Una de las múltiples situaciones sobre las que el ser humano tiene un frágil -por no decir inexistente- control es el de la la aparición, repentina o gradual, de todo tipo de fantasmas y monstruos dispuestos a habitar su conciencia. Ese estado de turbación encuentra su perfecto y mejor reflejo en el nuevo álbum de Ghost Number, proyecto creado alrededor de la figura de David Pisabarro, escondido bajo el alias numérico de 413, que consigue representar un paisaje musical, ahora apoyado en unos textos íntegramente en castellano, febril y agitado donde los ritmos latinos, apartando de la ecuación cada vez más a los originarios de Norteamérica, se convierten en un desenfrenado baile tribal de naturaleza mefistofélica donde llegar a imaginar a Tom Waits interpretando calypsos o mambos. Un inquietante recorrido por el infierno que todos llevamos dentro convertido aquí en un panorama musical excitante y trágico a partes iguales.
Desde el inicio en Ghost Number ha estado presente un ambiente musical oscuro, una sensación que en cada nuevo trabajo ha ido aumentando hasta dominar por completo este nuevo disco, “Venenos y demonios”, ¿se trata del reflejo de una evolución únicamente musical o también ha sido la forma de trasladar un estado de ánimo personal?
Aunque es cierto que es algo que siempre ha estado presente en mi forma de ver y hacer las cosas, sí que le he ido dando cada vez más rienda suelta a ese aspecto. Así que podríamos decir que responde a ambas motivaciones: por un lado es el reflejo lógico de una evolución musical y por otro también he ido plasmando en mayor medida un ánimo y una forma de ver las cosas bajo una manera más directa y personal.
Otro de los elementos que han ido incrementando su presencia, hasta llegar a ser prioritaria, es la utilización de ritmos latinos y centroeuropeos en detrimento de aquellos más ligados a la música tradicional norteamericana, ¿qué encuentras en ese tipo de melodías más bailables y frenéticas para que hayan conquistado tu sonido?
Para empezar más cercanía y, por lo tanto, más “realidad”. También que son terrenos que personalmente me resultan más interesantes para ser explorados, o por lo menos así es hasta la fecha. También encuentro que contienen una simbología respecto a cierta imagen mental, muy difícil de explicar con palabras, que me gusta y me atrae mucho: por un lado estaría ese concepto/imagen del mal y del diablo ligado a estos lares (húmedo, lluvia, iglesia gótica…), y que no me interesa demasiado, y luego otro (diablo, palmeras, sol, playas, vampiros, neón, oscuridad, calidez) mucho más cercano a la música que escucho y que va más con mi forma de ver las cosas.
Incluso cuando compuse el primer disco escuchaba mucha más cumbia, calypso o mambo que música influenciada a nivel norteamericano, solo que, a pesar de que quería introducirla, la dejaba salir menos porque componía un poco para mí y al mimso tiempo pensando mucho en los músicos con los que contaba en aquel entonces; por poner un ejemplo, difícilmente haría hoy en día un tema todo en acordes mayores, a no ser que sea algo puntual y muy justificado. En el segundo álbum cambiaron los músicos y esto pudo permitirme componer ya virando hacia esas latitudes; y en este último he compuesto sin pensar en nadie. Es simplemente lo que necesitaba hacer y punto.
Desde el título, y subtítulo (canciones sobre infiernos, monstruos, demonios y demás estrellas de la oscuridad de la noche), hasta los textos revelan el cambio mas significativo, el idioma, pasando del inglés al castellano. Lo primero, ¿ha sido difícil esa conversión tanto en la escritura como en la forma de cantar? y ¿se trata de una decisión motivada por la necesidad de expresarte de una manera más natural en ti, una forma de hablar de forma más directa con el oyente?
La escritura no tanto, lo que si resultó más difícil fue acostumbrarme a encontrar ese equilibrio entre lo que me pedía la producción, en cuanto a un tipo de forma expresiva de las letras, y un estilo de frases que me sonaran bien a la hora de ser cantadas, sin que me supusieran vergüenza.
