“Me fui a vivir a Londres a un barrio jamaicano y allí descubrí un ambiente musical diferente al que había en España. Me llamó la atención que en un entorno tan duro hubiera un sentimiento tan fuerte de comunidad, y que la música fuera tan alegre, funky o reggae que te energiza. Te pones a bailar como un loco sin necesidad de tomar nada. En las letras siempre se habla de cosas positivas, de la confianza en uno mismo... Te dicen que si tienes manos las uses, que si quieres hacer algo, lo hagas. Se repite constantemente la palabra ‘Believe’. Para mí fue una experiencia espiritual”. Hay quien ve en esa actitud una muestra de debilidad o sensiblería, pero no creo que nadie les niegue la valentía que supone exponerse ante el público buscando un grado de complicidad, incluso de intimidad tan grande como el que ellos proponen. ¿Cómo lo hacen? Para Helena Miquel (Las Flores Azules):
“Es tan sencillo como que en escena estamos interpretando unos personajes. Óscar tiene mucha imaginación y canta como si estuviera contando una historia. Es verdad que muchas veces son letras que ha escrito para mí, y que en ocasiones hemos quitado cosas porque nos parecían muy tontas o muy íntimas, pero cuando las interpretamos es como si fuéramos otras personas”. “Yo no soy Supermán”, añade D’Aniello. “Tenemos altos y bajos como todo el mundo. Ver a tu pareja en el escenario es muy bonito, pero a veces las discusiones del local de ensayo se llevan a casa. Me sorprendo cuando a veces me dicen que ‘Mar el poder del mar’ ha sonado en una marcha nupcial o que gracias a ella alguien ha salvado su relación. Al principio me imponía un poco salir a tocar. Yo trabajaba como profesor de inglés con niños de cinco a siete años. Siempre estaba jugando con ellos y cuando le comenté mis miedos a una compañera me dijo que el público era como esos niños, que estaban deseando que yo se lo hiciera pasar bien y verme relajado. Creo que tenemos un sentido del ridículo demasiado desarrollado”.
No hay mayor muestra de falta de confianza en uno mismo que adoptar posturas agresivas y minusvalorar de manera cínica los méritos de los demás. Tal vez por eso Facto Delafé y Las Flores Azules me resultan un grupo que ha venido a renovar la forma de escribir dentro de la escena de hip hop en español, al margen de la chulería gansta rap o el humor aflamencado. Tan novedosos resultan que se les considera más un grupo de pop que de rap. “Cuando monté el grupo con Óscar queríamos hacer hip hop”, nos cuenta el DJ Marc Barrachina (Facto). “Nos conocíamos de pinchar por ahí y de tocar con otros grupos, él acababa de llegar de Londres y tenía unas cuantas letras. En España no es habitual grupos de rap con estribillos, que utilicen tonos mayores, pero no estamos haciendo nada que no haya hecho Gil Scott-Heron en su momento o The Streets ahora. Tenemos mucha influencia de toda la música negra de baile de los años sesenta. Cuando nos encargaron la canción de ‘La Juani’ nos lo planteamos como una especie de ‘Pretty Woman’ de Roy Orbison pasado por la Tamla-Motown”. “La Juani es una chica de barrio, luchadora, que está muy buena y que tiene muy claro que aunque no sepa inglés ni informática va a salir adelante”, me cuenta D’Aniello. “Por lo visto Bigas Luna nos conoció a través de su hija, que le puso algunas canciones cuando estaba preparando la película. Las canciones le gustaron y nos llamaron. Le conocimos a él y a la actriz, Verónica, y estuvimos en el estreno. Con el resto de grupos que participan en la banda sonora no hemos tenido contacto”. “La Juani” y “Pasan las luces” son las dos canciones que han incluido en la banda sonora original de la película, junto a Haze, Hanna y la Mala Rodríguez, entre otros. Anteriormente otro tema suyo, “Sólo palabras” había sido utilizado en el cortometraje “Afasia” de Coral Igualador, canción que al igual que las de la película de Bigas Luna forma parte de “La luz de la mañana”.La forma de escribir de D’Aniello es tan narrativa que su traslación a imágenes resulta muy natural. Otra prueba de la fuerte personalidad del grupo, o del cariño con el que hacen las cosas, es lo cuidado del aspecto visual. Por un lado, de las portadas de los discos se encargan Roger y Gerard Olmos, ilustrador y