Poco descubrimos repitiendo que Aventuras de Kirlian, Le Mans, Single y el propio Errazkin en solitario han dado algunos de los discos más singulares de nuestra escena. “No haré muchos más, tengo menos energía y he hecho muchos. Aunque luego me conozco y me entusiasmo…”, confiesa Errazkin en un café de Lavapiés. Hace gala de un realismo humilde que nos lleva a esos primeros ochenta en los que el post-punk (el genuino) se revolvía contra los clichés del rock.
Él metabolizó aquella ética y estética. Su nuevo LP podría remontarse a la música que compuso para una instalación artística hace años. El título está inspirado por un libro de María Zambrano. Contiene diez piezas instrumentales contemplativas al margen de casi todo y un tono de experimentación amable y orgánica. Presentadas con deslumbrante portada -otra más- de Javier Aramburu. Y “sin ninguna expectativa”.
Ibon traduce libros musicales como las memorias de Bobby Gillespie. “Con lo fan que era yo en los 80”, dice. Luego la cosa se torció. “Screamadelica” me parece un disco dudoso”, sostiene sin aspavientos. Acaba de traducir para la misma editorial Contra el tragicómico libro sobre Lawrence Hayward, el líder de Felt, Denim y Go-Kart Mozart “Superestrella de las calles: un año con Lawrence”. “Lo disfruto mucho, tengo suerte”.
Leí que este disco tiene su origen en una pieza larga instrumental en la que estabas trabajando hace un par de años. ¿Es así?
Sí. Está hecha y se publicará en digital en febrero. En realidad, es lo primero que hice. Lo que ha salido ahora es un adelanto. Las canciones son fragmentos de un bloque largo.
¿Tenía una finalidad concreta esa pieza?
No. Era un poco la idea que me motivó a hacer un disco. No me apetecía componer canciones de tres minutos, pero sí hacer una pieza que fuera un bloque largo ininterrumpido. Lo que pasa es que luego, cuando la estaba terminando, se me ocurrió el experimento de sacar algunos fragmentos y convertirlos en canciones.
Has dicho que tu idea era hacer música contemplativa, sin una estructura pop al uso ni estribillos.
Es música que no tiene una finalidad en los dos sentidos que yo le veo a la finalidad: no tiene una utilidad práctica, y la estructura no conduce a algo, como suele pasar. Que no haya una estrofa que te lleve al estribillo. Esa idea de que hay algo que se resuelve en la canción. Quería que fuera simplemente como un discurrir de ideas. En realidad es amontonar música: que todo fuera un relleno agradable, más que frases musicales importantes.
“Ni el mundo necesita tanta música nueva ni yo sacar tanta como antes”
¿Estás aburrido del pop?
Supongo que sí. Porque lo otro lo he hecho muchas veces ya, y no me motivaba. Esto sí me motivaba.
Has hablado de hacer algo “agradable”, y para mí el disco tiene un tono experimental, pero amable, melódico. Lo digo porque muchas veces la experimentación desemboca en algo arisco, disonante. ¿Cómo combinas ambos mundos?
Me alegro de que digas esas cosas, porque yo temía que fuera un disco un poco árido. Yo prefiero que sea agradable. Para mí es importante que haya melodías, siempre tiendo a ellas, aunque no conduzcan a ninguna parte. Me gusta lo que dices porque lo veo como un experimento, y no tenía claro de si iba a ser agradable o no, porque es mucho más subjetivo.
Lo experimental a menudo es difícil o desagradable. Además, es un disco corto, ronda la media hora.
Muchísimas de las cosas que he hecho, incluso lo que hacíamos Teresa (Iturrioz) y yo en Single, para mí también era experimental. Eran experimentos en un sentido literal, sobre todo cuando hacíamos versiones. Decíamos: “vamos a hacer “Gracias a la vida” de Violeta Parra sobre un loop de Grace Jones. Cosas así. Luego era muy pop, pero para mí eso también son experimentos. Para mí no está reñido hacer experimentos con que sean audibles.
