FREAK OUT! LE FREAK… C´EST CHIC
EntrevistasPascal Comelade

FREAK OUT! LE FREAK… C´EST CHIC

Redacción — 14-03-2002
Fotografía — Archivo

LA ESPECIALIZACIÓN Y EL GUSTO POR PERSONAJES PECULIARES QUE SE ME SUPONE EN LA REDACCIÓN ME PROPORCIONA GRANDES MOMENTOS. COMO ENTREVISTAR A PASCAL COMELADE, ALGO ASÍ COMO LA VERSIÓN TRANSPIRENAICA DE SISA. SENTADO ANTE ÉL, POR LA PINTA JURARÍA ESTAR COMPARTIENDO UN AGUA CON UN ROCKER VETERANO DEL BAR DE LUCIEN QUE IMAGINARA EL DIBUJANTE FRANK MARGERIN. LA EXCUSA, SU NUEVO DISCO “PSICÒTIC MUSIC HALL” (DRAC/VIRGIN, 02).

Comelade está en Barcelona para presentar su nuevo disco “Psicòtic Music Hall”. Con la primera palabra en catalán, sí. La explicación es tan sencilla como misteriosa: Comelade siempre ha tenido una gran consideración en Catalunya y el territorio francés más cercano, hasta Montpellier más o menos. Por aquí, exagerando un poco, lo pondríamos a la misma altura que gente como Jonathan Richmann o el mismísimo Stephin Merritt, mientras que un poco más allá apenas le conocen. Misterios de la creación (que ayudaremos a desvelar un poco más adelante) porque este disco es instrumental, así que debería incidir en igualdad de condiciones en cualquier parte. Como dice Paz Padilla, es lo que hay, así que hablemos de ello. “Estoy muy contento porque por primera vez tengo aquí un disco distribuido por los canales normales. Llevaba cerca de cuatro años buscando una compañía de discos en Barcelona. Siempre he querido guardarme España y Portugal. Nunca he dejado que fuera de Virgin: yo tengo un pasado aquí y un tipo de Virgin que vive en París no se entera. Lo que haga quiero hacerlo yo y bien. Aquí siempre he tenido un increíble apoyo y seguimiento de la prensa. En cambio, en Francia cada vez que saco un disco tengo que explicar de nuevo toda mi vida”.

“Yo me identifico con el primitivismo musical y la práctica instrumental básica del primer Jonathan Richmann o los Cramps”

Bien, es que aquí vivió bastantes años y lo hemos visto patearse un año sí y otro también los garitos más underground, desde la tristemente derribada Bodega Bohemia a cualquier teatrillo pseudo-experimental de Gràcia. Le hemos visto acompañar musicalmente a expresionistas abstracto-visuales como Accidents Polipoètics o Superelvis y las lecturas de poemas de Enric Casasses, musicar exposiciones de Miró y Picasso y producir y arreglar el “Visca la llibertat!” de Sisa. Así que sabemos de qué es capaz y nos encebollamos en explicarlo a los que no lo saben. Porque oigan, cuando descansa del entorno vanguardista este hombre ha aparecido en un tributo a Kraftwerk (versionando “The Robots”), ha sido portada de Les Inrockuptibles, ha grabado temas con Miossec, Robert Wyatt o J.H. Peron (el líder de Faust), tiene un grupo japonés de tributo (Les Pascals) y la mismísima PJ. Harvey (sí, he dicho PJ Harvey) colaboró como fan declarada en su disco “L´Argot Du Bruit” (1998). Así que si ahora le da por hacer un disco instrumental-cabaretero, con instrumentos de juguete, ukeleles, mandolinas y washboards (sí, las tablas de lavar esas del hillbilly), lo último que estoy dispuesto a hacer es presuponer que de ahí no salga nada bueno. Y, por supuesto, lo hay. Un extraño disco (fíjense en unos títulos: “El Zoot-horn rollo enmascarado”, “Il Luna-Park galáctico”, “The Blank Invasion Of Schizofònic Bikinis” o “Al Pianista Della Bodega Bohemia”) mucho más clásico de lo que su nombre y portada pretenden, una disertación sin voz sobre los olores y apariencias del cabaret portuario, embebido de una realidad propia que le transforma en su propio mundo; un disco que es una función de circo, en el cual la primera pieza es la taquillera que te franquea la entrada y la última el director de pista que te dice adiós y que por favor vuelve pronto y trae a los niños. Y volverás, porque Pascal y su función de cabaret circense te habrán ayudado a recordar que fuiste niño. Y eso hay muy pocos discos, por mucho que te gusten, que sean capaces de conseguirlo. Se me está yendo la olla, el disco... “No sé qué pasará con el disco. Yo estoy obsesionado por la música. Es mi vida. Empecé muy joven y siempre he sido muy underground. Nunca he pensado tener un hit. De hecho, de entre millones de músicos muy pocos lo tienen. A cambio puedo permitirme el lujo de trabajar dónde y con quien quiera. El nombre y la estética del disco provienen de mi gusto por el caos en la cultura; me gusta amargarme la vida. El título es un homenaje a una canción de los sesenta, muy representativa del rock de aquella época, ´Psychotic Reaction´ de The Seeds. En realidad es un trabajo bastante clásico, sin mucho rock. Aunque yo me identifico sobre todo con el primitivismo musical y la práctica instrumental básica del primer Jonathan Richmann o los Cramps, ese rock de siempre alejado de la cultura virtuosista o innovadora de la música occidental, que por cierto es culpa de Walt Disney (n. del r: vale, otro día le pregunto por qué pero juro que lo dijo...). Es un disco instrumental, pese a que en toda la segunda mitad de siglo sólo ha habido cuatro éxitos instrumentales populares”. Estooooo.... ¿cuáles? “Pues ´Apache´, ´Telstar´, ´Pop Corn´ y ´El Bimbó´”. Amigo Comelade, aquí has pinchado en hueso. Que para algo (momento spam periodístico) me curro yo cada martes un programa de radio sólo de instrumental. ¿Y “Hava Nagila” de The Spotnicks? ¿Y el maravilloso “Walk Don´t Run” de los Ventures? ¿Y los Shadows? ¡¿Y “Pipeline” o “Misirlou”?! “Vale, vale... es cierto. Y también está el trabajo de compositores vanguardistas y minimalistas como Michael Nyman o The Penguin Café Orchestra, muy interesantes aunque no alcancen el éxito”. Y los grupos contemporáneos de post y out-rock. Un rato más y acabamos coreando “¡qué viva el instrumental!”. Y es que Pascal, como el que suscribe, es un personaje que se relaja ensuciándose las manos en cubetas de vinilos de segunda y tercera mano y que espera un momento entre entrevistas para irse de tiendas (aprovecha, Pascal, que el mp3 está acabando con ellas...). Un personaje. Y un muy interesante disco, desde luego condenado a no alcanzar el éxito ni de lejos. Les dejo, que tenemos que quedar para junio en La Village du Disque de Issigeac (“treinta toneladas de discos para buscar”). Pero marchémonos con palabras de Sisa: “Pascal es un artista enorme. Sólo los de su raza consiguen la máxima intensidad expresiva con los mínimos recursos”. Lo dicho.

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