“Hablamos de justicia, pero de justicia social. Nuestro mensaje pretende desautorizar a la autoridad, contribuir a generar debate, un permanente cuestionamiento de las verdades dadas, permitiendo poner fuera de la circulación mental elementos que nos son ajenos y que sin embargo los reproducimos como si de esquemas propios se tratasen. Es pretencioso, pero solo existe ese camino. Un cambio de valores es imprescindible para que pueda darse la posibilidad de un cambio social que arrastre consigo una transformación política y económica”.
"Nuestro mensaje pretende desautorizar a la autoridad, contribuir a generar debate" |
Ya lo ven. Así de claro. Y es que en esta octava entrega de la banda hay que volver a destacar su punzante apartado lírico, lleno de sentido crítico, con el que nuevamente despertar nuestras adormecidas conciencias. Eso sí, al parecer con temáticas ya de sobras tratadas en el resto de su carrera. “La realidad, nuestra permanente fuente de inspiración, no cambia tan rápidamente. Incluso cuando lo hace, en la mayoría de casos no son más que cambios formales. Nuevos términos se incorporan al vocabulario de la mayoría alentados por el indescriptible poder de persuasión de los medios, nuevos eufemismos sirven para describir realidades de sobra ya conocidas con anterioridad, con lo cual los elementos a los que hacemos referencia son siempre los mismos. Nuestro propósito es el de contribuir al descrédito ideológico de un sistema que todo lo puede y que es en sí mismo injusto. Un cambio con mayúsculas y desde una perspectiva autónoma y antisistema”. Una postura muy en consonancia a la de la multitud de grupos que hoy en día subsisten en los circuitos paralelos. “Nosotros surgimos al amparo de esas bandas que querían decir algo. Con independencia de cual fuese el estilo. Unas con más éxito comercial que otras, pero casi todas ellas con una voluntad de elevar su mensaje a la categoría de credo. En ese sentido, su mensaje permanece inalterable a lo largo del tiempo. Un buen ejemplo de alguien que en los últimos tiempos nos ha podido influir en cuanto a textos puede ser Keny Arkana. Pero no son tanto los artistas como las propias ideologías las que siempre han estado ahí, determinantes para este tipo de inquietudes. Ese es el camino y no al revés. Primero es la inquietud ideológica”. Aunque si hemos de hablar de música, toca decir que estamos ante otro disco fijado por esas fluctuaciones entre metal y hardcore que siempre han caracterizado su trayectoria. “En este caso la pretensión de hacer un disco activo y dinámico ha hecho que se pueda percibir una mayor preponderancia de elementos más característicos del hardcore. Pero efectivamente se nota cierto eclecticismo sonoro a la hora de escuchar el conjunto. Un disco que nosotros hemos terminado por considerar una especie de resumen de lo que hemos estado haciendo en los últimos años, buscando cierto equilibrio entre todos los condicionantes musicales que forman parte del universo musical del grupo y con el propósito de ofrecer unos directos igualmente activos, vivos y contagiosos”. Un planteamiento que también se preocupa por aportar novedad en su ejecución. “En lo musical hay que decir que las canciones son mucho más complejas en su ejecución y muy actuales. Está claro que nunca hemos negado nuestras influencias, ni en el pasado ni en presente, y tampoco lo vamos a hacer ahora. Son temas más melódicos a la vez que duros. Seguimos trabajando en las posibilidades que ofrecen nuevas afinaciones y acordes, y eso se nota en el resultado final”. En definitiva, repetir aciertos anteriores a la vez que intentar encontrar otras vías. Lo mismo que lo planteado en la parte de la producción a cargo del ya conocido Haritz Harreguy. “El actúa como una especie de traductor de nuestras demandas musicales y técnicas y las lleva al terreno de lo material. Existe una buena comunicación y por tanto es lógico que hayamos vuelto a repetir con él. En el futuro veremos lo que podemos hacer. Al fin y al cabo siempre hemos buscado lo mejor para la banda. Y Haritz forma parte de esa búsqueda”.
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