Entiendo que lo has grabado en casa. Leí que no te parecía buena idea estar divagando dentro de un estudio. Que no es muy serio…
Más que poco serio, es que no me lo puedo permitir (risas). A mí me encantaría hacer todo esto con los medios de un estudio profesional, pero este disco y el anterior “Foto Aérea” (Elefant, 18) me los he ido inventando por el camino, como quien dice. Cada día me sentaba a grabar algo sin saber muy bien qué iba a ser. Y eso lo tienes que hacer en casa. Siempre que he ido a grabar a un estudio profesional lo he hecho teniendo muy claro lo que iba a hacer. La hora de estudio cuesta dinero.
¿Tienes un estudio en tu casa?
Tengo un equipo muy básico. Cuatro cosas. Pero como, en realidad, lo que uso son también cuatro cosas… En el disco hay guitarras, bajo, algo de sintetizadores y un piano de pega. Todo es muy rudimentario. Lo que sí hice fue mezclarlo en un estudio.
Pues el sonido es muy natural y cálido.
Lo ha masterizado Xavi Alarcón, que es quien masterizaba todo en Single. Incluso mezcló algunos discos. Es muy bueno y me entiendo mucho con él. Creo que suena bonito.
No utilizas nada de percusión y tampoco eres muy partidario del uso de la claqueta, de modo que los tempos fluyen y varían de un modo natural. En cambio, hoy la claqueta se usa de modo generalizado.
Lo que pasa es que con la música urbana tienes que grabar con claqueta. Yo no es que sea contrario a ello, es que para lo que estoy haciendo ahora no me sirve de nada. Ni la claqueta ni la percusión. Si hubiera una batería sería más bien un arreglo por encima, no estaría marcando el ritmo, porque lo que quiero con estas piezas es que la música se acelere, se ralentice, que haya pausas…que el tempo sea un poco inestable. En el disco no, pero en la pieza larga sí hay algunos cambios más acusados. Entonces la claqueta me estorba.
Teniendo en cuenta eso, ¿cómo grabaste, haciendo una guitarra de base y luego añadiendo más cosas?
Sí. Normalmente partía o de una guitarra o de un piano, que tocaba libremente sin tener ninguna claqueta ni nada debajo. Y luego, me dedicaba a arreglar eso, añadiendo más instrumentos.
“El post-punk es casi la última época moderna”
El hecho de que no tengan estructura clara me lleva a preguntarte si partías de improvisaciones.
Yo tenía una secuencia de ocho acordes, que está más o menos presente en todas las canciones. Lo que pasa es que está bastante camuflada. A veces la cambio un poco y no se acaba de identificar claramente, pero sí hay un patrón que me servía. En realidad, todo esto tiene un punto de partida; en el año 2000 un artista vasco que se llama Álvaro Machín Barrena, que es amigo mío, hizo una exposición en el Kursaal de Donosti, en los Cubos. Era una instalación que se llamaba “Telón 20”. En una sala muy grande puso un telón que ocupaba toda una pared. Por detrás había una máquina de viento que soplaba, y de vez en cuando se ponía en marcha y el telón se levantaba. Me pidió una pieza musical de veinte minutos para que sonara tres veces por hora. Y estaba sonando en bucle todo el día. Aquello se hizo rápido porque había una fecha, y siempre pensé que podría haberlo hecho mejor, y que estaría bien retomarlo y desarrollarlo. Ésa fue un poco la base musical que he usado para lo que he hecho ahora.
Podría decirse entonces que este LP se remonta mucho tiempo atrás…
No se parece mucho a lo que he hecho ahora, pero sí fue el punto de partida. De hecho, hay una canción del disco que se llama “Telón”, que es donde más claramente se oye esa secuencia de acordes, que es lo que tienen en común esta pieza y aquélla.
Sin embargo, también he leído que eres un poco reacio a trabajar en bandas sonoras y cosas por el estilo.
Hice una hace un montón de años para una comedia juvenil que se llamaba “Gente pez”. Y luego para varios cortos. Y en su día hice mucha música para publicidad. Todo eso lo dejé hace quince años o algo así. Yo prefiero no hacer música por encargo, si puedo. Si hay dinero y suena interesante, me animo. No me cierro para nada. Pero aunque no tengo mucha experiencia, por lo que he visto tengo la impresión de que hacer una banda sonora no es muy distinto a hacer publicidad: en realidad te están pidiendo que imites una pieza que ya existe. Te dicen: “Mira, he metido esta música de (Angelo) Badalamenti y funciona muy bien”. Y hombre, hacer eso por dinero, sí; por amor al arte, no. Me da la impresión de que ese mundo funciona bastante así. Pero si alguien me llamara y me propusiera algo interesante, me lo pensaría.
