“¿La gente paga cuatro euros por una botella de agua en un aeropuerto y no paga un euro por una canción? Algo debe cambiar en la industria de la música”. Me lo dice Gavin Friday (Dublín, 1959) al final de nuestra conversación, tras comentarme que apenas conoce Valencia (y le encantó) de una boda a la que asistió hace unos años, que resulta que es la misma en la que estuvieron sus amigos Bono, The Edge y Adam Clayton – en julio de 2016 –, cuando se dejaron fotografiar la noche antes en un pub de la ciudad.
El histórico fundador de The Virgin Prunes, creador de las bandas sonoras de "En el nombre del padre" (1993) o "The Boxer" (1997), entre mil y un trabajos más de muy distinta naturaleza, me atiende desde su casa de Dublín para hablar sobre "Ecce Homo" (BMG, 2024), el sexto álbum de su carrera en solitario, producido junto a Dave Ball (Soft Cell) y Michael Heffernan, con canciones dedicadas a sus amigos Sinéad O’Connor o Hal Willner y a su propia madre, todos fallecidos en los últimos tiempos. Hablamos sobre música, claro, pero también sobre política, catolicismo y el quebradizo estado actual del mundo.
Son trece años desde tu último álbum. Supongo que, a estas alturas de la vida, y más teniendo en cuenta que el disco está dedicado a mucha gente (amigos, familiares) que ya no está aquí, solo sientes la necesidad de publicar algo nuevo cuando tienes algo importante que decir.
Más o menos. Nunca he funcionado de una forma convencional, ni cuando estaba en Virgin Prunes ni en solitario. Siempre he hecho todo cuando me apetecía. Solo. Siguiendo mi camino. Hice "Catholic" (2011) hace trece años, luego estuve de gira dos años, pensé en hacer otro álbum, pero algo se interpuso, diferentes cosas. No estuve parado. Tuve una oferta del compositor Gavin Bryars para trabajar para la Royal Shakespeare Company, que es algo muy apetecible, como un desafío, y lo hice, y en 2016 fue el centenario de la Revolución Irlandesa contra Inglaterra y me embarqué en un proyecto con uno de mis grandes héroes, el diplomático y humanista irlandés Roger Casement (1864 - 1916), que fue ejecutado por los británicos en 1916, para quien hice una instalación musical de una hora de duración, que me llevó nueve meses de trabajo. Hice una banda sonora también… estoy siempre trabajando, intento ir donde mi instinto me lleve. Y cuando empecé a trabajar en este álbum, ni siquiera sabía que lo estaba empezando: el músico Dave Ball (Soft Cell), a quien no había visto desde los tiempos de Virgin Prunes, contactó conmigo para hacer una versión del “Ghost Rider”, de Suicide, por el setenta cumpleaños de Alan Vega, y la trabajamos en remoto, yo desde Dublín y él desde Londres, y fue bastante bien. Salió un EP de diez pulgadas. Me dijo que tenía algunas ideas más, y me envío algunas, de forma aleatoria, sin orden, durante dos o tres años me iba enviando ideas cada dos o tres meses. Hace dos o tres años pensé que podía salir algo interesante de ahí, y me desplacé a Londres para trabajarlas con él. Tras una semana de trabajo muy espontáneo, le propuse volver al cabo de un mes, para otra semana de trabajo. Fue en 2018 cuando me di cuenta de que teníamos algo potente. Hasta entonces habíamos trabajado todo con un sonido muy electrónico, pero quise añadir también la sensibilidad de mis bandas sonoras, un ambiente distinto, con instrumentos orquestales, hacerlo más cinemático, y como ese no es el punto fuerte de Dave, me propuso que lo terminara por mi cuenta. Ahí es cuando me di cuenta de que tenía un álbum. Las letras empezaron a salir, llegó 2019 y ya vi que estaba casi hecho, y llegó la pandemia. Las restricciones en Irlanda fueron durísimas, lo que en retrospectiva creo que estuvo bien, porque fuimos uno de los países con menos muertes. Dejé el álbum aparcado, en espera de que la pandemia amainase, y luego lo mezclamos. Y en dos semanas está en la calle.
"En la era del punk, todo el mundo escribía sobre lo que sentía"
Tu amigo Hal Willner o tu madre, recientemente fallecidos, están entre las personas a quienes va dedicado.
