versiones de las canciones, busco darme de bruces con lo que sea y ver si me gusta”. Así, Beam se da de bruces (y parece que le gusta) con sintetizadores, percusiones, arreglos de producción, añade multitud de capas, instrumentos, reverberaciones, coros... Pero sigue siendo Iron And Wine, prudente y preciso, reconocible; instalado, eso sí, “en una zona más cercana a los setenta y a Fleetwood Mac” que a los sesenta y a los popes del folk rock. Le pregunto si no es un poco peligroso meterse a grabar con la idea de probar mil cosas, si no hay riesgo de morir intoxicado y de paso estropear el pastel. “Al final esto es como pintar, o como escribir. Haces un par de marcas y trabajas a partir de ahí. Luego vuelves a ellas, añades más marcas, continúas... y realmente no sabes cuándo tienes que parar, o dónde vas a llegar. Muchas veces pierdes interés o no sabes qué más hacer. Simplemente te marchas y lo dejas así ya para siempre”. Ahí queda una definición desapasionada del proceso creativo real, el lío que resulta a fin de cuentas apañártelas para bajar al suelo un pedazo del mundo de las posibilidades infinitas. En “Kiss Each Other Clean”, por haber, hay sitio incluso para amagos de R&B y funk. “Bueno, no te creas, aunque me veas así de paradillo, yo en realidad tengo mucha marcha, soy un batería frustrado”, bromea Beam, que aún recuerda su última visita a Madrid, hace más de seis años. “El concierto fue horrible, todo salió mal. Nos metieron en un sitio con gente que no estaba allí para vernos… Bueno, al menos recuerdo que después cené estupendamente”. Ahora comienza una gira que en principio no pasará por España (“No os guardo rencor por lo de aquella vez en Madrid, ¡tengo que volver!”) y en la que Beam actuará acompañado por los mismos miembros de grupos como Califone o Antibalas que le han ayudado a grabar el disco. Como en “Walking Far From Home”, Iron And Wine se aleja de casa, de lo seguro y lo conocido, vive e incorpora lo que va encontrando, nuevos sonidos, nuevas visiones. Y, sin que suene religioso en el sentido asquerosamente civilizado de la palabra, como canta en la canción, todo se asemeja a lo que debe de ser una llamada de Dios.
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