Inclasificables
EntrevistasDomador

Inclasificables

Alejandro Elías — 16-02-2011
Fotografía — Archivo

A Domador no le van los leones, pero se crecen en el combate cuerpo a cuerpo con Godzilla. Tras un primer disco en el que el sonido lo-fi y las melodías pop se cruzaban sobre unas impecables letras, “Teóricamente imperfecta” nos anuncia un salto sustancial no solo a nivel vocal sino sobre su base instrumental.

Si existe un adjetivo para definir a Domador es “inclasificable”. Después de varios epés y un disco largo en los que el sonido del grupo oscilaba entre el pop de guitarras y el ruidismo acústico, la banda oscense se pasa definitivamente a la electrónica y nos entregan “Teóricamente imperfecta”. “Somos gente a la que le gusta experimentar. Siempre hemos elegido el camino más difícil para nosotros, como una especie de reto. Lo imposible es lo interesante. Esta vez nos ha dado por la electrónica aunque tenemos muchas cosas en mente, desde la bachata al ruido propiamente dicho. Realmente puede verse como un giro de ciento ochenta grados, pero nos ha salido de manera natural. Hace un par de años bromeábamos con que el quinto disco sería de electrónica, pues bien, aquí está”. Escuchando el disco, sorprende la gran cantidad de minutos que dedican al ruido o ruidismo y se percibe una clara tendencia a resaltar la música por encima de la voz y la melodía. ¿Premeditado o accidental? “El ruido nos acompañará siempre, forma parte de nuestra aura. Así que no es nada accidental. Concebimos este disco como una gran bola en la cual no puedes o no debes diferenciar los materiales con la que está hecha. Hemos dado la misma importancia a todos los elementos del proyecto y, por ejemplo, programar los efectos de las voces no ha sido fácil”. El proceso de grabación, como ellos nos cuentan, tampoco se ha desarrollado de una manera común, huyendo de los tópicos que encierra toda grabación de un disco. “Está todo grabado en casa, con las persianas bajadas, las puertas cerradas y los ojos tapados. Se grabó todo en nuestro mini-estudio con un par de ordenadores, unas tarjetas de sonido, unos teclados, un sintetizador, un sampler, mucho soft y algún que otro juguete… No quieras saber lo que hemos gastado en luz y pilas”.

Un comentario
  1. La fundacif3n Moyopo tiene magia, y tiene magia pouqre tiene personas maravillosas que desbordan amor para regalar, no me cabe duda. La labor que realizan creo que no tiene palabras para definirse, es tanto lo que dan. Sin duda son angeles que bajaron del cielo para regalar un poquito de la alegria y el amor que tienen. Muchas felicidades, habemos tanto seres humanos que tenemos tanto que aprenderles.

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Inclasificables
EntrevistasGoldfrapp

Inclasificables

Luis Argeo — 17-06-2008
Fotografía — Archivo

“Seventh Tree” (Mute/Emi), el nuevo disco de Goldfrapp, llega repleto de sueños y viajes por una atmósfera cálida y sensual. Como si se hubieran quedado atrapados en esa música ambiental, el dúo británico promociona su trabajo ni más ni menos que en el Sónar.

Alison Goldfrapp y Will Gregory atienden con paciencia una entrevista tras otra. Ya les quedan pocas, y el cansancio se nota en sus caras. Alison se esconde en unas gafas de sol impenetrables y, a pesar de su inherente glamour, a la rubia angelical le resulta imposible deshacerse de cierto estilo chusco inglés. Will, por su parte, parece recién llegado de la campiña de Bath en la que han grabado su cuarto disco, “Seventh Tree”. Les invito a que se describan ellos mismos como grupo, aunque reciben la invitación como si fuera un puñetazo. (Alison) “Mmmm, bueno, somos excéntricos ingleses que, mmm, hacen música… suave, mmm…, ayúdame Will”. Después de unos segundos, arranca la voz masculina.

