Hombre (y) orquesta
EntrevistasThe Matthew Herbert Big Band

Hombre (y) orquesta

Lara Sánchez — 03-04-2009
Fotografía — Archivo

Respiremos hondo ante el oportuno regreso del genio y su “There´s Me And There´s You” (K7!/Popstock!), disco con el que protesta contra políticos, manipuladores capitalistas y gurús del periodismo corrupto a los que ridiculiza con samples más imaginativos que nunca. The Matthew Herbert Big Band estarán actuando en el escenario MondoSonoro del festival SOS 4.8.

Con los tiempos que corren, a Matthew Herbert, que creíamos desaparecido por razones alejadas de la música (su separación de su cantante y mujer, Dani Siciliano), no le faltan argumentos para armarla elegantemente. Y lo hace uniendo, de nuevo, su pasión a su preocupación: la música (desde que tenía cuatro añitos, ya siendo hijo de un ingeniero de sonido de la BBC, con sus estudios de violín y piano, su posterior descubrimiento del sampler cual hombre primitivo que inventa el fuego, y catorce discos a sus espaldas), a la protesta política y social.

"There´s Me And There´s You´ es un título que clama por la igualdad, porque no hay nadie por encima de nadie".

En un país en crisis económica y de identidad, donde el excesivo control sobre el ciudadano se opone al libertinaje de las grandes corporaciones, la publicidad y la televisión, el doctor de la denominada “electrónica inteligente” nos confiesa que “´There´s Me And There´s You´ es un título que clama por la igualdad, porque no hay nadie por encima de nadie. ¿Por qué hay que creerse que Madonna es mejor persona que un taxista, por ejemplo? ¿Por ser una celebridad? Todos somos lo mismo y tenemos el mismo derecho a respirar oxígeno o al agua”. Y lo dice quien bien podría haber jugado el mismo papel, produciendo a modo populista o forrándose con composiciones para anuncios de televisión. Independiente y arriesgado, Herbert es un músico con ideas claras, y un tío de treinta y cinco años con una modestia increíble a pesar de ser tan respetado por crítica electrónica, indie e inclusive jazzística. Triunfa por sus aventuras, como la de arreglárselas uniendo la manipulación de variados samples a algo tan poco cool como una Big Band. “Sé que suena a orquesta para público de tercera edad, pero sus posibilidades son tremendas. Es todo acústico, carece de electrónica, y de ahí viene su diversión”. Pero también destaca por su filosofía global, contra la injusticia, el consumismo que gastamos y la cultura de lo superfluo. Tan admirable es que lo practique con absoluta coherencia (“hace muchos años que me negué a volar en avión”), como igual de sorprendente que haga música tan original de sus teorías. “Siempre he sido muy político, pero no fue hasta que hice ´The Mechanics Of Destruction´ cuando me di cuenta de que podía incorporar la política a la música, y que cualquier cosa denunciable al final tiene su sonido”.

A la vez que aquel disco de descarga gratuita, explícitamente político, elaboró su manifiesto PCCOM contra la desidia creativa, y de camino a esta vertiente músico-humanista, su obra maestra, “Bodily Functions”, donde lo corporal parecía ser pura nota musical, y los últimos “Plat Du Jour”, contra la mierda propiciada por la industria alimenticia, o “Scale”, una burla pop de la celebridad. El motivo de su regreso, tras haber tenido un bebé y dedicar dos años a este álbum, es de nuevo poderoso. Para empezar tenemos “The Story”, que arranca con la cortinilla del telediario inglés como denuncia contra los medios “que sólo sirven para disfrazar la realidad con historias sin sustancia”. Un primer tema que ya nos descubre que lo diferente de este disco es la intensidad de vientos más la cantante Eska, que parece una Liza Minelli de la electrónica.

Esta combinación funciona para que nadie se quede dormido ante lo banal (“quería un disco que sonara muy alto”, nos confiesa Matthew), pero faltaría sumarle el tercer elemento fundamental en el que Herbert se supera: samplers del sonido de la incubadora donde estuvo su bebé para el tema “One Life”, de los pasillos del parlamento británico, grabados en clandestinidad para “The Waiting”, de cien clavos insertados en un ataúd, de un disco de Madonna y setenta ejemplares de The Sun, de las cientos de voces (incluido Obama) de políticos diciendo “Yes” para “The Yesness” o del sonido de disparos en Gaza, entre muchos otros. ¿Cómo convertir esto en canciones? Herbert admite que comienza “por tener un motivo, pero no sé exactamente cómo se desarrollará un tema hasta grabar in situ”. Recogió un apacible sonido de la misma campiña inglesa que, paradójicamente, resulta estar podrida de basura subterránea. De ahí que este disco, a pesar de tantas penas, reparta alboroto y alegría orquestal en exceso.

Y es precisamente porque Herbert insiste en tocar sobre el hecho de que nuestra naturaleza social sea harto contradictoria, cerrando el disco con “Just Swing”, en la que dice: “no dejes de beber champán. La vida es simplemente un lugar donde bailar swing”, a la vez que es capaz de unirlo a un manifiesto de portada que reza: “los abajos firmantes creemos en la música como instrumento de protesta política y no como una mera banda sonora del exceso consumista”.

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