De la hornada de grupos que irrumpieron en la segunda década de siglo, pocos pueden presumir de la camaleónica inquietud que mueve a Elias Bender Rønnenfelt y los suyos. Y menos son aún los que mantienen su nivel de exigencia.
El quinto álbum de Iceage es su trabajo más expansivo musicalmente, aunque no pierden su halo críptico y misterioso. Zoom nos permite tener una conversación larga y agradable con el propio Elias, escéptico respecto a la etiqueta de “psicodelia”. Iceage han viajado desde las catacumbas del post-punk malencarado, como niños prodigio de la oscuridad, a una versión tan ambiciosa como deslumbrante de la música de guitarras. Rock, sí, pero con un atemporal poso turbio, leído y romántico. Rønnenfelt es un tipo reflexivo que lanza perlas de seco sentido del humor y existencialismo nórdico que entroncan con aquella actitud desafiante en la que se parapetaban al principio.
“Seek Shelter” debe ser un disco especial; en primer lugar, por la participación del ex Spacemen 3 Pete Kember (alias Sonic Boom). ¿Conocíais su faceta de productor?, ¿qué os llevó a involucrarle en la grabación?
Bueno, somos fans de Spacemen 3 desde que éramos adolescentes. En realidad no conocíamos tanto su faceta como productor para otros grupos, pero sí su obra, y somos muy fans. Queríamos hacer el disco y se nos planteaban las cuestiones de dónde, cómo y todo eso, y entonces alguien nos mandó una entrevista en la que él afirmaba que le encantaría trabajar con nosotros. Parecía muy adecuado, porque es un tío que tiene una personalidad sonora única. Posee un modo propio de pensar en el sonido y de algún modo nos vimos trabajando con él en estas canciones. Además, nos apetecía grabar en Portugal [Sonic Boom vive en Lisboa]. Así que todas las piezas encajaron. Pero sí, siempre hemos sido reticentes respecto a acudir a un productor, porque no nos interesa necesariamente que alguien de fuera venga a darnos su opinión. Nunca hemos querido que nos digan lo que tenemos que hacer. Supongo que era un poco arriesgado, y yo estaba nervioso. ¿Qué iba a pasar si no nos llevábamos bien, o si durante todo el proceso cada uno intentábamos llevar el barco en direcciones diferentes?
“En nuestras canciones siempre hay una semilla podrida”
De hecho, es la primera vez que hacéis algo así: siempre habéis trabajado con vuestro técnico (Nis Bysted).
Sí, siempre hemos trabajado con él y también estuvo en el estudio esta vez. Pete llegó con una furgoneta llena de cacharros y pedales que no habíamos visto en la vida. No pasó mucho tiempo hasta que se hizo evidente que tenía la misma visión un poco trastornada que teníamos el resto, y el mismo sentido del humor retorcido. Todo se hizo muy natural. Bromeamos tanto que al final del día nos dolía el estómago de reírnos, porque resultó que es una especie de alma gemela. Y como te decía, no queríamos un capitán del barco, sino uno más que estuviera al mismo nivel y nos ayudara con sus oídos y demás. Lo hizo de sobra. Fue pura camaradería.
Es un disco con muchos recovecos, lo cual no es nuevo en vuestro caso, pero tiene una especie de fondo curativo, con momentos cercanos al góspel. ¿Fue premeditado darle este tono?
No, cada vez que nos preparamos para hacer un disco no tenemos ni idea de qué tipo de álbum queremos hacer. Lo único que sabemos es que no queremos evitar el riesgo de fracasar, ni acomodarnos. De otra manera no nos sentimos vivos. Cada vez que empezamos una canción y nos parece que ha estado ahí antes, la descartamos, hasta que sale algo que tiene sentido para nosotros. Cuando quieres avanzar, te tienes que forzar, esencialmente. Debes conseguir que el espacio que te construyes para tus emociones sea mayor que el que tenías antes. Y sí, hay gente que nos ha dicho que en este disco hay espacio para cosas como la compasión [risas]. O al menos, más que en nuestros discos anteriores. Al final, siempre estás tratando de reflexionar sobre la vida; y la vida está repleta de dualismos y zonas grises. Me interesan más las canciones que hablan de muchas cosas, en lugar de un mensaje único y singular. Espero que haya cierta compasión en este disco, porque no somos unos psicópatas. Espero.
Quizá sea también el título y la portada: ese primer plano del ojo de un caballo es bastante impactante. Me pregunto cómo elegís las portadas, de un disco a otro no tienen nada que ver, como hasta cierto punto pasa con vuestra música.
Mmm… No sé, siempre es difícil. Lo de encontrar una buena portada es un infierno. En este caso, nos obsesionamos un poco con la idea de un primer plano de un animal, sin razón aparente. Tenemos un amigo que nos pasó unas cuantas fotografías de ojos de animales, y cuando vimos esa… No es que haya ninguna gran analogía más allá de esa idea del animal salvaje que ha sido enjaezado para que se le use, una idea interesante, pero te estaría mintiendo si le diera un gran significado. Simplemente nos encantó la foto, nos encajaba… Cuando la vimos, no podíamos imaginarnos otra cosa.