"Yo estaba todo el día escuchando a Nick Drake, y no sé si eso se habrá filtrado en el resultado final"

“Bueno, somos dos. Ella canta, y juntos componemos y sí, aunque parezca mentira, no estamos muy interesados en la música pop”. Como no parecen muy contentos con la pregunta de presentación, les pido, por lo menos, describan este último álbum. Alison se limita a un “Aaahhhh”, así que sigue Will siendo, en esta ocasión, la voz del dúo añade: “Yo me siento muy cómodo con las baterías y los teclados techno, y en cierta medida hemos seguido profundizando por ahí, evolucionando por ese camino. Lo que pasa es que al final de la gira que hicimos con el disco ‘Supernature’ nos imbuimos en un espacio distinto, quizá opuesto. Pensamos que sería agradable tener simplemente un bonito espacio vacío, no toda esa intensidad musical anterior”. Aunque resulte arriesgado etiquetar a Goldfrapp, sus dos últimos discos estaban bañados en la estética disco y el glam de los setenta, el tono excesivo y espectacular de las pistas de baile iluminadas con bolas plateadas. Para este cuarto trabajo han optado, en cambio, por atmósferas psicodélicas, jugueteos instrumentales y capas vaporosas de música ambiental que cubren la suave voz de Alison. ¿Una nueva transición en vuestra carrera musical? “No creo que lo sepamos. Lo que hacemos –dice la cantante- es buscar lo que sienta bien en cada momento, no buscamos cambios”. Pero, ¿no echáis de menos las discotecas y la música de baile? “Aún no. Pregúntanos dentro de seis meses”. “Seventh Tree” es un nombre inquietante para un disco, y más si surge como surgió. Alison toma la palabra de nuevo. “Tuve un sueño cuando teníamos ya el álbum terminado, cuando buscábamos nombre. Me quedé dormida con mi mascota junto a mí, en el piso de abajo, porque había estado echando spray en la habitación, ya que había moscas muy raras… Quizá el spray, las moscas, y mi mascota molestándome provocaron el sueño. Seguro. En él, unas mujeres en un spa me decían que debía acercarme al séptimo árbol. Un árbol muy bonito, con ramas y el número grabado en el tronco. Al despertar, supe que ese era el título de este disco”. Will asiente, y ahora se anima a profundizar en aquellos momentos de gestación del álbum. “Yo estaba todo el día escuchando a Nick Drake, y no sé si eso se habrá filtrado en el resultado final. También estábamos encandilados por una película inglesa de los sesenta, algo amarga y oscura, ‘The Wicker Man’, con su humor tan inglés. Y luego, también discutíamos mucho sobre la idea de la psicodelia. Luces, colores, ambiente soñoliento, aunque en realidad ninguno de los dos sabíamos a qué referirnos cuando hablábamos de incluir esencias psicodélicas en las canciones”. Sin duda, el resultado es mucho más introspectivo y anímico, y quizá invite a disfrutarlo de una manera más íntima. Hay quien dice que puede ser un buen disco de acompañamiento para hacer el amor. Alison discrepa. “Creo que no es una buena idea. Hacer el amor con música es, no sé… Yo no puedo hacerlo”. (Will) “¿Quién sugiere poner música antes de ponerse? Quizá alguien que cree que no es suficiente, que no da la talla”. Continúa ella. “Buf, está sonando la música, y de repente llega un tema horrible, o una letra estúpida… ¡Oh, no, para!”. Bueno, entonces lo dejamos para el post-coitum. “Sí, seguro. Para después sí puede valer nuestro disco. Yo tengo una amiga, y no voy a decir su nombre, por supuesto, a la que le gusta cantar mientras está follando (risas). Debe de ser como una pesadilla…”. (Will) “Por favor, unos tapones para los oídos…”. De sus métodos de trabajo no les gusta hablar demasiado. Así pues, acabemos con las canciones. En Monster Love, la que cierra el disco, parecen sonar reminiscencias de The Beatles. Antes de contestar, Will se pone a tararear. “Sí, puede haber algo ahí”. Vale. ¿Y qué me decís de “Eat Yourself”? Esta vez responde Alison. “Alguien nos dijo que suena un poco a Dolly Parton”. Lo dicho, inclasificables.

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