El guitarrista Dean Richardson, socio creativo de Frank Carter y productor del disco, responde con entusiasmo a las cuestiones que le planteamos vía Zoom. Acaban de iniciar su primera gira por Reino Unido en un año y medio, y las buenas vibraciones traspasan la pantalla. En febrero del año próximo pasarán por Barcelona y Santiago de Compostela, pese al incomprensible asunto de los carísimos visados, herencia envenenada del Brexit.
Acabáis de volver al directo después de, supongo, mucho tiempo. ¿Cómo ha ido?
Una pasada. Tocamos hace dos noches en Leeds, en un festival que se llama Live At Leeds. Creo que fue nuestro tercer concierto desde que golpeó la pandemia, y probablemente el primero en que nos hemos sentido de verdad volviendo a tocar. El primero fue el primer festival que volvió a celebrarse en Reino Unido, y casi ni lo podemos recordar, está ahí como borroso…y el segundo fue muy pequeñito, así que nos sentimos como en una noche de sábado. Empezamos a sacudirnos no sólo las telarañas de tocar, sino las mentales [risas]. Y ahora cruzamos los dedos para que podamos seguir teniendo más de estas noches de sábado.
“Sonar modernos es nuestra prioridad número uno”
El disco es muy festivo. ¿La idea era hacer el disco más gozoso, teniendo en cuenta las circunstancias que hemos vivido?
Creo que sí. Lo hicimos durante el confinamiento, pero decidimos que lo íbamos a hacer para este momento. Un disco liberador, de salir del confinamiento. Nos parecía un poco que la gente iba a necesitar, incluyéndonos a nosotros, energía y buen rollo. Aunque no sea enteramente un disco súper divertido, sí que hay diversión. Normalmente, a la hora de hacer un disco, no tenemos un plan: lo que sale, sale. Pero esta vez queríamos hacer algo que pudiéramos tocar en directo y disfrutar.
¿De qué modo la pandemia afectó a la grabación y a los temas que tratáis en las canciones?
En cuanto a la grabación, tuvimos tiempo. Giramos tanto que habitualmente hacemos un disco en las tres semanas que tenemos entre dos giras entre Europa y Reino Unido, o algo así. Pero éste probablemente lo grabamos en un periodo de entre siete y ocho meses. Porque todas las sesiones para componer se cancelaban por los confinamientos…todo se aplazaba constantemente. Pero al final conseguimos tener tiempo para grabar un disco, más que una ventana para grabar. Y esto nos ayudó a que haya sido nuestro disco más centrado. En nuestros discos anteriores puedes oír cómo exploramos diferentes sonidos: teníamos diez canciones que creo que le iban bien a esos sonidos, y otras que no. Aquí tuvimos el regalo del tiempo.
En cuanto a los temas, es más cosa de Frank, pero sé que él no quería que fuera un disco súper insular. Él dice que todos hemos pasado por dificultades, y eso es un hecho para todo el mundo. Necesitábamos temas un poco más colectivos. Las letras siguen siendo personales, pero no son tanto específicas respecto a él, sino que tienen un mayor alcance respecto a lo que estaba pasando.
Te tengo que preguntar cuánto has disfrutado de tu faceta de productor cuando eres un miembro del grupo: no debe ser fácil combinar ambas facetas.
Bueno, ha sido la primera vez: en los anteriores teníamos productores. No tenía nada claro que lo debiera hacer. Me preocupaba que no lo termináramos nunca, porque cuando estás acabando un disco, siempre tienes la sensación de querer probar más cosas. ¿Quién iba a decir “se acabó”? Pero habíamos probado con un par de canciones (una de ellas fue “Bang Bang”) sólo para ver cómo iba, y lo disfruté mucho. Además, sin darme cuenta, he hecho bastantes cosas de producción en los últimos diez años. Al final me vi mucho mejor de lo que esperaba [risas]. Lo disfruté mucho, y en cuanto a mi preocupación sobre terminarlo, todo fue bastante natural. Tengo que decir que es la primera vez desde que dejo un estudio que no pienso: “Ah, tenía que haber hecho esto y lo otro”. Supongo que tuvimos la oportunidad de probarlo todo. El siguiente también lo voy a producir yo, y ya veremos qué pasa después.
“El punk es nuestro hogar, pero no tenemos en cuenta las limitaciones del género”
En cuanto al sonido que buscabas, ¿la idea era que sonara con esa claridad digamos clásica, pero a la vez moderno?
Exactamente. Lo que a mí me pasa es que por mucho que me gusten muchos grupos, no tiendo a coger un disco, pongamos de Black Flag o de Nine Inch Nails, como influencia para que sonemos como ellos. Creo que en el mundo del rock esto se hace muy bien, puedes oír perfectamente qué disco se emula en cada caso, pero a nosotros eso no nos parece lo suficientemente moderno. Lo que hacemos es pillar los sonidos de, no sé, The Specials y de todos los grupos que nos gustan, y llevarlos a un lugar que ojalá sepas de dónde viene, pero que es moderno. Sonar contemporáneos es, al cien por cien, nuestra prioridad número uno. Nos interesa mucho qué está pasando ahora mismo en la música y queremos ser parte de ello en lugar de mirar atrás.