Tuve siempre una relación muy buena con mi madre. Estaba muy sola, porque mi padre había muerto, mis hermanos se habían mudado a otras ciudades y padecía Alzheimer, una enfermedad horrorosa porque te secuestra el cuerpo, hace que tu espíritu y tu alma se evaporen, aunque tu cuerpo siga ahí. Era un Alzheimer severo. Ocurrió mientras estaba escribiendo. Fue muy frustrante, porque ya no podía comunicarme con ella. Después de tres años cuidándola, tuvimos que ingresarla en una residencia. Un lunes que fui a visitarla, donde habitualmente la maquillaban y peinaban, me dijeron que ya no había nada que hacer con eso, que era su elección, y cuando llegué a la habitación y la vi, llevaba las uñas pintadas de negro, el pintalabios negro, el eyeliner negro y el pelo blanco: un look gótico (risas). Mi madre se había encargado, muchos años atrás, de la ropa que vestíamos los Virgin Prunes, y ahora se había convertido en una especie de abuela gótica, y la canción que estaba escribiendo para ella tenía ese punto como gótico y dance a la vez, si es que tiene sentido. Le metí energía y también algo de pathos a la canción, porque no supe, hasta que murió, que su canción favorita había sido “Daisy, Daisy, Give Me Your Answer Do”, llamada en realidad “Daisy Bell”, una canción popular escrita en 1892. ¿Sabes cuando en la película 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), apagan los ordenadores y lo último que canta Hal 9000 es lo de “Daisy, Daisy… “? Googleé y averigüé que la primera canción que fue sintetizada electrónicamente por ordenadores en la historia, en los años sesenta, fue esa. Y por eso Kubrick la escogió. Ahí me pregunté si estaba haciendo un álbum semi electrónico con la canción favorita de mi madre. Fue algo espontáneo que brotó del trabajo en el estudio. Como una coincidencia.
Al igual que tu anterior disco, este también está muy marcado por el catolicismo. Ayer terminé de leer "La posibilidad de una isla" (2005), un libro de Michel Houllebecq, cuyo protagonista comenta que Irlanda, Polonia y España son los tres países europeos en los que más se ha notado su huella. A veces pienso que en España ha sido una rémora histórica, que ha ido en contra de progreso. No sé cómo lo ves en tu país.
Aquí igual. Utilizo imaginaría católica, pero no me gusta la iglesia católica. La encuentro regresiva y negativa. Creo que, como pasa en España, aunque de un modo distinto porque vosotros tuvisteis la dictadura de Franco y sois un país complejo, aquí en Irlanda fuimos gobernados por la iglesia católica con puño de hierro. Fue como una dictadura. La detesté cuando era joven y adolescente. Tuve una educación católica, en la que el castigo corporal y la violencia eran habituales. Todos y cada uno de los días de la semana. Por suerte, ya no es así. En los últimos 25 años ya no es así, y somos un país mucho mejor. Hay que recordar que la iglesia católica prohibió libros, música, cine… el divorcio no se legalizó hasta 2002, el aborto hasta hace cuatro años, la homosexualidad era delito hasta 1994. Obviamente, no me puede gustar la iglesia católica. Pero uso su imaginería quizá por lo mucho que me afectó, para reutilizarla en un sentido distinto, como algo desafiante. No sé hasta qué punto las religiones son buenas. Hay gente buena en la iglesia católica, desde luego, igual que en la musulmana o en cualquier otra. Pero odio el fundamentalismo que le dicta a la gente lo que debe o no debe hacer: eso debería quedar limitado a ti y a tus creencias. Vive y deja vivir.
Creo que España es bastante liberal, aunque tenga su punto tradicional: la religión es importante en las bodas y funerales.
Dedicas una canción, “Stations of the Cross”, a Sinéad O’Connor. ¿Crees que sufrió algo parecido a un vía crucis? Me viene a la mete, inevitablemente, lo que sufrió después de romper una foto del Papa en televisión.
La conocí bien, era buena amiga. En realidad, la canción no trata sobre la cristiandad ni la iglesia católica, sino sobre las relaciones que no reconocen que están jodidas. Y se enredan en ese bucle que es como un vía crucis. A veces sabemos que las cosas no van bien con alguien, pero no nos paramos a pensarlo. Cuando hice "Catholic" (2011), Sinéad me preguntó por qué no la había llamado para colaborar. A ella le encantó el disco. Sí que cantó conmigo en algunas de las fechas de la gira de presentación. Cuando estaba trabajando ya en este nuevo disco, le mostré esta canción, “Stations of the Cross”, que trata sobre la necesidad de romper con ese ritual del que la gente tiene miedo de apearse, esas relaciones que no son sanas. Me dijo “oh, claro que quiero cantar esto contigo, hagamos un dueto”. Yo no la escribí pensando en ella, pero ella entendió el mensaje. Totalmente. Y luego murió su hijo. Y ella enfermó. Y tuve claro que sería muy difícil que la pudiera cantar. Y murió. Así que dedico la canción a su espíritu. Ella era increíble. Lo pasó mal después de aquello que hizo con la foto del Papa. Pero fue una de las primeras artistas que tuvo los huevos de denunciar los abusos infantiles dentro de la iglesia católica, algo que se probó como cierto con el tiempo. Tenía razón. Habló sobre los problemas de salud mental cuando nadie más lo hacía. Ahora todo el mundo lo hace. Y fue condenada al ostracismo, considerada una lunática. Y no lo era. Fue una visionaria. Una soldada. Una Juana de Arco. Te contaré una cosa: el día que murió, en agosto del año pasado, estaba en casa cuando dijeron por la radio que había muerto, y rompí a llorar. Pero es que todas las emisoras de radio en Irlanda, ya fueran independientes o estatales, empezaron a poner música suya durante seis horas seguidas. Fue como una sinfonía. Saqué a mis perros a pasear, con un cabreo tremendo, pero podía oír música suya sonando desde todas las casas. Ibas a un pub, y sonaba música suya. Fue como si todo el país estuviera de luto. Una semana después asistí a su funeral y fue increíble. Miles de personas llorando en la calle. Fue como si hubiéramos perdido a nuestra Lady Diana. Era muchísima la gente que la adoraba, y sabían que ella estaba en lo cierto. Que tuvo razón. Lo pasó muy mal, pero es una leyenda. Y con una voz privilegiada. Perdona, porque me emociona hablar de ella. Pero es que la quería mucho.
