Genio en la sombra
EntrevistasOwen Pallett

Genio en la sombra

Lara Sánchez — 10-05-2011
Fotografía — Archivo

Ser, con tan sólo treinta años, el hombre en la sombra de hitos sonoros para Arcade Fire, Pet Shop Boys, The Last Shadow Puppets, The Rumble Strips o Mika, y sacar tiempo para deleitarnos con uno de los discos más bellos y originales del pasado año, “Heartland”, con la Orquesta Filarmónica Checa, puede convertirte en un creído. En el caso del canadiense, nada más lejos de la realidad.

Dicen que la buena educación llega a todas partes. En el caso de Owen Pallet, que nos recibe comiendo porciones de manchego con finura y sutil naturalidad mientras se ofrece a ir andando con los instrumentos en mano hacia la sala donde defenderá su complejo y preciosista, “Heartland”, la impresión es justamente la de un artista que saber estar y hacer. Para realizar su primer álbum bajo su propio nombre –tras la aventura como Final Fantasy- ha tardado un tiempo, pero solamente un día para grabar con la Orquesta Filarmónica Checa. “Me salía más barato y eran buenísimos. Adoro grabar con orquestas, son todo precisión”. Además, le sobraban canciones. “Tenía veintidós temas, dos de ellos iban a ser singles y ‘Lewis Takes Of His Shirt’ ni siquiera iba a entrar en el álbum”. Esos mismos cortes han ido a parar al EP que acaba de sacar, “A Swedish Love Story”, para el que ha necesitado sólo una semana junto a su colaborador en la producción Rusty Santos. A pesar de tan apabullante currículo, la entrevista con este canadiense se convierte en un viaje por el país de la modestia y la inteligencia, incluso cuando reacciona sorprendido al preguntarle si consideraría su último trabajo de los mejores discos del año. “En el Reino Unido no ha gustado nada. Ya han comenzado a publicar sus listas y no aparece en prácticamente ninguna. Creo que es porque cuando creas un álbum musicalmente ambicioso la crítica inglesa evita cualquier elogio”.
La expresividad y texturas del disco recuerda a la maestría con la que otro gran productor, Matthew Herbert, descolocó en su momento con “Bodily Functions”, a lo que Pallet, también hijo de músico, responde con un “Me encantaría trabajar con él, es uno de mis productores favoritos”. También le ha emocionado “The Age Of ADZ” de su amigo Sufjan Stevens. “Creo que he escuchado la canción ‘I Want To Be Well’ mil veces este año”. Todos ellos son trabajos de una complejidad gozosa sólo porque Pallet, Herbert o Stevens, saben sacar el jugo de un loop inusual de violín o de vientos para narrar como nadie. Precisamente, lo que costó encajar fueron las letras. “De los diez meses de preparación del disco, tres se fueron exclusivamente en las letras”. En este disco de Pallet hay historias de una intimidad sorprendente, casi secreta. “Quería huir del disco en torno a un concepto como en los anteriores, que en parte bebían de vídeo-juegos muy conocidos. A lo mejor el próximo lo escribo entero sobre mi madre”, bromea. Y con esas nos deja en la intriga, aunque en un momento hable sin tapujos de la importancia que para él tiene su novio y manager, de los episodios de ansiedad que ha vivido antes de terminar el disco, o de la gira canadiense en la que estuvo algo enfermo y de la que recuerda sólo delirios. “Mis peores shows han sido durante el tour canadiense y otro en el que no tenía a mi ingeniero de sonido habitual y sonaba como un pastel. Aunque parezca que yo y mi violín bastan, realmente se necesita un sonido potente. Las mejores experiencias fueron de telonero de The National en Estados Unidos, en Union Chappel en Londres, en París, y siempre me gusta Lisboa. El país que más me gusta y por el que más me preocupo es Portugal, después Irlanda y Austria, allí tuve una actuación en directo en una radio maravillosa”. Es en este momento del encuentro cuando más confiesa su intimidad, expresando la necesidad de unas vacaciones tras más de un año de directos, y hablando de la poca importancia que para él guarda la industria, ese monstruo que bien te devora, bien te transforma en lo que no quieres ser. Una última lección de humildad antes de recoger los bártulos y marchar a la sala a pie, a pesar de la lluvia madrileña, da una idea más de este genio. “No tengo un ego desmesurado ni ansia por ver mi nombre en neones, sólo me preocupa que a la gente le guste mi música y que me haga ganar el dinero suficiente para vivir. La decisión más egocéntrica que quizás he tomado ha sido cuando, al trabajar con Arcade Fire, pensé en empezar en solitario, y aún así sigo colaborando con ellos. Cuando veo a grupos con todo un equipo detrás tampoco me emociona. Estoy feliz de trabajar como lo hago, mi novio y yo y punto”.

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