Sobre todo desde vuestro disco anterior habéis explorado las posibilidades de un cierto sonido psicodélico. No sé si, teniendo en cuenta lo libres que son vuestras canciones, ¿estáis cómodos con esa etiqueta?
No mucho, la verdad. La palabra me resulta interesante en su significado literal, eso sí. Cómo el sonido puede provocar algo, pero al mismo tiempo, detesto las delimitaciones. Y la “psicodelia” es una estética en la que prefiero no estar. Siempre nos ponen alguna etiqueta y quizá tengan perfecto sentido, pero no me importan en absoluto. Para mí se trata más de un misterio: no quiero entender mi música ni analizarla demasiado. Tratas de navegar por los sonidos desde las entrañas a ver qué sale, pero no me importa qué género musical es, porque eso es el andamiaje, no es el corazón de lo que estás haciendo.
“No nos interesa necesariamente que alguien de fuera venga a darnos su opinión”
Ahora que hablas de misterio: vuestras canciones van sobradas de eso tan difícil de definir y a la vez tan crucial y que tienen pocos grupos. También encuentro cierto romanticismo, en el buen sentido artístico de la palabra. No sé si como grupo buscáis conscientemente estos elementos.
El proceso compositivo es bastante misterioso. No hacemos discos para salir con un mensaje claro. Lo que hacemos más bien es plantear un montón de preguntas. A menudo compones y escribes porque quieres averiguar cómo te sientes con lo que tienes alrededor. El mundo de los sonidos y de los sentimientos es un lugar misterioso, tienes que buscar mucho... Es difícil saber de dónde vienen las ideas, o por qué te tiran hacia una dirección u otra. Me gusta que, a veces, hasta cierto punto, no sepas a dónde vas. Al final vas a tener una reflexión de dónde estás en tu vida en un momento determinado.
También me da la impresión de que estáis muy al tanto del sonido. Además del trabajo de Kember, de las mezclas se ha encargado Shawn Everett (Kim Gordon, The War On Drugs). La canciones tienen muchos detalles, cuerdas… ¿Qué buscabais?
Siempre tenemos una idea de a dónde queremos ir, pero es bastante abstracta, porque no tenemos una mentalidad súper técnica. Lo bueno de ser unos “amateurs con experiencia” es que tienes que encontrar el sonido que tienes en la cabeza probando y equivocándote. Y me gusta que haya espacio para fallos o que las cosas no salgan como querías, porque a veces te quedas con esos “errores” o accidentes que te proporcionan algo que no estaba dentro del plan. Así que es una mezcla: tienes una visión y la persigues, pero luego hay cosas que salen de otra manera. Incluso si llegas a un determinado sonido por accidente, como que el piano estaba roto y coges algo que está ahí en un rincón polvoriento del estudio, tienes la sensación de que tenía que ser así.
Decías que grabasteis en Lisboa. ¿Cómo fue la experiencia y a qué retos os tuvisteis que enfrentar?
Es un viejo estudio radiofónico llamado Namouche. Lisboa es una ciudad preciosa y me encanta, pero no está en el centro histórico, sino en una zona de las afueras, con pisos de protección oficial de los años sesenta. Se encuentra en un edificio muy viejo que ha tenido que rehabilitarse. Está como muy castigado, y no todo funciona en condiciones. La lluvia caía por las grietas del techo y había que poner cubos para recogerla. Lo que no tenía de funcional se compensaba por la atmósfera. Trabajamos casi veinticuatro horas al día, durmiendo muy poco, poniendo todo y sin ver prácticamente a nadie. No queríamos ninguna distracción porque grabar un disco es un poco como dar a luz: cuando estás de parto no quieres que esté presente ni tu familia. Hubo muchas cosas. A veces todo fluía bien y era sencillo, otras te topabas con obstáculos, y otras se te iba la olla. En ocasiones sabías dónde estabas yendo y en otras, no. Pero a mí me gustan este tipo de dificultades, no se supone que esto deba ser fácil.
En este álbum puedo oír una especie de actitud rockera clásica a la que dais un giro siniestro. El ejemplo más claro está en “The Wider Powder Blue” y ese riff de guitarra oscuro. ¿Erais conscientes de esta combinación?
Sí, pero ni siquiera pienso en ello [larga pausa]. Componer algo demasiado directo no me cuadra. Si no hay drama en la canción, si no hay elementos que parece que están en conflicto, no me parece que esté completa. Hay una tendencia en nuestras canciones por la que, no importa de qué estilo sean, siempre habrá una pequeña semilla podrida que se pone en contra de lo que intenta hacer el resto de la canción. Supongo que es así como las hacemos.
“Espero que haya cierta compasión en este disco, no somos unos psicópatas”
¿En el caso de “Dear Saint Cecilia” (por cierto, patrona de los músicos) es posible que estemos ante la canción más luminosa que habéis hecho nunca, al menos en lo musical?
