Un disco con expectativa, ¿es un arma de doble filo?
He podido decidir y tomarme el tiempo que he querido. Me vine a Barcelona para dedicarme al disco, para ir todos los días a casa Raül Refree [productor] e ir probando cosas. Me he podido preguntar: ¿Qué es lo que quiero ser?
¿No lo sabías?
Me vino todo muy de sopetón. Tenía doce canciones bajo el brazo, nada más: hice tres giras con esas canciones… Al final sentía que estaba engañando a la gente, y engañándome a mí mismo. Sentía que esas canciones ya no me representaban. Pero cuando la patata está caliente, lo está.
"Cuando terminé el disco, ni siquiera Sony sabía lo que estaba haciendo"
Has hecho lo que has querido… Lo que querías, se parece bastante a lo que ya hacías, ¿no? No veo un salto abismal.
En un principio era yo y la guitarra y mis canciones nacían a partir de ella; para mí eso era lo más fácil. Pero necesitaba probar otras formas de componer. Y sí que es verdad que en el disco hay un buen balance entre lo que “era” y lo que soy: los singles que han salido, que no están muy producidos, se inspiran en el folclore. Pero Raül me ayudó a sentirme seguro y que podría dejar la guitarra y cantar a la gente de igual forma. Antes era como una simbiosis; si me quitaban la guitarra, me moría de vergüenza. Me impedía decir muchas cosas.
Te has alejado de tu folclore... Pero creo que te has abierto a otros.
“Vidalita” es una canción que a mucha gente le ha parecido alejada de lo que hacía, pero al mismo tiempo mucha otra me ha dicho que es muy “yo”. Como todo el disco, está inspirada en los cantes de ida y vuelta, ¿sabes? La inspiración… La inspiración es simplemente la ida y venida de músicas entre Sudamérica y la Península. Y de ahí, muchas, muchas más músicas: está Aragón, está la jota, están las alegrías... El disco, a nivel narrativo y de imaginario, tiene partes de toda esta historia.
¿Siempre te ha atraído la música con tanto peso?
Densa.
¡Nada densa, pero tiene un peso!
La música te cala. Y las músicas populares lo hacen con cuatro palabras arcaicas, cuatro estrofas que se repiten y que te dicen "voy a la fuente a llenar el cántaro para llevártelo a tu ventana". Es algo tan básico, pero que te da tantas cosas… Una demostración de amor. Es la música que más me ha llegado. La más honesta, ¿sabes? La más clara y menos pretenciosa.
¿Le has dado muchas vueltas para no sentirte impostando cantándola?
Cuando terminé el disco, ni siquiera Sony sabía lo que estaba haciendo. Hay imaginarios que me parecen más impostados que otros, me centro en lo que las imágenes transmiten, las palabras, que la historia tenga sentido.
Has introducido más instrumentación. ¿Tenías miedo de que la cosa quedara demasiado grandilocuente?
En "Las alturas" fue la primera canción en la que trabajé con Raül. No teníamos mucha confianza y empezamos a hacernos preguntas muy diferentes. Yo estaba acostumbrado a ser excesivamente perfeccionista, como que me gusta ir con todo al milímetro y al final cuando yo producía, me gustaba tenerlo todo bajo control. Pero si has ido a ese productor para trabajar con él es porque confías en lo que hace. Al principio era muy reticente a cambiar las cosas que yo tenía fijas en la cabeza. Pero ahora, mirándolo con Raül, en el último tramo, ya acabando el disco, cada tema que salía era lo contrario a algo conservador...
Seis meses más y hubieras acabado haciendo electropop...
Sí, sí [risas].
"Al final creo que todos damos valor por eso a la comida de la abuela y a todas estas cosas, porque nos hacen ver cuál es nuestro hogar o dónde nos sentimos cómodos: nuestra tierra."
Y cuando viniste aquí a trabajar con Raül, ¿te tiraste a la piscina al cien por cien en plan “Me mudo de ciudad y me dedico” o tenías colchón?
Nací en Benicassim. Y me mudé a Madrid cuando empecé a girar y me dedicaba ya plenamente a la música. Pero Madrid realmente lo tenía como un sitio dormitorio. Decidí meterme de pleno en el proyecto en Barcelona. Y Raül aquí me ha servido de padrino, me ha acogido muy bien… Hemos estado en su casa estos dos años y ha sido un proceso muy bonito; hemos podido probar cosas sin ningún tiempo límite.
¿Por qué quisiste hacerlo con él?
En un principio el disco iba a ser acústico, guitarra y voz, y dije “pues quién mejor que Raül”; no se me ocurre aún ahora, de hecho. Pero cuando vi que quería hacer algo más producido, más pop, no pop, pero con un balance interesante entre lo que tenía yo y a lo que quería ir, todavía vi más claro que era él.
Lo tuyo es un folclore de contradicciones: origen, juventud, aprendizaje, tierra, ciudad… Instagram.
