Para empezar, la pregunta del millón: Extraño Weys publicó hace siete años un álbum que tuvo una gran acogida y de repente desapareció del mapa. ¿A qué se debió, a razones musicales, laborales, personales,…?
(Rodrigo Laviña) Desapareció sobre todo porque la vocación del proyecto no se basaba en el directo ni tenía un objetivo de continuidad. Se basaba solamente en las ganas de hacer música juntos y de hacer algo que nos llenase en ese momento. El proyecto se ha basado siempre en la relación musical y de amistad entre Patxi y yo y ese trabajo era un reflejo de esto mismo. De todos modos, durante este tiempo hemos seguido haciendo muchas cosas que no han visto la luz, Patxi ha producido instrumentales para parar un tren y hemos hasta concebido conceptualmente un par de trabajos que nunca se terminaron de realizar.
Ahora regresáis, siete años después, con un nuevo disco. ¿Por qué ahora, qué os ofrece el momento actual que no lo hubiera anteriormente?
Volvemos porque vuelve a tener sentido para nosotros. No tiene nada que ver con el entorno ni el momento en el que vivimos. Surge únicamente de nuestra necesidad de hacer música juntos. Nos lo hemos tomado con calma. Somos meticulosos en nuestros procesos y no nos interesa la sobreproducción a la que induce la industria. Si desapareces tres meses estás en coma. Si desapareces siete años estás muerto. Nos parece una mala manera de relacionarnos con la música así que lo hacemos cuando nos place. Tampoco pensamos que nuestra propuesta esté más o menos ubicada ahora que hace siete años. La música que hemos lanzado ahora no es igual que la anterior, hay un evidente cambio aunque tiene las raíces en el mismo origen. Ahora somos capaces de acercarnos más a la música que suena en nuestras cabezas.
"El hecho de no usar instrumentos más allá del sampler es también una apuesta artística y metodológica".
Antes de hablar del nuevo disco, sentemos las bases de Extraño Weys. ¿Quiénes forman el grupo y con qué idea nació?
El grupo es un paraguas colectivo en el que nos encontramos Patxi Vazili (y su alterego Viktor Pizza), El Gordo del Puru –que sateliza un poco el proyecto– y yo. El proyecto surge de una visión común de la música, del compartir gustos e influencias, de la amistad y de las ganas de encontrar un espacio propio. Nace sin más pretensión que hacer los que nos gusta. Lo que unifica el grupo es, sobre todo, la producción musical de Viktor Pizza. Es su visión de la producción lo que hace conectar el resto. Él produce, y aunque rapee más uno, otro o nadie, ya es Extraño Weys.
Y decíamos que “Variacions en Fu-Remoll de la 5a Simfonia Inèdita de Roger Linn” tuvo muy buenas críticas. ¿Qué creéis que aportó, qué legado dejó, en la escena catalana este disco?
Tuvo una buena acogida aunque con muy poco impacto mediático. Algunos medios especializados sí acogieron la propuesta. Hicimos ciento diez copias de un vinilo de diez pulgadas que se agotaron en la presentación y dimos algún bolo. A alguna gente le pareció interesante, más allá del círculo hip hop y eso abrió alguna puerta. Creo que con el tiempo fue tomando relevancia, en catalan era una referencia que exploraba nuevas vías en ese momento. Es bonito ver que años después aún hay gente que se acuerda de esta referencia y que sigue rodando aunque de manera minoritaria.
Entremos ya en el nuevo álbum, “Rodrigo Laviña y su combo”. El título ya parece toda una declaración de intenciones. ¿Por qué ese título, eres el motor del grupo en esta nueva etapa?
No es que sea el motor de la nueva etapa, aunque sí es verdad que yo estaba tirando del carro en el sentido de poner energía en no dejar la cosa a medias y comprometernos con cerrarlo, cosa que no ha pasado en otros momentos. En este caso yo tengo más protagonismo en el micro, y se refleja así en el título. Viktor Pizza es el tronco sobre el que se construyen los temas y la estética musical que dialoga con mis letras, más presentes esta vez. También tiene relación con cómo llevaremos esto al directo.
Musicalmente, ¿a qué suena y qué nos vamos a encontrar en “Rodrigo Laviña y su combo”?
La idea del trabajo es de viaje en su conjunto. El disco escapa de fórmulas predeterminadas y esquiva clichés. Las canciones son distintas entre sí, formando un relato que empieza con la presentación de El Gordo del Puru y acaba con una instrumental de Viktor Pizza. En medio la idea es desplazarse, distintos ritmos y tempos. Además hay varias colaboraciones de artistas que vienen de otro background: Joana Gomila y Laia Vallès (Paradís, Folk Souvenir…) que vienen recuperando canciones tradicionales del folclore mallorquín con una visión muy personal. Marta Garrett (The Bop Collective…) cantante de jazz lisboeta que pone un toque r’n’b con su voz increíble y Martí Sales (Surfing Sirles, uno de los grupos más guapos de la última década en Catalunya), escritor y poeta que se marca unos canturreos sobre algo de rock setentero.
En el disco hay mucho hip hop old school, con claras influencias de funk y soul. Un sonido que no es lo más habitual en el rap actual, más electrónico y oscuro. ¿Es parte del grupo la idea de tratar de recuperar ese sonido más antiguo y romántico?
La idea es mirar siempre al futuro, pero con el retrovisor puesto. La manera de producir de Viktor Pizza y el hardware que usa siempre da ese color que vinculamos muchas veces a lo old school. Eso condiciona el sonido, pero no lo hacemos desde la nostalgia. Hay más ganas de sonar propios que de hacer revival de una época concreta. El hecho de no usar instrumentos más allá del sampler es también una apuesta artística y metodológica.
De hecho el rap a nivel global ha cambiado mucho en los últimos. ¿Cómo valoráis la evolución que está sufriendo este género? ¿Os gusta o sois más de épocas anteriores?
Ir en contra de la evolución es un poco de puristas y de reaccionarios. Nosotros no somos ni una cosa ni la otra, y hemos seguido de cerca toda la explosión de la llamada “música urbana”. Hay propuestas que nos seducen mucho, unos cuantos discos que hemos quemado y otras muchas que no nos interesan, pero eso también nos pasa con movidas hechas con el propósito de sonar a old school. De los últimos diez años, lo que nos ha interesado más son aquellos proyectos donde se vislumbra un poco de atrevimiento. Hay mucha gente haciendo lo mismo, sonando igual y repitiendo la misma fórmula y puede que nosotros pongamos un poco más en valor las propuestas que se salen un poco de lo establecido. ¡Por suerte existen! La uniformización del género en aras de mayor éxito es parte del corsé. Las copias establecen límites y demuestran un trato infantilizador para con el público y poca voluntad creativa. Hay vida más allá de la radiofórmula.
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