'El Amor y el Mundo' sirve como punto de partida. No solo del sonido, también de cómo te sientes y lo que quieres comunicar. Este es un disco que parte de una ruptura. Es algo grave para la vida de cualquier persona pero ¿merece la pena el sufrimiento para firmar el que según mi humilde opinión es tu mejor disco?.
Es una duda que siempre me ronda, que viene y va. Ahora mismo considero que no. Merece la pena el sufrimiento para aprender y para crecer como ser humano. Nadie puede ser un adulto equilibrado sin haber sufrido algo alguna vez. No hay sabiduría ni madurez sin sufrimiento. Juzgar a un artista por su sufrimiento personal o por su alegría o por su peinado o su forma de vestir es algo que deberíamos tener superado. Deberíamos abstraernos de las vidas personales y valorar las obras en sí mismas. De lo contrario caemos en mitomanías y en censuras. El arte debería juzgarse al margen de la vida del artista. Y los artistas mantenerse alejados del poder.
"Puede ocurrir que, en un momento determinado, la vida te pase por encima".
Hay un sonido que impregna todo de melancolía ¿Cuál ha sido la responsabilidad de Edu Baos al frente de la técnica desde su estudio El Cariño de Mozota?
Con Eduardo decidimos ser bastante espartanos en cuanto a la instrumentación. Trabajamos mucho las estructuras y las armonías de las canciones y nos esforzamos por despojarlas de lo que considerábamos superfluo. Nos impusimos unas reglas que en algunos momentos nos costó un tanto seguir; nada de batería, nada de bajo, nada de guitarras eléctricas ni pedales de efectos. Al final usamos un par de guitarras, un ukelele, un sintetizador y poco más.
Noto más diferencias, no sé.
Quizás la mayor diferencia respecto a trabajos anteriores radique en mi forma de interpretar, de cantar. Y, para mí, el gran acierto del disco es la incorporación de voces femeninas. Raquel Povar y Elvira L. Vallés -de Santoral, que son un grupo hermano y que, además, me gustan mucho- cantan maravillosamente y son capaces de adaptarse y de ponerse al servicio de la canción. Sin gorgoritos y sin lucimientos personales. Queríamos elegancia y sobriedad. Las canciones, gracias a ellas, son mucho mejores.
Tu single anticipo fue 'Lo inolvidable'. Un tema diferente ya en la propia estructura, que has elegiste como tarjeta de presentación y con un vídeo con cámara fija en el que estás en la nieve. Supongo que por aquello de dar esa sensación de soledad fría. Háblame del vídeo, por favor. Tan poco común como la propia canción.
Le dimos muchas vueltas al vídeo. Se iba acercando el día de la salida del single y yo no estaba muy seguro de qué idea aterrizar de modo que casi di por hecho que no habría vídeo para ‘Lo inolvidable’. Fue entonces cuando llegó ella, Filomena. Raquel -también responsable de las fotos de promoción, portada del disco y web- me convenció de que era la situación perfecta. Algo único y quién sabe si irrepetible. Zaragoza cubierta de nieve. Y no eran cuatro copos. Cogió su cámara de fotos y me arrastró a los pinares de Venecia. Y allí, nevando a todo nevar, hicimos el videoclip.
"Quizás la mayor diferencia respecto a trabajos anteriores radique en mi forma de interpretar, de cantar".
Hay como dos discos en uno. Los tres primeros temas los has concebido como cara a y los otros tres como cara b.
Puede dar esa impresión porque el disco está masterizado de forma que pueda ser fabricado como un vinilo de 10” y ello obliga a encajar las canciones en función de la duración limitada de cada cara. Es decir, que en formato cedé podrían haber estado en otro orden y, por supuesto, no habría cara a ni cara b. Estoy satisfecho con el orden. La primera cara con coros y la segunda sin coros. Además es estupendo que la canción que abra la segunda cara sea ‘Tu Universo Controlado’, quizás la más diferente del disco.
Terminas con la pieza que da título al trabajo. Aparecen tus hijos y tu padre. Como sentimientos intergeneracionales. Una especie de epílogo en el que hay sufrimiento pero también esperanza.
Quería sacar lo que llevaba dentro en ese momento. Hablar de mi padre, que falleció hace un tiempo y al que echo de menos a diario, y de mis hijos, que estaban pasando también por un duelo personal como todos los hijos de padres divorciados. Me costó más que ninguna otra letra de las que he escrito hasta ahora. En especial el cantarla con serenidad y no romperme. La terminé de escribir directamente en el estudio. Nunca antes me había pasado eso. Se me hizo difícil también porque la tendencia natural es la de protegerse y no exhibir tu vulnerabilidad en un determinado momento pero hace ya tiempo que decidí no hacer discos inofensivos y esta era otra oportunidad para no hacerlo. ‘Abrazos Salvavidas’ es una canción de amor a ellos tres. Me emociona mucho ver a abuelos con sus nietos, paseando, merendando por la calle, saliendo del colegio de la mano. Pensar que mis hijos no pueden ya disfrutar de la presencia de mi padre, de sus historias, de su humor, de su saber estar, de su inmenso cariño hacia ellos. Pensar en todo lo bueno que se está perdiendo. Que se fue cuando mis hijos eran demasiado pequeños, cuando se están forjando esas relaciones tan especiales abuelos-nietos. No hay nada que pueda suplir eso. Yo soy el eslabón entre ambas generaciones y considero que tengo una obligación para con ellos; que crezcan sabiendo quién era su abuelo.
¿Alguien para quien la música lo es prácticamente todo, o es la sensación que he tenido siempre, como aguanta cinco años retirado de la música?
Puede ocurrir que, en un momento determinado, la vida te pase por encima. Que se acumule demasiado peso sobre los hombros. O que uno así lo sienta, con eso es suficiente. Deja de ver el brillo de las cosas. Se va apagando poco a poco. La música fue solo una de esas cosas que perdieron su brillo. No fue un retiro de la música, fue un retiro de todo. Fue dejarse llevar. Y dejarse llevar no lleva a ninguna parte. Y no se rompe la inercia a no ser que uno lo quiera así y se lo luche. Y qué bien se siente uno cuando se deja toda esa miseria atrás. Qué fuerte. Qué grande.
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