Me atiende por zoom desde París, en plena promoción de "The Human Fear" (Domino/Music As Usual), el sexto álbum de Franz Ferdinand, cuya formación completan ahora Audrey Tait a la batería, Bob Hardy al bajo, Dino Bardot a la guitarra y Julian Corrie a los teclados. Uno de sus mejores trabajos en mucho tiempo: vivaz, diverso, fresco y con algunos guiños a modos de hacer (el synth pop de los primeros ochenta, la herencia Beatle, la música griega, el vodevil) que no son tan habituales en su obra previa.
¿El miedo nos da fuerzas, refuerza nuestro sentido de supervivencia hasta suponer un estímulo?
Creo que sobreponerse al miedo es un signo de fortaleza. Hace que te sientas estimulado. Te hace sentir vivo. Puede que el título del disco lleve a engaño: que pueda hacer creer que pretende infundir temor. Pero es justo lo contrario. Trata de entender cuáles son los miedos que pueden sobrevenir en nuestras vidas y cómo podemos superarlos. El miedo es universal. Todos los tenemos. Los mismos miedos. Pero la forma en la que respondemos a ellos es individual. A través de ellos damos con nuestra personalidad, averiguamos quiénes somos en realidad. Por eso vemos pelis de terror o nos subimos a una montaña rusa, porque sobreponernos al miedo nos hace sentir bien. Cuando estaba escribiendo las canciones del álbum, no estaba pensando en un concepto unitario ni en un tema en concreto, porque es algo que nunca he hecho. Pero siempre que tengo un disco terminado, trato de interpretar los temas que de los que trata, porque siempre son varios. Una de las canciones, “Hooked”, empieza diciendo “tengo miedo, tengo miedo humano”, y fue como una revelación: me di cuenta de que había miedos ocultos en cada una de las canciones. “The Birds” trata sobre el miedo a ser rechazado por tus colegas. “The Doctor”, sobre el miedo a abandonar una institución. “Night or Day”, sobre el miedo a comprometerte en una relación y perder tu independencia. “Bar Lonely”, sobre el miedo a romper una relación de mucho tiempo. Algunas canciones tratan de responder a esos temores, otras solo tratan de entender esa situación.
"Los artistas a los que admiro siempre son fieles a sí mismos"
Y como banda, ¿habéis sentido miedo a veros atrapados en lo que yo llamo el síndrome de Oasis o The Strokes, que nunca han vuelto a hacer discos tan buenos como sus dos primeros, y parecen destinados a repetirse entrega tras entrega?
Bueno, ¿y cómo juzgas eso? Yo creo que nuestros discos más inventivos han sido precisamente los últimos que hemos publicado. El más exitoso, en términos comerciales, fue el primero, de lejos, sin discusión. No lo puedo negar. ¿Me estás preguntando si tengo miedo de tener menos éxito que entonces o si tengo miedo de ser artísticamente menos aventurado?
Más bien la pregunta es por lo primero, que al fin y al cabo es justo lo que no está en vuestras manos: si tienes miedo de que la gente no valore igual estos últimos discos, de que siempre os valore y os recuerde más por los dos primeros.
Nunca he pensado en el público mientras estaba grabando una nueva canción. En ese momento nunca me he preguntado lo que vendería, ni cómo voy a ser recordado por ello. Soy artista, y hago arte porque tengo que hacerlo (risas). Sé que hay artistas que tendrán ese pensamiento asomando por su cabeza mientras componen, pero yo no soy así Hay una canción en nuestro primer disco que se llama “Come On Home”, y en su segunda estrofa, creo recordar, canto aquello de “So I'm dissatisfied, I love dissatisfied, I love to feel there's always more that I need” (“Así que estoy insatisfecho, me encanta estar insatisfecho, me encanta sentir que siempre hay más de lo que necesito”), y esa frase intentaba resumir cómo me sentía como artista en aquel momento, pero también me representa ahora. Siempre que termino algo, me quedo con la sensación de que aún no he hecho lo mejor de lo que soy capaz. Por eso, nunca vamos a ser una de esas bandas que giran por el mundo tocando sus álbumes más exitosos una y otra vez, en plan de “Franz Ferdinand tocando su primer álbum”, ese tipo de giras. ¡Que le den a eso! Me encanta tocar las canciones de ese primer disco que solemos tocar siempre en directo, pero ¿sabes por qué? Por cómo combinan con las nuevas. Me gusta tocar “Dark of the Matinée” porque toco también “Night or Day”. Me gusta tocar “No You Girls”, nuestro mayor éxito radiofónico en los EE.UU., porque también toco “Hooked”. Y creo que ahora en directo tocamos mejor que nunca. En términos de aspiraciones artísticas, me siento bien en el lugar que estoy. No siento el peso del éxito de nuestro primer álbum. No es una presión. Porque siento que lo que estamos haciendo ahora tiene al menos el mismo valor. Dicho esto, también soy realista, y sé que cuando salió nuestro primer disco, yo era un tipo guaperas de treinta años, y tenía más probabilidades de salir en la portada de una revista que ahora. C’est la vie! Pero eso no afecta a la calidad del trabajo. ¡Aún no estoy satisfecho! Y esa es la razón por la que habrá otro álbum después de este, y por la que voy a intentar que sea mejor. No sé si eso responde a tu pregunta.
