La banda que inició Dave Grohl como un proyecto personal, con canciones que había comenzado a montar en su cabeza incluso cuando todavía tocaba la batería Nirvana, cumple veinticinco años en un contexto pandémico, un presente distópico con confinamientos domiciliarios y cerrojazos a sectores como el de la cultura, uno de los más damnificados por esta crisis primero sanitaria, luego económica y ahora parece que también política. De no ser por el maldito virus el décimo disco de la banda ya habría visto la luz en el 2020. “Acabamos este trabajo hace mucho tiempo. Empezamos hace un año y lo acabamos en febrero. Estábamos realmente muy contentos porque teníamos por delante dos años de gira, en la carretera, con una fecha de salida de disco. Y de repente todo se paró”.
Este parón en seco, obligado por las circunstancias, en absoluto afectó al contenido del disco. No habría sido la primera vez que el inquieto Grohl enviase un disco a la basura y grabase todo otra vez. Pasó con “One By One” (02), por ejemplo, que habría sido muy diferente si no fuera porque a Grohl no le convencía. En esta ocasión, no fue así. “No cambiamos nada, simplemente esperamos. Teníamos la grabación, la mezcla, el mastering y el videoclip para ‘Shame Shame’ cuando todo paró. En ese momento miré atrás y no quería cambiar nada”.
"La música tiene algo de sanador, te ofrece un escape, puede sanar tu alma. Y el disco va de eso un poco, de vivir la vida, disfrutar y sentirse esperanzado”
Son tiempos raros para promocionar un disco de rock, y sobre todo terroríficos para la industria musical. Con todo, tras unos meses de desconcierto decidieron arrancar los motores y sacar su décimo trabajo. “Evidentemente, lo más importante para nosotros era que todos estábamos bien, con salud. Nos quedamos en casa a esperar. Y esperamos un mes, y otro mes… Y hablábamos entre nosotros sobre cuál era el mejor momento para sacar el disco, y sabíamos que los directos no volverían a la normalidad en breve”.
“Hicimos esta música porque queremos compartirla con la gente, y no sé mucho sobre la industria musical pero sé que está sufriendo en muchos sentidos como las salas de conciertos, los pequeños clubes, los ‘roadies’ y los promotores”. En este punto, merece la pena recordar su actuación en riguroso directo el pasado mes de octubre desde la mítica sala The Troubadour de Los Angeles. El acústico, a beneficio de las salas de conciertos afectadas por la pandemia como parte del Save Our Stages Fest, perseguía precisamente la supervivencia de estos benditos escenarios. “Es crucial que hagamos todo lo que podamos para asegurarnos de que las salas sobreviven para poder inspirar a la próxima generación de músicos para que pueda seguir y hacer cosas hermosas con su vida como hacer música”, dijo el líder de Foo Fighters en una de sus intervenciones entre canción y canción.
El que fuera batería de Nirvana e impulsor de tantos otros proyectos con buenos amigos como Probot o Them Crooked Vultures, por citar solo un par, entiende la música como algo que “proporciona gozo y felicidad”. Y de esta manera concibió la salida de “Medicine At Midnight”, con o sin conciertos de presentación. Al final, lo más importante son las canciones, y después viene todo lo demás. “No escribo solo para tocar en directo delante de mucha gente, sino para conectar con un oyente, emocionalmente. Me encanta que bailen durante horas en un estadio, pero también que estés bailando en tu cocina con una botella de vino. Esto tiene más sentido ahora, que no puedes salir fuera y es fácil sufrir ansiedad, depresión… La música tiene algo de sanador, te ofrece un escape, puede sanar tu alma. Y el disco va de eso un poco, de vivir la vida, disfrutar y sentirse esperanzado”.
En cierto modo, este disco sigue la estela de su anterior trabajo, “Concrete And Gold” (17). No en vano, repiten productor, Greg Kurstin, artífice del nuevo y algo pomposo sonido de la banda. Siente especial devoción por su nuevo e inseparable amigo, y aprovecha cualquier entrevista para reivindicar su buen hacer. “Greg es uno de los mayores productores del mundo y una de las mejores y más brillantes mentes musicales que he conocido nunca. Es un pianista de jazz y multinstrumentista convertido en un productor de pop. Le vi en un restaurante y me presenté porque me gusta mucho su banda, The Bird And The Bee, sin saber que también era productor. Le dije que estaba preparando un disco, nos hicimos amigos y produjo nuestro anterior trabajo. Él hace que las canciones crezcan”. Con él, por cierto, Grohl, que no puedo estar quieto, grabó un puñado de versiones de grandes artistas judíos el pasado mes de diciembre recogidas bajo el nombre de Hannuka Sessions. De Beastie Boys a Bob Dylan pasando por Drake y Peaches.
“Si haces un disco es importante que tenga un arco, un principio y un final; un buen disco no es una colección de canciones que puedes ordenar aleatoriamente".
Si en ese primer trabajo con Kurstin los propios Foos dijeron que sonaba como Motörhead versionando el “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” de The Beatles, ahora Grohl ha dejado caer que este décimo trabajo es su particular “Let’s Dance”, posiblemente el disco más popular (por ventas) de su colega David Bowie. “Quería un disco que fuera una fiesta, no quería algo demasiado agresivo o demasiado acústico. Quería algo con ‘groove’ que te hiciera ponerte de pie y bailar”.
