Royal Mail se reduce a RYM. Os despojáis de vocales. Y de algún que otro cliché del pop.
RYM es una evolución, quizá más madura y con bastante menos complejos. Nos ha llevado casi dos años en el dique seco para reencontrarnos y contar otras cosas usando nuestro castellano como elemento clave. Estoy seguro de que retomaremos alguna canción de lo que fue Royal Mail en nuestros directos.
¿Qué ha supuesto utilizar la lengua madre?
Todo un reto y una aventura. El proceso de grabación ha significado bastante para mí como letrista. Quería sacar ideas y sentimientos que tenía muy adentro. En ocasiones ha resultado terapéutico. Eso me hace sentir más honesto y, sobre todo, más cómodo para continuar en esta línea.
Reformuláis el concepto de canción.
No son canciones que sigan una estructura pop en cuanto a estrofa, puente, estribillo. Hemos preferido crear situaciones y contar historias a través de mensajes breves y desarrollos instrumentales que arropasen. Como amantes de escuchar discos de cabo a rabo, creo que este disco pide justamente eso: ser escuchado de principio al fin. Y dejarse llevar de un modo más sosegado.
Como un laboratorio de la reflexión.
Absolutamente. Queremos acompañar esos breves mensajes con un envoltorio instrumental potente que dé aún más sentido a lo que se trata de decir. Veo el proceso compositivo de RYM como aquel compositor al que le entregan un guion de película que necesita ser bien acompañada por una adecuada orquestación.
Aquí entran guerras, lobbies, confesionario personal o una mirada a París como lo ve Robert Wyatt. Con una capacidad sensorial poco común.
Al haber pasado un tiempo considerable desde nuestro anterior trabajo, hemos ido acumulando una serie de vivencias y experiencias personales que nos han hecho madurar y ver también la música desde otro punto de vista. La música clásica y el jazz tomaron mucho protagonismo en ese período de reflexión individual. Pienso que en cierto modo se nota. Por otro lado, hay relaciones interpersonales. Nuestro amigo y productor Marcos Muñiz nos ha ayudado. Nos ha dado seguridad y confianza para soltar y montar todo esto.
El título: ¿cuál es la duda de RYM?
Mi hermano, al que considero un maestro, me regaló un libro titulado Siete breves lecciones de física. Explica y comenta diferentes teorías físicas de un modo sencillo. Una de estas teorías se zanjaba con esta frase: “hasta el final, la duda”. Me llamó la atención y en seguida la relacioné con las canciones que estábamos trabajando para este disco. Para aquellos que quieran introducirse en el mundo de la física de un modo fácil y ameno, lo recomiendo. ¡Sin ninguna duda! (carcajada).
Proyectos granadinos como Aurora, Alice Moon o El Pequeño Salvaje se reciclan ahora en Haixa o Kiamer. Todos exploran claves sintéticas.
En general, lo sintético está cogiendo más peso. Es normal, vivimos en el siglo XXI y la electrónica cobra fuerza en todos los aspectos. Granada ha sido siempre, más bien, una ciudad de rock. Me parece interesantísimo salir de ese encorsetamiento, que me encanta. He aprendido mucho y no reniego en absoluto. Pero esta nueva corriente musical que está emergiendo, usando elementos de electrónica, hip hop o jazz, nos proporciona a todos aire fresco. Es muy sano para esta ciudad. He tenido la suerte de escuchar el proyecto electrónico de Javier Bolívar con Haixa. Y también lo nuevo de Red Passenger. Ambos son una pasada. Hay gente joven haciendo cosas alucinantes y diferentes.
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