A menudo parece que el mundo –mejor dicho, parte de sus habitantes– necesita de etiquetas para categorizar y ordenar aspectos de la vida; ya sean referidos a la música, la moda, la política o el género. Sin embargo, cada vez más, las dicotomías se fragmentan y las fronteras se diluyen, dando lugar a fusiones y nuevos conceptos que hace unos años parecerían poco probables. Para GOOSE, combinar la electrónica con el rock es algo natural, fruto de casi veinte años de carrera y, lejos de limitar su radio de acción, su nuevo disco “Endless” expande su horizonte sonoro en el espacio y el tiempo.
“Podríamos habernos gastado 20.000 euros grabando un vídeo increíble, pero esto nos parecía lo correcto”
El cielo de París está descubierto, algo poco habitual, y el azul brillante choca con la calidez de la madera y las luces tenues del estudio Motorbass. Cruzar las puertas de este mítico espacio es hacerlo acompañado de los ecos de Phoenix, Cat Power, Metronomy, Charlotte Gainsbourg o Two Door Cinema Club, por citar solo algunos de los que han sucumbido al french touch del desaparecido Philippe Zdar y su equipo. Ahora es el turno de GOOSE. Charlamos con el cuarteto belga sobre “Endless”, un disco lleno de dualidades y fuerzas opuestas en equilibrio. “Escribimos el disco en Kortrijk, en nuestro estudio Safari y luego lo grabamos en Motorbass. Así que quizá haya esa influencia también de la esencia de Bélgica contrastada con la de aquí”, explica Tom Coghe, bajista de la formación. “Endless” es un disco que transita por la oscuridad, para encontrar cierta redención en la pista de baile. “Queríamos subrayar la emoción”, puntualiza Bert Libert, batería del grupo, a lo que su cantante, Mickael Karkousse, añade: “La emoción prevalece sobre lo mental y es eso lo que queríamos transmitir. No lo pensamos demasiado, solo nos juntamos y comenzamos a escribir desde cero”.
GOOSE llevan prácticamente toda la vida juntos, ya desde sus inicios con el grupo de rock Loamy Soil versionando AC/DC y eso se nota a la hora de sus dinámicas de trabajo pero también en la concepción que tienen de sí mismos. “¿Por qué tenemos que escoger una cosa o la otra? Nos gustan las melodías, nos encanta el rock, somos muy del ‘melodyc drama’”, juego de palabras y risas de Karkousse. Esos primeros pasos además pueden verse en el videoclip de su nuevo single homónimo, que recupera metraje casero de la banda desde 1996. “Podríamos habernos gastado 20.000 euros grabando un vídeo increíble, pero esto nos parecía lo correcto”, asegura el cantante y añade: “Hay cierta vulnerabilidad compartiendo esas imágenes tan íntimas, pero sienta bien”.
Este quinto esfuerzo –o sexto si consideramos “Nonstop (Live At Pukkelpop)”– se sumerge en sonoridades del electro pop de los ochenta y noventa, con un twist contemporáneo, abrazando la oscuridad de una manera casi religiosa, liberado tanto en su forma como en contenido. Laten las influencias de bandas como Justice o Daft Punk en “Endless”, pero también hay espacio para la rave electro-punk de “Rock”, que tanto nos aceleraba antaño o herederas de los sintetizadores pegadizos como “Run Away”. Los medios tiempos como “Shadowplay” capturan la esencia de espacios sacros gracias a los teclados, construyendo atmósferas muy emo, así como otras que se arrastran languideciendo, sexy, como “We Are Vibe”. “World Party”, corte instrumental situado a mitad del disco, representa parte de esas fuerzas en oposición: un beat electrónico que recuerda al latir de un corazón. La tristeza y la liberación, culminando en un crescendo de guitarras. “Todos sabíamos tocar, así que ¡toquemos!”, afirma el guitarrista David Martijn, con una enorme sonrisa en su cara. Máquina vs humano. “Queríamos separarnos del ordenador; liberarnos de él”, reconoce Karkousse y añade: “Así que somos músicos usando la tecnología para hacer que esos sonidos sean orgánicos”. Y eso se nota en la imperfección del beat y en entender la tecnología al servicio de la canción, no viceversa.
Sobre el disco planea también cierto aire familiar, como si ya lo hubieras escuchado antes y tu cabeza no pudiera evitar buscar paralelismos y trazar rutas sónicas que se expanden desde Manchester a París, pasando por Detroit. “Quizá la familiaridad viene por la honestidad del disco”, afirma Coghe. “Al final la vida es oscuridad y tristeza, pero también subidones y alegría. Es agotador, ¡pero es así!”, puntualiza Libeert. Las diez canciones que conforman “Endless” cuentan una historia atemporal o, como su propio cantante describe, “captura el rollo de una house party”. Todos nos miramos y acto seguido asentimos sonriendo. “En una fiesta en casa tienes a la pareja que se está peleando, bien de drama; otro que está borracho en el sofá pero que de golpe se levanta porque le han puesto un hit que le flipa; los que están en la cocina bailando y hablando…”, relata al detalle Mickael Karkousse. La imagen cobra todo el sentido del mundo y una pequeña bofetada de realidad te golpea: ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a una fiesta? ¿La última vez que bailaste con los ojos cerrados y los brazos en alto? Es como si todo este tiempo hubiera sido un paréntesis negro y poco a poco, piensas –¡deseas!– estar en una de esas fiestas y ponerte alguno de los hits de “Endless” para que bailando desde la oscuridad, llegues un poco más hacia la luz.
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