Después de grabar en algunos de los mejores y más emblemáticos estudios con reputados productores e ingenieros de sonido, sin ir más lejos para la grabación del disco y documental “Sonic Highways”, Foo Fighters han optado por grabar literalmente en casa. “Lo grabamos en el estudio casero que tengo al final de la calle en la que vivo: con la sala de control en una habitación, las voces las grabamos en el lavabo y la batería de Taylor en las escaleras... La experiencia fue muy divertida, muy inspiradora”. Si la experiencia de la grabación suele influir en el sonido, en el resultado final, añade Grohl, este disco no puede ser una excepción.
Progreso provocador
Los que disfrutaron el ambicioso “Concrete And Gold” deberían disfrutar este nuevo trabajo, con temas tan provocadores como el primer adelanto, “Shame Shame”, posiblemente lo último que esperábamos escuchar de una banda aguerrida como los Foos. Si buscaban llamar la atención, desconcertar, lo consiguieron. “Es verdad que no es el clásico sonido de la banda, pero piensa que llevamos veinticinco años, es nuestro décimo disco… Si hubiéramos sacado un tema que sonase como ‘My Hero’, ‘Monkewrench’, ‘The Pretender’ o ‘Everlong’ quizá sería lo que mucha gente esperaría, pero era importante para nosotros sobrevivir como banda haciendo algo que no habíamos hecho antes. Es un poco la intención de todo el disco, y después de grabar varios temas que sonaban a Foo Fighters, que están muy bien, escuchamos cómo quedó ‘Shame Shame’ y vimos un progreso, y eso mola porque creo que indica que nunca sabes qué será lo próximo. Me gusta esta canción porque la gente no esperaba algo así”.
Este adelanto vino acompañado de un impactante videoclip en blanco y negro no menos sorprendente en el que podemos ver al líder de la banda compartiendo planos con una imponente bailarina y cavando un hoyo con su guitarra Gibson. ¿Qué mensaje hay detrás? “Es muy loco porque está inspirado en un sueño que yo tenía muy a menudo cuando era un chaval, con unos catorce años. Estaba en lo más alto de una colina, había un ataúd en llamas, al lado de un árbol muerto… Abría el ataúd y me quemaba las manos; era una pesadilla. ¿Qué significaba? Vergüenza, culpa, resentimiento, ansiedad… No sé, tenía catorce años. Así que después de grabar la canción, recordé el sueño y hablé con Santiago González, un genio que nunca antes ha grabado un videoclip de rock pero se dedica profesionalmente a los retratos, al mundo de la moda, y el resultado es fantástico”. De la coprotagonista del videoclip, Grohl destaca que “tiene mucha fuerza visualmente, y también por su manera de moverse”.
Al cierre de esta edición la formación solo han mostrado al mundo otras dos piezas incluidas en “Medicine At Midnight”: el medio tiempo melancólico “Waiting On A War”, una auténtica declaración de intenciones inspirada en esa sensación de que en cualquier momento puede estallar una guerra en este mundo desbocado, y “No Son Of Mine”, con un riff machacón y omnipresente que haría las delicias de su colega Lemmy Kilmister (que en paz descanse).
Para un tipo tan autoexigente como Grohl, reconocido “hit maker”, el disco perfecto debe ser como un buen libro, como una película: debe explicar una historia. “Si haces un disco es importante que tenga un arco, un principio y un final; un buen disco no es una colección de canciones que puedes ordenar aleatoriamente. Debe tener momentos arriba, abajo, y una idea o emoción debe conducirte a la otra”. La canción perfecta no responde a ninguna fórmula matemática, asegura. Entonces, ¿cuándo está satisfecho completamente con una canción? “No sé lo que estoy haciendo realmente, no sé leer música, pero noto en el estómago ese sentimiento de que es correcto”.
Evolución
Se podría decir que hay muchos Foo Fighters en uno. Basta con repasar su discografía. Nunca inventaron nada pero marcaron el camino a muchas bandas. Su debut homónimo bebía del pop distorsionado de Pixies y Sugar, “The Colour And The Shape” engordó su propuesta con un sonido inmaculado largamente imitado, “There’s Nothing Left To Loose” refinó su apuesta con canciones algo más atemporales, el sonido por momentos rocoso de “One by One” fue el resultado de la experiencia de Grohl con Queens Of The Stone Age de Grohl… Y así hasta la actualidad, con discos dobles y en acústico. Si una banda ha sabido evolucionar sin acomodarse, ajena siempre a las modas, esa ha sido la banda de la doble F. “Si miro atrás, veo que todo ha ido muy rápido, es media vida, y cuando pienso en mis inicios en un sótano y lo que hacemos ahora parece un mundo, muy diferente. En realidad, aunque parece que el mundo ha cambiado, los Foos no tanto. Lo digo por mí, pero también por el resto de componentes de la banda. No tenemos por qué hacerlo pero lo hacemos porque nos queremos y nos gusta lo que hacemos. Si no fuera así no habríamos durado veinticinco años”.
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