La canción más “canción” de todas me ha parecido “La vía Láctea”. Me suena a cierto folk psicodélico inglés de principios de los 70.
Sí, a mí me recuerda un poco a estos cantautores que se iban a Ibiza. Un poco esa onda, Gong y esa gente. Esa canción y “El río” las hice expresamente para el disco. No están sacadas del bloque. Cuando se me ocurrió hacer el disco pensé en meter un par de canciones que no fueran parte de él para que el conjunto no fuera muy monótono. Y de hecho, esas dos sí están grabadas con claqueta. Ahí sí me funcionaba que el ritmo fuera estable.
La última, la que da título al LP, se acerca a los diez minutos.
Son los últimos diez minutos de la pieza musical larga. Cuando empecé a elegir momentos para seleccionarlos, pensé que tenía que conservar esos diez minutos juntos. Me parece que tiene una progresión, algo que se va desenvolviendo de una manera que no podía separar. Por eso es tan larga.
Entiendo que todos los instrumentos los has interpretado tú. En ese sentido, es un disco estrictamente personal. ¿Te interesa ese concepto de hacerlo tú todo?
No es ideal. Tiene un punto claustrofóbico. Y yo lo noto. He oído a gente decir que tenían esa sensación cuando veían a Prince, que se metía solo en el estudio a grabarlo todo. Alguien decía que el resultado era claustrofóbico, y yo creo que eso pasa. Falta aire, esa cosa de…lo que pasa es que cuando te acostumbras a grabar solo en casa, como puedes controlar tanto lo que haces, eso engancha mucho también. Es pronto para pensar en otro disco, pero el siguiente me gustaría no hacerlo solo. Es lo que tengo ahora en la cabeza.
Algunas influencias que tenías cuando empezaste eran The Durutti Column, Young Marble Giants, Felt… ya entonces eran cosas muy a contracorriente. Este disco puede verse como una culminación, llevándolo al extremo, de esa idea del “anti rock”, por llamarlo de algún modo.
Sí, de esa época del post-punk hay muchísimos grupos que me gustan. Y es verdad que tenían algo de cuestionar el “rock”. Después del punk, en Inglaterra la gente empezó a descubrir de todo: desde la bossanova a la música africana, el swing… Muchos de los que habían sido punks se pusieron a hacer esas músicas. Y había un rechazo al rock que tenía algo de ideológico también, y con el que me identificaba bastante. A mí el rock de los 80 me alienaba mucho. U2 y todo eso. Conectaba con la actitud con la que estaba hecha esa música. Y no recuerdo que fuera difícil acceder a ella. Yo compraba Rock Espezial, que era la revista que había antes de rockdelux, oía Radio 3 y toda esa música estaba ahí. De hecho, todos esos discos, Durutti Column, Young Marble Giants, Cabaret Voltaire, yo me los compraba en España. Los publicaron aquí Nuevos Medios, Edigsa…no era una música tan difícil de encontrar.
Luego llegaron el grunge, el brit-pop y todo eso quedó sepultado.
Es que empezó el revival de los 60, luego de los 70… Esa época del post-punk es casi la última época moderna en el sentido de que la música progresaba. A partir de ahí todo empezó a ser reciclaje. Es verdad que llegó el hip-hop, pero el rock se quedó ahí.
También mencionas la música clásica como influencia, sobre todo en cuanto a los tempos.
Yo no tengo formación clásica. Incluso cuando hago estas cosas experimentales para mí siguen siendo muy pop. Yo toco de oído, no sé leer música. Entonces me da un poco de apuro hablar de influencias de música clásica. Pero me gusta, sí. Me gusta mucho un músico japonés, Tõru Takemitsu. Hizo muchas bandas sonoras para Kurosawa y otros. Y tiene piezas clásicas. Tiene esa cosa, o yo la entiendo así, de que sus piezas son espacios, como jardines. Él mismo comparaba sus piezas con estos jardines de Kioto. Él entendía la composición así. No voy a comparar lo que hago yo con música que tiene mucho más rigor, pero esa idea me atrae.