maquetador respectivamente. Y en cuanto a los vídeos, a pesar de haber sido elaborados por diferentes directores, tanto el de “Mar el Poder del Mar”, como “La fuerza”, como “El Indio” (primer single del nuevo disco) constan de un plano fijo soportado por las habilidades interpretativas de D’Aniello más la colaboración del resto del grupo y unos cuantos figurantes. “Están concebidos como una trilogía. La verdad es que me lo paso bomba rodando los vídeos, soy un poco payaso”. (D’Aniello). “He dejado de trabajar para dedicarme por entero al grupo. Lo que más me cuesta es llenar mi tiempo, y evitar esa tendencia a volvernos noctámbulos que tenemos los músicos. Todo el mundo está trabajando y al final te juntas con gente como tú, que vive de noche. Me encanta vivir la mañana, sacar la bici, irme a por setas, aprovechar el día. Si me dan las doce y media y estoy en la cama me levanto con remordimientos y la sensación de haber perdido el tiempo”. Le pregunto si dejar el trabajo para dedicarse exclusivamente a la música no es una decisión arriesgada habida cuenta de cómo está el panorama. “Sé que es complicado, pero las expectativas para este disco son buenas. Estamos tocando bastante, hasta el punto de que para el año que viene tal vez tengamos que buscar a alguien para sustituirme tocando la batería en Mishima, mi otro grupo. Seguimos con nuestra antigua casa de discos, Music Bus, que también se encarga de la promoción y la contratación, pero contamos con la distribución de Warner, lo que es una ayuda”. Conozco pocos grupos (en España) a los que les haya salido bien el salto de la independiente a la multinacional. Por lo visto hay quien piensa que querer vivir del propio trabajo es prostituirse. No sé si aplican el mismo criterio cuando cobran su nómina, ni por qué sólo se aplica a los músicos. El primer disco, “Facto Delafé y Las Flores Azules vs El Monstruo de Las Ramblas”, tenía canciones absolutamente románticas y luminosas como “Mar el Poder del Mar” o “Enero en la playa” junto a otras en penumbra y de carácter más ortodoxo. En “La luz de la mañana” todo es luz: las sábanas colgadas en la azotea que lucen en la portada, la luz del amanecer del título, de las canciones (“Desde el este”, “La luz de la mañana”, “Pasan las luces”), las luces del ocaso, la luz reflejada en el mar, dispersa por el aire de la playa, la luz del Mediterráneo, la luz artificial de los faros de los coches o de las farolas de las calles, la luz inextinguible del alma. Cuando tenía veinte años sentía admiración por los poetas decadentes o por The Velvet Underground. Ahora que soy un poco mayor pienso que hace falta más valor para pedir un aumento de sueldo que para comprar crack, que hay que ser más fuerte para levantarse todos los días a las ocho de la mañana para ir a trabajar que acostarse todos los días a las ocho de la mañana por venir de fiesta. Que hay más fuerza y valor en los padres de cualquiera que en Kurt Cobain, Ian Curtis, Jim Morrison, etcétera. Podemos admirarlos por su canciones, pero no por su personalidad. Y el culto a la personalidad construido por la industria musical (alimentado por estereotipos importados del romanticismo a lo Lord Byron) se basaen una premisa errónea: que es más difícil morir que
vivir, cuando en realidad es todo lo contrario. No hay belleza en la
muerte ni premio en la derrota. “Estaremos muertos toda la eternidad”,
canta Helena en “Muertos”. Ésa es la verdad que ha cantado todo el mundo
desde que alguien tuvo la ocurrencia o la necesidad de ponerse a
cantar. Si la tuviéramos siempre presente veríamos el sol nuevo de cada
mañana como un milagro y una hoguera como una fiesta de fuegos
artificiales. Habrá quien piense que la vida es mucho más sórdida que
todo eso, y no le faltará razón. Se puede acusar a quien diga algo así
de falta de inteligencia, de ser un necio, pero no de falta de voluntad,
de ser un blando. Eso es tener fe. Hay artistas que no quieren decir
nada y no dicen nada. Hay artistas que quieren decir algo y no dicen
nada. Y hay artistas, entre los cuales debemos situar a Facto Felafé,
que son comos las estrellas de las que hablaba Rubén Darío, “que brillan
porque están desnudas”.
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