También he de decir que aunque quizás no lo parezca ha sido un acercamiento muy progresivo. Por ejemplo, antes de este disco hay otro, aún sin publicar y que probablemente tenga que editar bajo otro nombre porque es muy diferente a lo realizado con Ghost Number, que ya hice en castellano. Igualmente ya hubo colaboraciones, intentos, pruebas… Fue un cúmulo de cosas que me han ido haciendo sentir más y más cómodo. Además el tipo de temas que quería hacer en este caso me sugerían una producción en la que el castellano debía tener una cabida mucho más significativa y veraz. Y junto a todo ello, que yo estaba en un proceso vital en el que tenía aún más necesidad de ser explícito, a mi estilo, por supuesto, respecto mi mensaje.
A pesar de ello has mantenido el concepto que construiste desde el principio de la andadura al denominar tus discos como la banda sonora de un lugar ficticio (Ashdogtown) en el que ambientas tus canciones ¿en algún momento te planteaste la posibilidad de abandonar ese recurso en este trabajo?
Más que una banda sonora de ese lugar ficticio se trataría de las canciones típicas de allí, pero has tenido muy buen ojo en esa consideración… Antes de componer este último disco, y durante, le di muchas vueltas a eso, incluso me planteé si este trabajo no sería un cambio demasiado grande o si se llegaría a entender como una evolución que mantiene “la esencia” de lo que venía haciendo. Aunque también te digo que cada vez me siento más desconectado de esa idea de la historia… pero, al menos hasta el momento, es algo con lo que he preferido seguir, incluso porque ese esquema está tan claro que es fácil estructurar o encajar partes relativamente nuevas en él.
“Casi todo lo que hay alrededor de la música, a día de hoy y desde hace años, se me hace bastante desagradable e incluso a veces, muy tóxico”
¿Y el hecho de haber realizado un disco que de alguna manera representa de forma más personal e intima tus sentimientos ha causado algún cambio en tu forma o perspectiva de hacer música, en la manera de relacionarte con ella?
Por supuesto, totalmente Para mí este disco ha marcado un antes y un después, e incluyo también a ese anterior que te he comentado aún sin publicar. Tengo claro que hace años no me hubiera visto capaz de hacerlo de esta manera, ahora la necesidad me ha abocado a realizarlo así sin ningún tipo de miramiento.
Uno de las grandes interrogantes que se asocian con el hecho creativo de las personas que os dedicáis a este tipo de tareas es hasta qué punto estar inmerso en momentos anímicos duros o dolorosos espolean ese talante creativo, o si por el contrario es necesario empezar a salir de ellas para poder mirarlas con algo de distancia y poder plasmarlos...¿Cómo ha sido tu caso?
La verdad es que esto es algo sobre lo que también he meditado muchas veces. Lo primero, antes de empezar a hablar de estos temas, creo hay que subrayar que no hay que romantizar esos procesos de sufrimientos vitales en los que, por una razón u otra, surgen o pueden surgir destellos de creatividad extras y/o diferentes; hay que tratar ese tipo de cosas con profesionales y punto. En mi caso, de hecho, siempre he sentido que necesitaba componer estando bien, en un buen momento y por supuesto, sobrio, pero llegó la depresión y me dio la vuelta del revés.
El disco al que hecho referecnia antes, el que está inédito aún, lo grabé en un estado personal horrible y fue un claro flotador salvavidas: salía de la mierda, y de casa, únicamente para poder dejar plasmado todo eso en el estudio de alguna manera y volver al fango, es decir, a mi cabeza. Cuando comencé “Venenos y demonios” estaba en una situación en la que empezaba leve y suavemente a remontar, todavía bien jodido y confuso. Me encontraba en una fase menos “pasiva” y más de euforia, saliendo mucho y esas cosas.