¿Crees que hay relevo generacional? ¿Qué música irlandesa te gusta en la actualidad?
Me gustan Fontaines D.C. y The Murder Capital, son jóvenes y hablan sobre la ira que sienten. Hay una escena en Irlanda que creo que no habíamos visto desde los días del punk. Y también me encanta lo que está ocurriendo con la música celta, con el revival encabezado por bandas como Lankum, que no lo hacen en plan “todo es fantástico, tómate una pinta de Guiness”, sino que tratan sobre temas importantes. Toda esta gente admiraba a Sinéad O’ Connor, ya que me preguntabas antes. Su fuego, su espíritu. Creo que los irlandeses tenemos un ADN… el ADN español creo que tiene que ver con bailar, con la libertad, con la sensualidad, con la pintura, y creo que el irlandés tiene que ver con la poesía, con la voz y también con la rebelión. La rebelión está en nuestro ADN, creo que porque fuimos un país oprimido durante cientos de años. Los irlandeses son duros. En el buen sentido. Por esa historia de vivir ante la adversidad.
Una de las canciones, “Ecce Homo”, parece un canto contra la intolerancia.
Esa expresión es lo último que Poncio Pilato le dijo a Cristo. Hago estas cosas porque las llevo también en mi ADN. Llevo un colgante con un crucifijo, pero no soy católico. ¡Es una mierda muy loca! Escribiendo con Dave Ball, quise hacer algo que sonase agresivo. Trump ganó las elecciones en 2016. Y luego empiezas a ver las alas que eso le dio a otros movimientos de extrema derecha en Hungría o en Francia… mires a donde mires te encentras con la extrema derecha. ¿Qué coño está pasando aquí? En el lugar más liberal en el mundo, que es Europa, ¿se está empezando a tener fobia a un montón de cosas? ¿Al color de la piel, a las distintas formas de vivir el sexo, a los refugiados? ¡El mundo entero está hecho de refugiados! Es demasiado grande. No soporto estos fundamentalismos. Todo eso me empezó a cabrear. No estoy en contra de Dios ni de la espiritualidad, sino en contra de los fundamentalismos religiosos organizados. Contra quienes le dicen a una mujer lo que tiene que hacer con su cuerpo. Contra quienes te dicen qué tipo de personas te han de gustar y qué tipo de personas no. “Ecce Homo” significa también “mirad al hombre”, algo así como “aquí estoy”, y eso también me gusta. No me gusta explicarlo todo literalmente, porque prefiero que el oyente se forme su propia experiencia, pero necesitaba hablar sobre el jodido estado en el que está el mundo ahora. Creo que es el peor momento desde que yo vivo. Crecí con una guerra en Irlanda del Norte, y en Dublín y Londres, con atentados y cosas horribles para un joven, y no me puedo creer que ahora las cosas vayan incluso a peor, con racismo, sexismo, homofobia… ¿qué coño es esto? Esta canción habla sobre esta locura. Muchas bandas ya no quieren hablar sobre todo esto. Y no sé por qué. En la era del punk, todo el mundo escribía sobre lo que sentía. Yo intento escribir sobre lo que me conmueve emocional e intelectualmente, aunque quizá no sea la decisión más inteligente desde el punto de vista comercial, pero me da igual (risas).
“When The World Was Young” está dedicada a Bono y Guggi, tu compañero en Virgin Prunes.
Fue de las más espontáneas, una de las primeras que escribimos. Me retrotrae a un tiempo de inocencia. También creo que, al haber cumplido los sesenta, miras atrás. Sentíamos mucha libertad. Vivimos ahora en un mundo muy reprimido, en el que además es muy complicado económicamente prosperar con una banda, porque el puto Spotify y el streaming están estrangulándoles, salvo que seas ya muy grande, porque no hay quien venda un CD, y cuando nosotros teníamos quince años teníamos otras dificultades, así que la canción es como un consejo a los músicos jóvenes de ahora para que persigan sus ambiciones y sus sueños, aunque no sepan a dónde les puedan llevar. Hay algo muy bonito en seguir tu instinto. Yo tuve la suerte de conocer a Guggi y Bono. Teníamos espíritus similares, que forjaron un vínculo fuerte. Lo que hicimos Virgin Prunes y lo que hicieron U2 es muy diferente (risas), pero adoro aquella juventud y aquel amor y aquella temeridad de hacer las cosas sin pensar en las consecuencias. Has de luchar en esta vida por tus amistades. También por tus relaciones de pareja o familiares. Aunque la familia sea complicada. Yo he sido muy afortunado de tener a esta gente en mi vida. Nos protegíamos entre nosotros.
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