Puede que sí. Desde luego, suena bastante así, y tiene un tono casi eclesiástico. Pero también encierra una conmoción, con esta visión de las multitudes arremetiendo contra las puertas. Trata también del caos con el que convivimos en Europa en estos días. Sí, es bastante desenfadada, pero dentro del caos.
Me parece meritorio que escogierais como primer single “The Holding Hand”, la última del disco, que empieza con un tono casi experimental y luego se va desarrollando de una manera insospechada. ¿Por qué esta elección?
Aunque no es el single más obvio, creo que la escogimos porque es un mundo aparte. Era interesante sin el contexto del resto del disco. Parece una especie de sueño extraño y es bastante abstracta. ¿Por qué la elegimos? No sé, para nosotros tenía sentido.
¿Cómo crees que ha evolucionado tu manera de escribir letras en esta década desde que salió vuestro primer disco? Porque empezaste cuando eras jovencísimo. Leí que prefieres escribirlas en un periodo concentrado de tiempo para que tengan una especie de coherencia temporal.
Cuando eres adolescente y montas un grupo, lo normal es que acabes tocando algún instrumento. Yo me hice cantante porque nadie más quería hacerlo. Entonces te das cuenta de que tiene que haber letras, que tienes que cantar algo. Empecé a escribir sólo porque necesitaba palabras. Con el tiempo me di cuenta de que es algo en lo que te puedes sumergir, y darle un tono diferente a la canción. Me gusta la música que es como pesada y tiene mucha imaginería, Leonard Cohen y gente así. Me interesa cada vez más. Además, es el lugar perfecto para ver con qué te puedes salir con la tuya, porque no todo el mundo oye las canciones con las letras en mente. Mucha gente ni les presta atención. Pero me parece muy interesante ver qué tipo de cosas absurdas puedes meter en la música y cómo hacer que todo funcione. Lo que te decía antes, cosas que vayan juntas pero que entren en conflicto. Me gusta escribir y le doy mucha importancia.
Mencionas a Leonard Cohen. ¿Qué otros escritores te gustan?
Gente como Henry Miller, Yukio Mishima, Federico García Lorca, Toni Morrison… Hay un montón. No sé si tienen una influencia directa en mi manera de escribir, pero los libros que lees te abren los ojos a las posibilidades del lenguaje, ves usar palabras que no nunca has utilizado y se expande tu idea de lo que puedes hacer.
En vuestra música se puede ver otro rasgo raro: mucha confianza. ¿De dónde la sacáis?
Mmm. Creo que incluso desde el principio, cuando a duras penas podíamos tocar juntos, tendíamos a odiar todo lo que nos rodeaba. Nunca nos hizo falta impresionar a nadie. No nos gustaba ni la industria musical, ni el mundo del indie, ni el underground. No nos gustaba nadie. Y eso te da un poco de libertad, porque te libras de la presión de gustar a la gente. Pero también es arrogancia. Y doy las gracias a la gente porque le importara lo que hacemos. Al final esa confianza viene de que no tengo nada que perder, pero tampoco tengo nada que me respalde: esto es lo único que me importa en la vida, y creo que lo hago bastante bien.
Este año se cumplen diez años de vuestro debut. ¿Qué balance haces, estás orgulloso de los cinco álbumes que habéis hecho?
Creo que estoy bastante orgulloso de ellos, pero nunca me pongo a escucharlos. De lo que estoy más agradecido es de que diez años después estemos sacando el quinto. Y que lo que al principio, cuando no sabíamos bien lo que hacíamos, era una pura reacción, se convirtió en un propósito vital, algo interesante para comprender la realidad. Se ha convertido en lo que me ancla a la vida y le da significado. Sólo espero seguir sintiendo esto. Mucha gente tiene que esperar mucho tiempo para encontrar algo que les dé una dirección y un significado. Yo he encontrado algo que tiene sentido: mi peor pesadilla es que llegue el día en que esto ya no me importe. No sabría qué hacer. Pero de momento es algo paralelo a vivir.
La última: ¿Tienes idea de cuándo volveréis a tocar y girar?
[Risa trágica] Tenemos una gira por Reino Unido hacia… ¡el año próximo! Es toda una vida. Nadie parece saber cuándo podremos girar otra vez por Europa, todo es caótico. Ojalá tuviera la respuesta. Espero que sea lo jodidamente antes posible. Es la razón por la que este verano voy a viajar con una acústica y tocar para quien me quiera oír, porque no voy a sentarme a esperar todo el verano a que me dejen tocar de nuevo. La vida es demasiado corta.
Para un músico este limbo es una pesadilla, y no sólo por lo económico.
Sí, especialmente cuando sacas disco nuevo. Sabes que la gente lo está oyendo por los números de Internet o la radio, pero en realidad no ves que la música tiene un impacto hasta que tocas delante de gente. Si no tocas, se convierte en una cosa rara y abstracta.
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