Desde “69 Love Songs” Stephin Merrit no ha vuelto a subirse al tren que conduce al Olimpo emocional, aquel en el que la épica lo envuelve todo y convierte una obra correcta en algo que nos haga soñar que existe una vida mejor. O peor, pero que al menos es la de otros. De tanto querer volver a hacer el disco perfecto, Merrit ha pasado unos años en tierra de nadie. Una temporada que parece haber terminado, en parte, con “Love At The Bottom Of The Sea”, su mejor trabajo en muchos años. Ha vuelto al súper sonido de los noventa, con teclados, sintetizadores e instrumentos acústicos. No enamora, pero gusta. Al otro lado del teléfono, Merrit se muestra arisco. Como Antonio Luque en sus mejores momentos, no es el entrevistado ideal, a pesar de que dicen por ahí que se ha suavizado bastante. Empezamos hablando del disco. “Había una vez una lechuza llamado Hootie, que vivía en el fondo del mar. Hootie quería amor, pero allí no había otras lechuzas. Sí podías encontrar un montón de fauna fantástica, pero ninguno que le gustara a Hootie. Estaba inmensamente triste, hasta que fue aplastada por la presión atmosférica, que en el fondo del mar es excesiva para los frágiles huesos de una pequeña lechuza. Y esa es la razón por la que no hay lechuzas en el fondo del mar”. Más descriptivo imposible. Quince temas, ninguno dura más de tres minutos, que han tenido como carta de presentación uno de los mejores singles que Merrit ha editado en mucho tiempo, “Andrew In Drag”. Volviendo a cosas más terrenales, conseguimos saber al menos que el disco no se registró en el fondo del mar. “Yo vivo en un estudio de grabación en Hollywood, con lo que me puedo grabar siempre que quiera. Mi ingeniero de sonido tiene un pequeño apartamento en Soho, en Nueva York. Nos gusta grabar nuestros acordeones y tubas en San Francisco, que es donde viven los músicos”. El amor, en su faceta (más o menos) destructiva, sigue siendo el principal tema de conversación. Desconsuelo, dolor, atracción hipnótica por lo que nos hace daño; todo con un espíritu pop superlativo y letras como la de “Your Girlfriends Face”: “por las tardes planeo tu muerte siendo enterrado vivo en cristal de anfetamina”. “Mi novio me dejó por otro, así que tuve una fantasía de venganza que terminó rimando. Es curioso, porque muchas cosas en mi vida terminan rimando. No me quedó más remedio que hacer una canción con ello”. Desde el rencor, y desde el jergón, se escriben las mejores canciones. Eso sí, tenga usted cuidado si sus vástagos deciden relacionarse con un artista. “Hay una frase en Estados Unidos, que dice que nunca salgas con un músico, son peores que los actores”. Las letras siguen siendo una parte muy importante. Si en este último disco la música vuelve a ser, en cierta medida, alegre, los textos se mantienen a la altura habitual, que suele ser mucha. “No es difícil escribir letras divertidas, lo complicado es hacer letras y que se puedan tomar en serio. La mayoría de las mías son tan difusas que la cuestión de si hay valores verdaderos en ellos no puede ni siquiera aplicarse. A veces me gusta contar historias sobre otra gente, sean personas reales o imaginarias. No soy una persona que hable mucho, y en una conversación, rápidamente me quedo sin cosas que decir. Es gracioso, porque la mayoría de mis amigos son extrovertidos que no pueden callarse, pero dame una copa y un bolígrafo, y puedo escribir indefinidamente sobre un tema. De ahí salen las letras”. Con mayor o menos fortuna, Merrit lleva haciendo discos desde 1990. Los directos no son algo a lo que dé demasiada importancia, pero sí al trabajo previo a la grabación de un disco. En esta ocasión, consciente de estar haciendo un disco que puede significar un punto de inflexión –o de recuperación- de una carrera que no estaba en sus mejores momentos, ha preferido cubrirse las espaldas probando todo lo que fuera necesario. “Normalmente, una vez que tengo las canciones, las canto yo solo primero y hago unas maquetas con ellas. Supongo que si algún día me mato en un accidente de avión, mi madre podrá hacerse rica editando en una caja todas las canciones que he escrito y que han cantado otros”. Sin saber muy bien por qué, terminamos la entrevista hablando sobre Londres y la lluvia. “Viviría muy feliz el resto de mi vida, si pudiera, en Londres. Es algo sobre lo que pienso mucho, y la lluvia no es algo que me moleste, creo que es algo bonito, y a mi Chihauhua tampoco le importa. Los ingleses, además, son a menudo mejor educados. Los americanos se avergüenzan de admitir que saben leer”.
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