Totalmente. Es un disco de canciones muy directas y concisas. Tan solo una sobrepasa los cuatro minutos. ¿Queríais transmitir espontaneidad y frescura?
Hay dos fases en el proceso creativo. Una primera que es muy libre, liberal y desinhibida, un poco como si fuera un proceso de flujo de conciencia, y luego está la siguiente fase, la del editor, que es más fría, calculadora, en la que cortas, cortas, cortas y desechas, y con los años he aprendido a disfrutar más de ella. Me encanta la concisión. Mi escritor favorito es Raymond Carver. Creo que De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981) es de lo mejor que se ha escrito en el siglo XX. Hemingway, Bukowski… todos tienen una concisión y una precisión en su prosa que yo trato de buscar en nuestro trabajo también. No soporto las divagaciones irrelevantes. Me aburren.
A veces, menos es más, y no siempre es lo más fácil.
Casi siempre.
También es un trabajo muy diverso. Las canciones me recuerdan a muchas cosas distintas. Los sintetizadores de “The Doctor”, por ejemplo, me recuerdan a Gary Numan y ese pop sintético de los primeros ochenta.
Creo que el disco te lleva a muchos lugares distintos. Mencionas “The Doctor” pero diría que “Tell Me I Should Stay” suena completamente alejada de eso, con unos arreglos orquestales y unos timbales que no tienen nada que ver, y “Hooked” es electrónica pero en un modo distinto, o “The Birds”, cuya estructura tomé del be bop, de la época en que era un género que llegaba aquí a través de los puertos de las ciudades y al ser tocado en directo incorporaba elementos en spoken word, o “Black Eyelashes”, que tiene algo de la música griega, y conecta con mi herencia por parte de padre. Pero creo que todas suenan a Franz Ferdinand. Y eso es clave. Recuerdo hablar con Bob (Hardy) antes de grabar y esa sensación que tienes cuando llegas a un punto de tu carrera en el que… a veces veo artistas que tratan de reinventarse pero de un modo como si se avergonzaran de quién son, como si se aburrieran de dar vida a su propio personaje, y siempre creo que es un gran error porque puedes acabar pareciendo fake, una imitación de otra cosa, algo poco sincero. Los artistas a los que admiro siempre son fieles a sí mismos: si escuchas a The Birthday Party te sonarán muy distintos a las solemnes baladas del Nick Cave de los últimos tiempos, pero siempre suena todo a él. En gran parte, por su voz. Vi a PJ Harvey en el Olympia el año pasado y su disposición en escena era completamente distinta a la anterior ocasión en que pude verla, pero siempre es ella. Y con este disco fue una decisión consciente la de seguir siendo quienes somos. Y eso es liberador. Cuando sabes quién eres, es fácil viajar y sentirte cómodo en cualquier lugar. Porque te sientes cómodo con tu identidad. No disfrazarnos de lo que no somos es lo que nos ha permitido ir a tantos sitios que no conocíamos. Antes has mencionado un par de bandas que crees que se repiten a sí mismas, y yo creo que el truco es justo lo contrario: estar cómodo con tu identidad para tener la seguridad para poder aventurarte. Eso es lo que te permite ir a otros sitios.
Otra de las canciones, que se llama precisamente “Audacious”, es quizá lo más Beatle que habéis grabado nunca.
Tiene algo de los Beatles, pero ¿sabes por qué? Mira, aquí tengo mi piano. Yo soy un pianista muy malo. ¿Ves las teclas? Es solo esto. Estos acordes. Tocados de la forma más simple y estúpida que puedas imaginar. John Lennon era también malísimo al piano. Terrible. Muy malo. Sus canciones al piano siempre suenan igual, y cuando tocas el piano de una forma tan ineducada y estúpida como yo o como John Lennon, te topas con estas progresiones, que un buen pianista nunca tocaría (risas). Que son canciones que me encantan, ojo, y por eso creo que suena a los Beatles. Me encanta John Lennon, pero sus canciones al piano eran todo lo contrario que las de McCartney, más complejas, más inteligentes teóricamente. Las de Lennon se topaban con estos errores formidables, causados por el hecho de tocar de oído. Que es lo que me pasa a mí. Así que supongo que di con un patrón similar.
