Hastío de fama
EntrevistasMoby

Hastío de fama

Sergio del Amo — 16-09-2009
Fotografía — Archivo

Que un artista tan popular como Moby se desligue de la rueda discográfica más agresiva significa mucho. Richard Melville Hall solamente quiere continuar disfrutando de la música, algo que parece buscar con “Wait For Me” (Rom/Pias), un disco en el que sus ambiciones se mantienen en estado de hibernación.

El sueño utópico de la mayoría de los mortales podría materializarse en tener un flamante loft en el Upper East Side, girar alrededor del mundo hospedado en hoteles de alto standing y codearse habitualmente con entes intocables y prácticamente heroicos del panorama musical. Pero a Moby parece que todo esto le trae sin cuidado, quizás porque desde hace unos años dispone de eso y más. Con motivo de la presentación de su última obra de onirismo casero ambient, “Wait For Me”, el neoyorquino, de vuelta de todo, únicamente quiere ganarse la vida haciendo música desde su habitación sin importarle lo más mínimo los ceros que acrecentarán su cuenta corriente. O al menos, esa es la imagen que nos quiere concienzudamente transmitir. “La fama realmente es algo muy extraño. He conocido a muchísimos ricos con unas vidas de lo más miserables”, comenta mientras le da un sorbo al té matutino de rigor horas antes de presentarse en el Palau de la Música barcelonés en la única parada por nuestras tierras de su actual tourneé. “Lo único positivo que tiene ser un músico popular es el hecho de poder actuar ante miles de personas, conocer a mis héroes particulares como David Lynch o David Bowie y poder involucrarme en cuerpo y alma en diversas causas humanitarias. Muchos músicos ven este negocio como una forma perfecta para hacerse famosos y ganar grandes cantidades de dinero, pero a mí lo único que me importa en esta vida es hacer la música que me gusta, tenga o no éxito. Algunos pensarán que no tiene sentido lo que digo dada la privilegiada situación que vivo, pero sigo siendo la misma persona de hace veinte años a pesar de todo”.

Después de grabar y producir su última obra hogareña bajo la premisa del do it yourself y sin necesidad de recurrir a colaboradores de infarto para despertar el interés mediático, en esta ocasión Moby ha preferido llamar a un nutrido número de amistades anónimas para llevar a cabo su imaginario anti-mainstream. “Cuando trabajo junto a mis amigos no tengo necesidad de pensar en abogados, agentes ni nada por el estilo. Todo resulta mucho más familiar ya que hacemos música, comemos espaguetis juntos y el ambiente es mucho más tranquilo y gratificante”. Sin la imperiosa necesidad de agradar al respetable actualmente, aquellos tiempos en los que no tuvo reparo alguno en machacarnos neuronalmente con temas como “Thousand” perduran aún hoy en día en el subconsciente de miles de amantes de los beats transgénicos, pero, ¿ acaso el tiempo ha hecho que nuestro calvito perdiera la fe en el techno?“Cuando estoy lavando los platos o quiero irme a dormir obviamente no me pongo este tipo de música. El techno me sigue encantando, pero a las dos de la madrugada o en situaciones específicas como cuando uno conduce solitariamente por Alemania o tengo ganas de fiesta. La verdad es que actualmente tengo otras preferencias, pero no me he desvinculado del género como oyente”. Después de venderse como un hombre convencional es momento de preguntarle por sus compatriotas sufridores de la dichosa crisis económica: “Gracias a Obama la esperanza de la población no ha decaído de momento a pesar del bombardeo de informaciones que los medios de comunicación nos aportan cada día. Después de que George W. Bush representara todo lo negativo de nuestro país las cosas han cambiado. Hemos pasado de tener el peor presidente de la historia a disfrutar de un joven inteligente y pragmático que, por primera vez, me ha hecho sentirme orgulloso de ser americano”. Siendo un defensor a ultranza tanto de South Park como de los derechos animales, quería conocer de primera mano si sería capaz de manifestarse con piquete incorporado, como debe ser, ante una plaza de toros junto a sus amiguetes de PETA. “Me parece un arte cruel, pero nunca iría a otro país a recomendarle a la gente lo que tiene que hacer. Uno de los principales problemas de los estadounidenses durante la historia ha sido que han tenido la necesidad de decirle al mundo cómo debe comportarse”. Con las ideas más que claras, una lengua viperina que no tiene rubor alguno en dar un rapapolvo (cuando la ocasión lo merece) a sus compatriotas y la inmaculada imagen de no haber roto un plato en su vida que transpira, lo cierto es que Moby ha llegado a una etapa (presumiblemente con cercana fecha de caducidad dada las críticas que su último trabajo ha recibido) donde lo único que le apetece es dar rienda suelta a su creatividad sin pensar en los contratos publicitarios. Ya que puede, ¿quiénes somos nosotros para cuestionarle? 

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