Poca gente (aunque alguna escriba en esta revista) duda a estas alturas del papel de los de Liverpool en la evolución del rock de guitarras. Su característica épica contenida basada en las seis cuerdas ha influido a docenas de bandas. Por eso -y para variar- resulta interesante hablar con Will Sergeant, guitarrista fundador, en lugar de con el bocazas (aunque entrañable) de Ian McCulloch. En “Siberia” hay mucha “guitarra Sergeant”. Más que en los últimos discos. Will merece un lugar que no le dan entre esos guitarristas instantáneamente reconocibles y reconocidos por definir el sonido de su grupo. The Edge, Johnny Marr o Peter Buck, por citar contemporáneos suyos. “No me molesta. A mí me gusta más estar en segundo plano. Estoy encantado siendo el hombre gris al que nadie identifica. No tengo ningún afán de protagonismo público. Por otra parte, por supuesto que mi forma de tocar la guitarra define el sonido de la banda, pero eso ya lo sabemos nosotros y lo saben los fans”. Le pregunto también qué piensa cuando ve dónde están U2, una banda que compartió y compitió con ellos al inicio del camino. Seguro que al menos envidia las ventas. Le cuesta contestar. Da la impresión de morderse la lengua hablando de los irlandeses.
"Hay muchas más cosas por hacer que estar en tu banda, por mucho que te guste" |
“No creas. Nosotros jamás hubiéramos podido llegar a dónde ellos han llegado. Hay muchas cosas que no hubiéramos estado dispuestos a hacer. Como estar siempre de gira o pasar tanto tiempo en Estados Unidos. Ni siquiera hubiéramos sido capaces de dedicarle a la banda las horas que ellos le han dedicado. Somos celosos de nuestra vida privada y nuestro tiempo libre. Hay muchas más cosas por hacer que estar en tu banda, por mucho que te guste”. Valga recordar que en declaraciones de entonces, Les Pattinson (bajista original) comparaba el asalto incansable de U2 a los escenarios americanos con “hacer el servicio militar”. “Siberia” es un buen álbum, por encima de “Evergreen” (1997) y más fresco y suelto que “Flowers” (2001). En relación a “What Are You Going To Do With Your Life” (1999), probablemente no le alcance en inspiración pero remita con más convicción a su material antiguo, a lo que ayuda el que rescaten la producción oscurantista de Hugh Jones (“Heaven Up Here”). Carece de la energía irrecuperable del que aún cree que el mundo es suyo y la voz de Ian es más rugosa y queda a tres cuartos de camino, a causa de veinte años largos de adicción al Marlboro. Pero la amargura jangle pop de “Stormy Weather” o “All Because Of You Days”, la musculosa y reverberada “Parthenon Drive”, la coldplayiana “In The Margins” (la favorita de Sergeant) o el clasicismo rock de “Scissors In The Sand” merecen que las defiendan en directo, pese a que en sus conciertos apenas recurren a los álbumes recientes. “A veces lo hacemos. Depende del lugar. No podemos actuar en un sitio dónde hace tiempo que no vamos, especialmente a un festival, y dejar al público sin ´Ocean Rain´, ´The Killing Moon´ y demás. La gente quiere seguir escuchándolas. Y nosotros seguimos orgullosos de esos temas, así que no nos importa tocarlos”. Y no hacen mal, visto su inmenso repertorio, aparte de que aunque sólo consten dos de los miembros originales, se trata justo del núcleo creativo y la nueva banda suena a la altura de esos temas.
"La única banda actual en la que encuentro algo real de Echo & The Bunnymen es British Sea Power" |
Aunque sólo Sergeant y McCulloch aparezcan en las fotos. “No hay razón especial. Los chicos llevan un tiempo con nosotros y estamos contentos con ellos, pero en los últimos discos han habido algunas idas y venidas. No es que no los consideremos Bunnymen, es que aún no sabemos si lo son del todo”. En tiempos de vueltas, no estaría de más integrar de nuevo el bajo de Les Pattinson. “No está interesado. Se lo hemos propuesto más de una vez después de que estuviera en ´Evergreen´, pero no le motiva. Ahora trabaja fabricando lanchas a motor y está encantado, no quiere dejarlo. Un trabajo bastante más complicado que tocar el bajo, por cierto”. Pete de Freitas, el batería original (aunque el original-original fue Echo, la caja de ritmos que les dio nombre) murió en accidente de moto en 1989, así que nunca habrá una reunión de la formación fundacional. Aun con el paso del tiempo, hay señas de identidad que no varían en los productos Bunnymen. Por ejemplo, las ya irrenunciables portadas fotográficas retrato-paisajísticas, todo un clásico del diseño discográfico. En este caso en Berlín, en una casa derruida. “Lo de la casa en ruinas no es una alegoría ni nada. De hecho, no buscamos una significación especial a las portadas, sólo una cierta estética. En este caso Joe Dilworth, el fotógrafo, nos propuso varias localizaciones y esta fue la que más nos gustó”. Otro “gimmick” conceptual que no falta en sus discos, y que los buenos fans sabrán reconocer sin pudor, es la inevitable canción con referencias a esa más que sobrevalorada banda que son los Doors. “¿En serio te parece que algún tema de ´Siberia´ recuerda a los Doors?” Sí, no disimules. La digresión final de “Siberia” (la canción) es un nuevo homenaje a la psicodelia pesada Morrison-Manzarek style. “Pues yo no lo veo tan claro. De todas formas, es Ian el super-fan de los Doors. A mí me interesan, pero hay muchas bandas que me gustan más”. Lo que no evita, sea dicho de paso, que no haya concierto sin versión encubierta de “Roadhouse Blues”. Los Bunnymen son referentes de toda la nueva generación de bandas que miran hacia el post-punk. Coldplay, por ejemplo, versionean “Lips Like Sugar” en sus actuaciones. Aunque ahora que pican tan arriba igual empiezan a esconder sus fuentes. “A mí me hace ilusión. Eso quiere decir que nuestro trabajo era bueno y que no se ha perdido como el de tantos grupos. De todas formas, aunque muchas de ellas me gustan, a veces no acabo de verles las referencias a nosotros de las que hablan. La única banda actual en la que encuentro algo real de Echo & the Bunnymen es British Sea Power”. Lógico. Para sonar a Echo & The Bunnymen hay que tener un cantante del carisma de Ian McCulloch y una guitarra con la imaginación de la suya. Y eso, por fortuna o por desgracia, no sucede cada día.
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