¿En qué medida las incorporaciones de Audrey Tait a la batería y Dino Bardot a la guitarra han sido rejuvenecedoras o revigorizantes para Franz Ferdinand?
Han aportado mucha energía. Les encanta pasar tiempo en el estudio. Les encanta tocar en directo. Tienen buen gusto. Me gusta preguntarles su opinión. Estaban ya de gira con nosotros cuando publicamos el recopilatorio Hits To The Head (2022) y sonábamos súper compactos. Y eso es algo que solo se consigue tocando en directo, no en el estudio. Es una magia particular que prende cuando un grupo de individuos se compromete en un grupo, hasta comunicarse casi de forma telepática, sin tener que explicar nada. Y cuando llegas a ese nivel, es fácil volver a entrar en el estudio, porque te has aprendido las canciones según las tocabas en directo. No mareas la perdiz. Me gusta la tecnología, y aprovecharla en el estudio, pero no se puede replicar la magia que ocurre cuando un grupo de personas toca e interactúa en directo. Audrey (Tait) tiene un groove increíble, y Dino (Bardot) toca la guitarra de un modo muy distinto al mío: si escuchas “Audacious”, el riff del principio es totalmente mi estilo, mientras que en el estribillo es totalmente el suyo, un estilo grandioso que yo no soy capaz de imitar.
"Creo que el único motivo que podría hacerme odiar tocar en directo sería que perdiera el oído"
¿Qué os aporta la producción de Mark Ralph, con quien ya trabajasteis en Right Thoughts, Right Words, Right Action (2013)?
Es muy abierto. Muchos productores tienen su sonido. Su forma de hacer las cosas, ante la que no te planteas preguntas. y les funciona muy bien. Mark toma riesgos, y si le planteas hacer algo con un buziki, te dice “ok, hagámoslo”. Grabamos en mi estudio en Escocia, que es muy poco convencional, un viejo estudio con una chimenea abierta y sin separación entre estancias. Le dije a Mark de grabar ahí, sin micros cerca de la batería, y me dijo que le parecía perfecto. Tiene sentido de la aventura. Trae sus conocimientos, su máquina de café y su sentido del humor. Y es un amigo. Nos conocemos muy bien. Y eso es muy importante. Reírte, contar paridas, salir. Si no, es un tostón. ¡Hago música porque la disfruto! (risas).
Porque las disfrutas y eso se transmite en directo: no conozco a nadie que os haya visto un concierto ni siquiera tibio, o irregular. ¿Cómo es posible, con los años que lleváis y lo mucho que giráis?
Si no me sintiera así, no tocaría en directo. No tendría sentido. Esto es con lo que fantaseaba cuando era un crío. Desde los tres o cuatro años, en que ya quería tocar la guitarra.
Pero no me negarás que la vida en la carretera no siempre es fácil, y se cobra sus peajes. La convivencia puede llegar a ser muy complicada.
Y nos ha ocurrido a nosotros también. Nick (McCarthy) y yo acabamos muy mal tras una gira, no lo puedo negar, y claro que a veces hay tensiones, pero por increíble que parezca, esas tensiones nunca las trasladamos al escenario. Podíamos no hablarnos en la calle, pero sobre el escenario no fallábamos. Creo que el único motivo que podría hacerme odiar tocar en directo sería que perdiera el oído.
La portada del disco, por cierto, que es un aspecto que siempre cuidáis mucho, está hecha sobre un diseño de la artista húngara Dóra Maurer. ¿Cómo conociste su trabajo y por qué te inspiró?
Está basada en su obra Seven Twists I-VI (1979). Tiene lo mismo que creo que una buena pieza de música debe tener: tiene un impacto directo, te golpea nada más verla. Tiene una composición geométrica desconcertante, pero sus ojos transmiten alma, y una complejidad que te anima a seguir mirándola. Nunca te aburre, que es lo que debería transmitir también una canción. Estuve en una muestra retrospectiva de Yoko Ono en la Tate Gallery, en la época en la que escogí esta portada: gran parte del trabajo de Yoko son instrucciones, y recuerdo que el trabajo de Dóra Maurer me parecía similar. El buen arte, ya sea visual o sonoro, debería ser así: una idea, que en muchos sentidos es más importante que la ejecución. Hicimos una reinterpretación de su idea. Y le dimos un significado distinto, porque el suyo es un autorretrato, sostenido por la misma persona, mientras que en el nuestro, como somos un grupo, salimos cada uno de nosotros, lo que le da un enfoque distinto, como si todos nos apoyáramos en cada uno de los otros. No recuerdo cuando descubrí el trabajo de Dóra Maurer. Fue hace mucho tiempo, seguro. Creo que fue en otra retrospectiva de la Tate Gallery, hace seis o siete años. Le pedimos permiso, por supuesto. Es lo que debes hacer cuando respetas a un artista.
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