Recostado en el sofá de una habitación situada en un céntrico hotel madrileño, Antony atiende a los periodistas con calmada amabilidad y una educación que delata sus orígenes británicos, y que le hace a uno preguntarse cómo pudo sobrevivir con esas maneras durante años en el salvaje underground neoyorquino de los noventa. Está aquí para promocionar “Swanlights”, la continuación de “The Crying Light” que aborda, de forma aún más directa que este último, el vínculo entre naturaleza y vida espiritual, a pesar de que Antony los considere trabajos paralelos. “Algunas canciones se escribieron al mismo tiempo, otras más tarde. Pero ‘The Crying Light’ fue completado primero, así que retomé ‘Swanlights’ más tarde. Estas canciones me parecían más volátiles, más extremas en sus sentimientos. ‘The Crying Light’ era un disco muy sobrio, con una narración muy definida, muy destilada. Este disco es todo lo contrario, muy cacofónico. También hay silencios, pero en la mayor parte de momentos, lo que intento es emular los sonidos del mundo natural, ya sea la paz del océano o el torbellino sónico de un bosque”. Un acercamiento que, como consecuencia, va acompañado de una urgente, casi beligerante, defensa ecológica. “Todo empezó con el deseo de ver las cosas de otra forma, de retar mis prejuicios. Si miras una montaña y lo vuelves a hacer diez minutos más tarde, ¿es la misma? ‘Christine’s Farm’, que cierra el disco, habla del misterio de la naturaleza, de su belleza creativa, incluso de su violencia. Para mí no hay nada más allá de la naturaleza, y quería hablar de la conexión entre ella y nuestra espiritualidad. Cuando era pequeño, se me dijo que mi espíritu no pertenecía a este mundo, que sólo estábamos de paso, de camino a un paraíso extraterrenal, por lo que ahora quiero afirmar que pertenezco a este mundo, que todo cielo, Dios o mitología emergen de la tierra, no al revés”.
En el precioso libro que acompaña la edición especial de “Swanlights”, una recopilación de collages warholianos y otras pinturas realizadas por Antony, prevalecen las imágenes de paisajes, animales… y retratos de indios americanos. “Me interesé por ellos buscando prueba de precedentes ‘transgenéricos’ en otras culturas, y me encontré con los ‘two-spirits’, que eran casi divinidades para ellos. Los nativos pensaban que los blancos estaban locos, que habían sido expulsados del jardín del Edén y esperaban otra vida, pero ellos sabían que el Edén es este. Fue un largo proceso que nos hizo divorciarnos de la tierra y el poder de lo femenino. Quería establecer un paralelismo entre la forma en que la Europa blanca devoró el paisaje de los Estados Unidos y la forma en que estamos acabando con el ecosistema ahora mismo. Puedes considerarlo un genocidio de la naturaleza”. Al terminar su discurso me pregunta si estoy de acuerdo con él, a lo que le respondo que por supuesto, pero que qué podemos hacer para remediarlo. “Es difícil escapar del sistema en que uno nace. Somos una especie gregaria. Confiamos en que las corporaciones nos digan la verdad, confiamos en que los medios de comunicación apoyen nuestros intereses. Pero ni siquiera las religiones están pensadas para la gente. Las pasadas Navidades, el papa Ratzinger dijo que apoyar a los gays era tan peligroso como la destrucción de la selva tropical. Obviamente, es la clase de afirmación que sólo puede hacer alguien que está preocupado por la perpetuación de su propio poder, no en ayudar a la gente. De todas formas, este disco habla de mi proceso interno, aunque en las entrevistas hable desde un vista político, porque quiero que esto se publique, que se sepa mi furia y mi desesperanza por lo que está ocurriendo con el medio ambiente”. Sin embargo, resulta curiosa la grabación de “Pressing On”, una de las canciones más radicales del período cristiano de Dylan, en el EP de adelanto “Thank You For Your Love”, y que curiosamente aparece junto a otra versión del clásico “Imagine”. “Sinceramente, no tenía muy claras mis intenciones cuando las junté, pero creo que quería mostrar la convivencia de diferentes puntos de vista en la misma generación. Dylan creció como judío, y más tarde afrontó en el cristianismo la necesidad de ser salvado fuera de este mundo. Lennon, sin embargo, conoció todas las religiones orientales hasta darse cuenta de que ninguna hablaba a su corazón. Pero lo que me gustaba de ‘Imagine’ es que es una visión de futuro. ¡Ya ni siquiera nos atrevemos a soñar con la utopía! Hace treinta años, todos los artistas hablaban de un posible paraíso terrenal; ahora, la gente ni siquiera se para a pensar lo que puede ocurrir dentro de diez años. Es de lo que trata este álbum, de utilizar el pasado como una ensoñación del futuro”.
Un pasado, el suyo propio, que asoma en el videoclip de la propia “Thank You For Your Love”, de tintes souleros, en el que aparecen imágenes de Antony a su llegada a Nueva York en los noventa, tomadas en el ya de por sí melancólico formato Súper 8. “Era mucho más mono entonces”, dice mientras ríe. “Me emocionó lo inocente que parezco en esas imágenes. No me reconozco en ellas, lo que me pone muy triste. Ahora somos capaces de capturar el reflejo de la luz en nuestros cuerpos para siempre, mientras antiguamente, el pasado formaba parte del mundo de los sueños y la mitología y podías reescribirte continuamente. Confrontarte con tu imagen real pasada es desconcertante, incluso alienante. Es increíble pensar que este cuerpo es el mismo que el del niño que un día fui”. Precisamente, del misterio que supone el paso entre la vida y la muerte, cómo puede desaparecer un espíritu mientras el cuerpo permanece, es de lo que trata “The Spirit Was Gone”, un tema que nos remite al Antony más íntimo y confesional. “Esa canción fue escrita cuando murió mi abuela, mi mejor amiga. Fue mi padre quien pronunció esas palabras, cada palabra de esa canción es de él. Me parecieron tan primarias, que me alegra tanto que pudiese articular algo así”. Viendo que los ojos de Antony comienzan a humedecerse y su voz a temblar, es preferible cambiar de tercio y preguntarle por “Flétta”, el dueto con Björk que aparece en el álbum, prolongación del papel de Antony en “Volta”, el disco de la islandesa. “Me llamó cuando estaba en Jamaica, sobre todo para que yo descansase, porque podía ver que después de la gira de ‘I’m A Bird Now’ me encontraba exhausto, así que además me alquiló un piano. Escribí esta canción para ella, no es muy de mi estilo. Vino al estudio e inmediatamente improvisó cinco o seis tomas vocales, en una mezcla entre islandés y un lenguaje fonético inventado, y se marchó, porque suele trabajar a borbotones. Esta colaboración trataba de encontrar un lugar donde pudiésemos habitar los dos. Cada vez me gusta más la canción, sobre todo por la pasión y la fuerza de su voz. Esa aceptación apasionada del misterio. Y en este disco quería abordar este misterio, a veces de forma intelectual. Es curioso, porque utilizo la voz de Björk como la voz de la curación, de la razón, en este álbum. ¡Y ella hizo lo mismo con la mía en ‘Volta’!”.
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