Desde hace bastante tiempo sostengo firmemente dos teorías respecto a la música popular. La primera se basa en que hay muy pocas cosas que un buen estribillo no pueda solucionar. La segunda expone que si los noventa fueron una década de grandes discos, los primeros diez años del siglo XXI lo son de grandes canciones. Tienen ustedes el correo de los lectores y todas las barras de bar del mundo para contradecirme, que esa es una de las grandezas de este país; aquí opinan hasta las piedras. Los franceses afincados en el Reino Unido The Teenagers están dentro de la categoría de “bandas con las que calentar un día con el ánimo bajo cero”. Su álbum de debut, “Reality Check”, tiene cuatro o cinco canciones muy buenas y el resto correctas. Que ya es bastante, por otra parte, porque los tiempos están cambiando a una velocidad endiablada y el disco pierde terreno frente al single, por eso de la urgencia de la vida moderna. Las bandas ya no se hacen conocidas a base de patearse todas las salas de conciertos habidas y por haber, sino pasando mucho tiempo cuidando a sus fans en Internet. La historia empieza a ser ya un tópico, y The Teenagers vieron que estar frente al monitor era lo más interesante para conseguir que alguien les pagara la grabación de un disco. Quentin Delafon (micrófono y actitud) lo veía claro. “Me fui a vivir a Londres desde París, y al poco tiempo conseguir convencer al resto del grupo para que se viniera. No conocíamos a demasiada gente, así que Internet era lo más sencillo para tratar de mover el grupo que habíamos montado en 2005. Todo empezó con un MySpace falso en el que colgamos unas letras, y la primera persona que nos escribió fue de una chica que se llamaba Nicole. Por ella hicimos ‘Fuck Nicole’. La canción gustó, fuimos colgando más en el otoño de 2006 teníamos alrededor de diez mil ‘amigos’ y conseguimos un contrato con el sello Merok. Por esa época nos encargaron unos remixes de temas de New Young Pony Club, Au Revoir Simone y The Black Ghosts. Tuvimos suerte, tocamos bastante y la cosa funcionó”. Otra de esas primeras canciones era “Homecoming”, una descarnada historia sobre los diferentes puntos de vista de un amor adolescente bastante pasajero. Como en “Grease”, pero con menos cantidad de vergüenza ajena. ¿Adivinan cuál de los dos se enamora y cuál sólo busca la anécdota más sucia posible que contar a los amigotes? Hagan una inmersión en sus recuerdos y verán que la realidad supera con creces a la ficción en la mayoría de los casos. “Mucha gente nos pregunta si las letras son autobiográficas, pero excepto ‘Streets Of Paris’ la verdad es que no lo son. Nos gusta fantasear con la idea de la adolescencia, porque es un momento de tu vida en el que cualquier cosa es posible o imposible, depende de cómo lo mires y eso influirá en tu vida adulta. Cuando te haces mayor tienes que estar al tanto de demasiadas cosas, por eso a veces nos ponemos un poco nostálgicos”. Bajo esos parámetros han firmado doce canciones que no aportan un soplo de aire fresco a nada, ni lo pretenden, y que se presentan en sociedad hasta arriba de feromonas y de sintetizadores chispeantes. Carne para las fieras, porque suenan a algo de ayer y se les ha dado tanto bombo que si no fuera por los magníficos remixes que hacen para otros artistas, no nos iban a durar ni dos telediarios. “Durante bastante tiempo hemos estado haciendo mezclas para otros, pero ahora es el momento de centrarnos en nuestro propio material y trabajar sólo en cosas muy especiales porque pienso que hacer demasiados los devalúa. Hay grupos que hacen tantos que cuando sacan uno nuevo ya nadie les presta atención, y no quiero que nos pase algo así”. ¿A quién te gustaría remezclar? “Sería genial poder colaborar con algún artista mainstream, algo diferente…”. Tal vez sean tan efímeros como una pared desnuda y blanca en el centro de la ciudad, pero yo insisto en lo de los estribillos y Quentin vuelve a lo de las hormonas. Entre medias, y por meter el dedo en la llaga, le pregunto sobre cómo se adaptan tres franceses al frío de la ribera del Támesis. “Ha sido muy excitante poder grabar nuestro primer disco en Londres y personalmente agradezco muchísimo que el resto de la banda se decidiera a venirse a vivir aquí, porque todo es mucho más fácil para un grupo que en París. Lo único que no me gusta es que la prensa nos quiera incluir en la escena indie británica tan sólo porque vivimos en Londres y tocamos con grupos ingleses. Puede que sonemos indies cuando no llevamos todos los sintetizadores a los conciertos, pero normalmente no es así”.
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