Me gustaría entrar en las colaboraciones (Joe Talbot de Idles, la cantante Cassyette, Bobby Gillespie). Todas me parece que funcionan, pero me quedo con la de Gillespie. ¿Qué me puedes contar de esa canción?
Lo de Bobby fue un sueño hecho realidad. Es una leyenda. Creo que Joe fue el primero en involucrarse, luego Cassyette. A Bobby le conocimos después de un concierto de Nick Cave, en la cola para coger el taxi. Obviamente, le cedimos el nuestro: “Bobby, es tuyo” [risas]. Creo que unas pocas semanas después, y esto fue hace unos pocos años, Frank le vio en un bolo y le preguntó si quería cantar porque íbamos a hacer un disco. Él dijo que no tenía tiempo, porque estaba haciendo el álbum con Jehnny Beth, pero que le preguntara otra vez en el futuro. Más adelante, como Bobby le había dicho eso a Frank, le mandamos un mensaje de texto. Resulta que vive en la misma calle del estudio, pero hasta que no se puso a cantar, no pensamos que fuera a suceder. Escuchó varias canciones y nos dijo que le molaban, pero que estaban acabadas, que no veía sitio en ellas. Entonces le mandamos “Original Sin”, que al principio se llamaba “The End”, antes de que Bobby técnicamente la bautizara así. Y sí, al final nos dijo que había hueco para cantar, lo hizo, desapareció en Londres y no le hemos visto desde entonces. Sin duda, una de las cimas de mi vida grabando. Fue un momento especial, y me gusta que el disco acabe ahí. Creo que encaja muy bien.
¿Cómo percibes la evolución del grupo desde que empezasteis hace ya unos años a este trabajo?
Hablábamos de ello ayer precisamente. Nos parece que el punk es de donde venimos, nuestro hogar, pero no tenemos en cuenta las limitaciones del género. El primer disco era probablemente hardcore punk, si tienes en cuenta los subgéneros, pero en el segundo había menos punk. Con éste es como si hubiéramos regresado al punk, pero es punk rock, el lado hardcore es menos evidente. Es lo ideal para este momento. Estamos en algún sitio entre el punk y el rock, siempre que haya mucha energía.
“La energía es el hilo conductor de todo lo que hacemos”
¿Por qué crees que el punk, como género, es tan resistente a las modas y siempre están saliendo grupos que están en sus coordenadas?
Es precisamente eso, que es resistente a las tendencias. No se supone que sea para gente a la que le importa lo que mola, qué está pasando ahora o en qué deberían estar metidos. De hecho, el punk es un lugar donde la autenticidad importa. Esa autenticidad es atractiva, independientemente de si escuchas grime, rap, EDM o indie. Siempre habrá un grupo de gente que quiera ver a alguien que toca porque tiene que tocar: gente que necesita hacer música y que por eso se pone a tocar la guitarra o a cantar. Me encanta estar en el punk rock porque parece que no va a ir a ningún sitio.
Estamos viendo salir un montón de grupos británicos de guitarras muy diferentes entre sí. ¿Crees que a la gente joven le atrae más la “música de guitarras” que hace unos años?
A mí me encanta todo lo que sea agresivo y rápido [risas]. Llevo en la música unos diez años y he oído unas cuantas veces tanto que “el rock ha muerto” como que “el rock ha vuelto” y “el house está acabado”. Me parece que en este momento, específicamente en el pop alternativo, estamos viendo a un montón de gente que sale con una Fender Telecaster, y me encanta, porque así es como se crea una nueva generación de intérpretes. Sí, es emocionante cómo la guitarra vuelve a encontrar su sitio en un montón de géneros, no sólo en el rock. Stormzy abrió Reading este año con un solo metalero… Son tiempos emocionantes.
Como guitarrista, ¿tienes algún ídolo?
¿Sabes qué pasa? Para mí siempre ha sido gente que hace cosas algo diferentes. Crecí oyendo a Joe Satriani y Jeff Beck a través de mi padre, pero gravito hacia el tapping blues. Lo veo como la versión punk rock del blues. Gente con más actitud que rapidez. Todos los Jack White del mundo, Simon Neil (soy muy fan de Biffy Clyro), gente que abusa de su guitarra para sacar emociones, ése es mi rollo.
Venís a España en febrero del año próximo. ¿Qué esperáis de esos bolos?
El de Santiago ha sido el primer sold out de Europa, lo cual siempre es un buen signo. Cuando empezamos, despegamos sobre todo en Alemania y en el resto de países éramos un grupo nuevo, mientras que ahora España y Francia son donde tenemos bolos más grandes y divertidos.
Mi última pregunta: ¿Cómo os veis en los próximos años como grupo?
Creo que conmigo como productor vamos a tener muchas menos barreras a la hora de hacer música. Vamos a intentar aprovecharnos de ello. Quizá romper un poco el ciclo de los álbumes y sacar alguna canción suelta por aquí y por allá, de una manera más natural. Puede ser un poco delicado, porque a mí me gustan los discos, pero el objetivo es seguir sacando música.
¿Probando nuevos géneros e ideas?
Sí. Ver a dónde podemos llegar. Pero siempre con la energía como hilo común de todo lo que hacemos. No se trata de rapidez, sino de tener una intensidad y energía que nos suene auténtica.
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