Entre otros muchos motivos, sacar “Dirt & Other Spells” y que ni Dios nos llamara para tocar, además de habérnoslo comido enterito por la pandemia, entre otras cosas, fue un palo bien gordo, así que me planteé mucho si quería o necesitaba seguir en la música de esta forma.
Tomé la composición de “Venenos y demonios” también como un acto de amor propio. Me decía a mí mismo: ¿Componer te hace feliz? Pues hazlo todos los días e intenta hacer un disco y unos temas que te gusten tanto o más que los anteriores. Así que fue un hecho algo más… disciplinado, quizás. También pensaba mucho sobre que quería decidir yo cuándo seguir y cuándo dejarlo, no que la coyuntura de una pandemia y un mal contexto general me obligasen. Como se puede intuir, y aunque suene a cliché, componer es un acto de necesidad vital para mí, al menos hasta ahora. Sin embargo, casi todo lo que hay alrededor de la música, a día de hoy y desde hace años, se me hace bastante desagradable e incluso a veces, muy tóxico, y que no se me entienda mal, claro que también se conoce gente maravillosa y pasan cosas bonitas.
Este es un disco retorcido, visceral, febril, incluso más teatralizado que ninguno, ¿era el ambiente que desde un primer momento entendías que debían tener estas canciones?
En cuanto a este aspecto simplemente me salió así. Ha sido un disco muy solitario de hacer y de ver nacer, porque aunque escriba siempre en su totalidad cada parte/instrumento de los temas, salvo algún detalle puntual, y esté acostumbrado a eso, prácticamente casi ninguno de los músicos que me rodeaba mostraba algún tipo de interés por los temas nuevos, así que tuve que tirar yo solo hacia adelante. En esa soledad también ha habido muchos momentos súper bonitos. Me lo he pasado muy bien componiendo y grabando. Es sin duda el disco en el que más he bailado, reído y llorado haciéndolo y, supongo que en esa comodidad y espacio seguro para mí mismo, afloró simplemente mi lado más “yo”. Ni más ni menos.
Aunque te encargues de prácticamente todos los instrumentos hay un elemento como es el de los coros que tiene una relevancia especial y resulta decisivo en el ambiente musical conseguido, ¿siempre manejaste desde un inicio la idea de usar ese aspecto?
Siempre. La primera formación del grupo tenía coristas. Cambió por completo al empezar a formalizar más el proyecto y se perdió esa figura, por aquello de no ser tantas personas. Cuando se fue casi toda la banda al publicar “From Dawn to Dust” aproveché, de nuevo, para incluirlos en la banda y también darles más peso en las composiciones. Me encantan los coros y efectivamente es un recurso que me parece muy interesante de ser usado.
Como curiosidad, todos los coros del disco casi se terminan por publicar conmigo haciendo de tropecientas voces falseando ser un coro de mucha gente (algunos de hecho, así siguen), pero por darle una naturalidad extra conseguí por fin grabarlo con las coristas y, como los músicos no estaban disponibles, como ya comentaba antes, pues decidí quedar una tarde con mis amigos, tomar unas cervezas y grabar las voces restantes. Así nació el Conjunto Coral de los Solfabirras y una de las sesiones más divertidas que he grabado en mi vida.
El disco se abre con lo que parece casi un canto gregoriano (“Nada malo”) donde se dice: “he aprendido que no hay nada malo en el Infierno”. Me suena casi a esa inscripción que reproducía Dante a la hora de entrar al infierno, "Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis", no sé si hay algo de eso...
Es curioso porque fue un libro que sí empecé a leer durante el proceso, pero diría que no afectó en nada a la composición, ni a este caso concreto, ya que este tema estaba terminado antes de empezar el libro. Pero sí que tiene mucho que ver. Esa introducción son los coros que hay de fondo en los estribillos de “Pal Infierno”, que soy yo haciendo armonías con diferentes voces, pero en este caso con una línea extra de armonía que grabó Arantza (violinista), que le dio ese toque “gregoriano” y que le terminó dando la puntilla. Tanto esa pequeño pasaje como el tema vienen a reflejar un poco eso…hablando en plata, ese momento en el que ya asumes que todo es una puta mierda. Tiras hacia adelante y un día dices, bueno, pues me he acostumbrado a la puta mierda, es lo que hay. Puedo con esto y puedo estar hasta a gusto y todo, o no...