Es algo que todos llevamos dentro en nuestra generación. Influencias y modas rápidas. Algo que, a la vez, deja a nuestras generaciones sin referentes, sin sustancia, sin fundamento. Al final creo que todos damos valor por eso a la comida de la abuela y a todas estas cosas, porque nos hacen ver cuál es nuestro hogar o dónde nos sentimos cómodos: nuestra tierra. Vale, yo vivo en Barcelona, soy una moderna, pero sé que tengo eso ahí, ¿sabes?
Es lo poco que nos salva.
Soy lo que soy y lo que canto. Estoy a gusto conmigo mismo y siento que soy honesto y que hago lo que lo que realmente me nace.
Antes de ir a Madrid. ¿Te proyectabas en el punto en el que estás?
¿A qué te refieres?
Bueno, haber pasado dos años haciendo un disco, vivir de girar...
¿Si es lo que imaginaba?
Sí.
Desde que empecé a tener “engagement” de la gente, fui trabajando; buscándome bolos, yendo a Valencia por bares, a picar y decir “Oye, ¿me pasas cervezas y a un concierto y vienen mis amigos y más gente…?”. A día de hoy sigo sin tener ninguna expectativa de lo que va a ser el año que viene o cómo va a ser dentro de tres, ¿sabes? Pero es cierto que no pensaba poder dedicarme a la música ni que estaría ahora en Barcelona haciendo un disco con Raül.
"Nunca he pensado en ir a clases de canto; qué más da que afines si emocionas"
¿Cuál era tu plan B?
El plan B… No tenía ni idea. Es que… como que este era el plan B. ¿Sabes? Y lo luché.
Pero con veinte años, ¿qué estabas haciendo? ¿Estudiando?
Empecé a estudiar arquitectura.
¡Menudo plan A! Vaya bachillerato te tuviste que pegar “para nada”…
Siempre había estado volcado en lo artístico. Pero no sabía qué...
¿Tampoco tenías un entorno del rollo? Hermano, hermana, padre, madre… ¿Músicos?
Mi familia es aragonesa, y mi abuela es de un pueblo de Teruel al que yo sigo yendo, a donde me voy la semana que viene de hecho, Las Cuevas de Cañart, lugar al que está dedicada “Guantanamera”. Allí mi abuela y su padre y mi familia en general están muy vinculados a la música… ¡La bandurria! Nos han inculcado bien la música de antes.
La música como recurso.
Recurso. Para acabar de comer y con mis primos y con mi tío, ¡a tocar…! Y además en mi pueblo se juntó mucha gente muy interesante. Ahora uno de los músicos con los que voy de gira es un chico con quien tocaba de pequeño la guitarra. Ahora lo estoy poniendo a trabajar con sintes [risas].
Érais la cantera.
¡La cantera! Cuando de pequeños íbamos por Cuevas, nos decían “Mira la cantera”, Para mí es como volver a mi pueblo. Lo llevo por bandera indiscutiblemente… Siento que le debo algo. Mi forma de contribuir a que un pueblo así siga con vida y no desaparezca es esta. Un relevo generacional que demuestra que la gente de ahora, los jóvenes de ahora, tienen que poner más la mirada en el pasado. Dejando a un lado el imaginario castizo. En plan el botijo. El punto de vista romántico de los pueblos es su decadencia.
¿Los convierte en un cuadro de costumbres?
Eso. Y alguien que vive en Cuevas, o en cualquier pueblo rural, tiene que tener las mismas posibilidades. Me encantaría que una familia de cinco miembros se pudiese mudar a Cuevas. Una persona trabajando desde casa, pero que tuviese un Internet que funcionase bien, que tuviese los recursos necesarios para hacer vida “normal”. Creo que hay que reivindicar todo esto de alguna manera. Para mí, a nivel visual, en los videos, como que ya no está tan españolizado nada de esto... Tan coplero. Tiene que ser más actual para que nos lleve a ese punto de “normalidad”. Todo el arte del disco lo hicimos con un ilustrador que se llama Fernando Moreno, y en lo visual hay muchos elementos tradicionales, como un porrón, pero combinado con cosas robóticas, futuristas. Eso ayuda a alejar la decadencia.
¿A la hora de llevarlo al directo seguirás la misma lógica? ¿Dejar de lado lo castizo?
Una mezcla. Me gusta que sea muy electrónico, pero con un toque clásico y que ese elemento clásico se pueda “loopear”. Y que se pueda a partir de ahí meter panderos cuadrados. Y bandurria. O sea que estos elementos tradicionales en el directo se manipulen. En ese aspecto está siendo un poco complicado, pero complicado por encontrar el sonido, más que por que no se pueda llegar a hacer.
¿Mucha autoexigencia, como comentabas?
Nunca he pensado en ir a clases de canto; qué más da que afines si emocionas. Pero con el resto, con el resto de cosas, sí que soy muy autoexigente.
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