“Veo a mis amigos que quieren estar al día del reguetón y me parece forzado”
¿Dirías que es un álbum totalmente a contracorriente de por dónde va hoy el pop?
Bueno, es que hay tantas cosas pasando a la vez en su burbuja, que no sé…si la corriente es la música urbana, sí. No tiene nada que ver con eso. Yo ahora mismo no estoy en un momento muy pop. Tengo una edad. Veo a amigos míos que quieren estar al día del reguetón y la música urbana, y no tenemos edad para eso (risas). Me parece un poco forzado, la verdad. No sé. A mí ya me toca oír otras cosas. Me recomendaron el último disco de Camila Cabello, que está producido por El Guincho, al que intento seguir, y me encantó, pero lo he escuchado una vez. Estás a otra cosa. También me pasa con el de Charli XCX. Es como que todo eso ya no es para mí.
Es normal… El disco sale con tu sello de siempre, Elefant. ¿Qué significa para ti?
Me encanta. Llevo treinta años sacando discos con ellos. Desde el primero de Le Mans. Musicalmente esto no encaja mucho. En los 90 sí encajábamos más, pero yo me he ido alejando un poco del pop, y ellos son un sello muy pop. Pero tengo tan buena relación con Luis (Calvo) y Montse (Santalla), y me tratan tan bien…todo son facilidades. Mientras quieran seguir sacándome discos, lo haré con ellos.
Se están reeditando bastantes discos de aquellos años. ¿Hay planes para reeditar los de Le Mans?
Bueno, hace unos años Elefant estuvo reeditando discos destacados de su catálogo, y sacaron “Entresemana”. Los otros no se han reeditado en vinilo. Volvieron a salir en CD a comienzos de los dos mil. Si Elefant los quisiera reeditar, me parecería bien, pero no sé si hay tanto público, la verdad. Son discos de hace muchos años ya. ¿Y sabes qué pasa? Que en su momento se hicieron tiradas bastante grandes. Le Mans igual vendíamos diez o doce mil copias de cada uno, la mitad fuera. En Japón vendimos bastante, Estados Unidos, Inglaterra…En esa época todavía se vendían discos. Parece mucho, pero no era difícil vender esas cantidades. Supongo que se pueden conseguir de segunda mano. Warner reeditó el de Aventuras de Kirlian varias veces. Creo que suelen funcionar bien, pero no me ocupo de ello.
¿Qué recuerdos tienes de aquellos noventa?
Con Le Mans pasa una cosa: en esos años yo vivía en Londres. En verano volvía a Donosti y grababa un disco con Daily Planet y otro con Le Mans. Luego me iba el resto del año. Los discos se publicaban, pero como yo no estaba aquí, no lo viví…no sé cómo decirlo. Yo no tengo recuerdos de ensayar con Le Mans. Venía, les enseñaba las canciones, hacía las letras con Teresa, grabábamos y ya no nos veíamos en un año. Ensayábamos muy poco. Le Mans actuamos doce veces o algo así.
¿Sólo?
Muy pocas. Con Single sí tocamos más: haríamos sesenta o setenta conciertos. A lo largo de bastantes años, pero para nosotros es muchísimo. Yo del grupo del que tengo buen recuerdo es de Aventuras de Kirlian. Porque éramos muy jóvenes, teníamos dieciocho años, era lo primero que hicimos, y antes del disco con Dro estuvimos tres años metidos en el local todos los fines de semana. Nos lo pasábamos muy bien, es la época con la que tengo la sensación de haber estado en un grupo. Inmediatamente después de sacar el LP yo me fui de Donosti, Teresa también, pasamos a ser Le Mans y ya nunca más tuvimos esa cosa de convivir en el local. Sólo hacíamos discos.
Y a estas alturas, ¿qué expectativas tienes? ¿Cómo ves el entorno musical?
Ninguna (risas). ¿Perspectiva? Es que no tengo opiniones sobre la música. Me veo un poco fuera. Es un mundo de festivales, de redes sociales… Ni el mundo necesita tanta música nueva ni yo sacar tanta como antes. Si viviera de la música tendría que estar en esa inercia. Como no es así, me puedo parar a pensar cada vez si realmente quiero hacer un disco o no.
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