Sin duda los murcianos han enmudecido a todo aquel que pensaba que el pop nacional había perdido audacia en los últimos años. Klaus & Kinski consiguen trazar la curva emocional de una persona utilizando como coordenadas un ideario de estilos que tienen, por supuesto, la canción como fin único.
"Nuestro ideario, por así decirlo, lo sentimos muy distinto al del sonido Donosti" |
Alex y Marina rocanrolean en clave folk, country, tecno pop, shoegaze e incluso hasta tocan el bolero en una suerte de miscelánea evocadora de la música popular de ayer y hoy. Canciones cuyo apresto se debe a una alquimia musical que destapa a Alex como un compositor ecléctico e imaginativo y a Marina como su perfecta actriz fetiche; temas que ya habían sido contrastados en sus maquetas y cuya selección y orden de aparición dentro del álbum es el primer acierto. Un disco largo, catorce cortes nada menos, pero que sin querer o queriendo se percibe dinámico con mucho movimiento interno. “Nadie nos había dicho lo del movimiento, lo cual nos alegra… porque también hay temas más lentos, y es difícil acertar con el orden correcto. No nos planteamos una obra conceptual, con un sentido unívoco. Lo entendemos como una colección de canciones, aunque ahora (por lo que dice la gente) recalcamos el sentido heterogéneo y ecléctico”.
Para alguno Klaus & Kinski pueden ser el eslabón perdido entre el sonido Donosti, entendido como el pop elegante de La Buena Vida y la chispa de Family, y la frescura de la huerta murciana (Vacaciones, Parade, Me enveneno de azules). Primer palo de ciego. “Nuestro ideario, por así decirlo, lo sentimos muy distinto. Otra cosa es que el registro, timbre y manera de cantar de Marina pueda recordar a referentes Donosti, porque aporta dulzura y languidez a un tema aunque la música de debajo sea brutal death. Si cantara otra persona sería distinta la percepción. Simplemente explotamos lo que hay”. Es más, si metemos el dedo un poco más en el ojo, la voz susurrante de Marina puede sugerir comparaciones odiosas aunque dicho registro no sea más que fruto de las exigencias del guión que marcan las canciones de Alex. “Intento adaptar mi voz a lo que Alex me pide en cada canción; normalmente quiere languidez decimonónica pero hay canciones que piden otra cosa, como ‘Sintigo o sin ti’, que tiene unas voces bastante poco susurradas. A veces me cuesta horas de desgaste llegar a ese registro tan suave. No me lo planteo como nada más que poner voces a sus canciones y, la verdad, me molestan bastante las comparaciones que quieren ver en la naturaleza de mi voz influencias que no me van para nada”.
Pues pasamos de lo obvio a lo obtuso, y es que tanto en la música como en los textos hay un mensaje velado, un lado más enigmático y menos evidente. “En algunos casos es simplemente humor negro, pero a veces la sordidez es un vehículo para decir cosas, una intención literaria, o un contraste con la música. Pero todo intenta ser honesto y sincero”. Y tanto, en ningún momento intentan maquillar canciones, por otro lado deslumbrantes como “La Mano de Sta. Teresa” o “Flash Back” aunque estas beban de fuentes más o menos explotadas. “Hay un indie pop, por así decirlo, más o menos ‘tradicional’ (si es que eso existe), hay country, shoegaze, noise, tecno pop, balada sesentera, bolero… Evidentemente todo eso está explotado, pero partimos libremente de todo ello, según nos da”. Sin prejuicios de este tipo es más fácil firmar un disco como “Tu hoguera está ardiendo”, una especie de jukebox del indie español donde te vienen a la cabeza muchas referencias propias y extrañas desde los pasajes hipnóticos de los mejores Los Planetas en “Ronnie O’Sullivan” a la mágica inocencia de Nosoträsh en “En la cama” o todo junto en la que se apunta como la composición más brillante del álbum “Lo que no cura mata”, un tema de esos que te levantan unos centímetros del suelo mientras avanza su escucha. El suyo es un disco hilado muy fino, incluso ese curioso interludio en clave bolero que puede ser “Mengele y el amor”, chirriante para algunos oxigenante para otros. Lo cierto es que Klaus & Kinski han sabido leer entre líneas y hacer un disco fetiche que sirva de fuego purificador para un indie pop un tanto apolillad
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