Un tema como “El Mal” parece de los más explícitos y terapeúticos en el sentido de plasmar esa idea recurrente en el disco que parece advertir que es necesario asumir nuestra parte oscura para poder lidiar con nuestros monstruos. ¿Tiene algo de eso el disco?
Al cien por cien. Como bien ves la figura arquetípica de La Sombra en el sentido más “jungiano” del asunto está más que presente por todos los lados. Es un tema de doble filo, en la letra se dice: “voy a desatar el Mal que hay en mí”. ¿Desatar para liberarlo y quedarte tú libre de él o desatarlo para que sea tu montura y tú uno de los jinetes del Apocalipsis? Una elección que yo tengo y tenía clara pero que a partir de ahora es del oyente.
“En este último disco he compuesto sin pensar en nadie. Es simplemente lo que necesitaba hacer y punto”
Dentro de ese ambiente cargado y visceral que domina en el disco hay una canción que baja la aceleración, es la bella y dolorosa “Un puñal y una flor”, ¿por qué elegiste que ese tema en concreto supusiera el casi único momento de “descanso” musical?
Porque está inspirada en el descanso eterno. La muerte, y más si está cerca, revuelve mucho, así que necesitaba algo, como bien dices, bello y doloroso. A día de hoy no consigo tocar esa canción sin romper a llorar.
Un disco como éste, con todo ese sonido cargado, lleno de voces, ¿lo ves factible trasladar, y conseguir transmitir su contenido, a los escenarios?
Si te soy sincero, no es una tarea nada fácil pero quiero pensar que he trabajado lo suficientemente duro como para esperar que así sea. Pronto saldremos de dudas.
El disco ha salido a la venta a través de FOLC Records, un sello ya consolidado y de cuidado catálogo, ¿cómo surgió esa posibilidad de colaborar y hasta qué punto este tipo de situaciones las percibes como un empuje y una motivación para seguir haciendo esta música?
En este caso hablé ya con ellos en 2019 y les interesó publicar “Dirt & Other Spells”, pero llevaba ya una semana en fábrica cuando recibimos su respuesta y no fue posible en ese caso. Dejaron la puerta abierta a hablar de cara al siguiente trabajo , así que cuando iba cerrando “Venenos y Demonios” les volví a contactar, les gustó mucho la idea y las demos y aquí estamos.
En cuanto a si es una motivación…por supuesto, y la es gigante. Ser músico nunca ha sido fácil, pero ser músico en 2022 (incluido el pasar la pandemia) es casi un acto suicida. Nadie ayuda y casi todo son palos en las ruedas. O eres un titán a nivel mental; o tienes un apoyo que flipas a nivel management, promo, booking y de ese tipo de cosas, o mucha pasta, o sabes que si intentas hacer todo lo que “es requerido” hoy en día para que “te vaya bien como músico profesional”, te va a afectar -y no poco- a nivel mental. Así que sí, que alguien, además con el recorrido y buen hacer de FOLC Records, venga y te diga que te va a publicar, es un gran empuje y algo muy bonito.
Visto lo visto, cuál es la valoración que harías del recorrido de este proyecto, ¿tienes la sensación de haber sufrido un duro camino con muchos obstáculos o se impone una sensación de felicidad y satisfacción por lo que has logrado?
Puede sonar pesimista pero, desde hace años hasta hoy en día y, por desgracia, aún teniendo en cuenta todas las cosas tan bonitas que nos han pasado como banda, me temo que siendo objetivos va ganando lo hostil, duro y no agradable. Algo que aún y todo, no empaña en absoluto la enorme satisfacción y el orgullo de haber conseguido publicar estos tres discos contra viento y marea.
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