Cuando leas estas líneas la maquinaria rockera de John McCauley ya habrá dejado su impronta en medio país, demostrando de paso que una cosa son las grabaciones y otra muy diferente su plasmación en directo. Sobre las tablas, el grupo de Providence se transforma en un animal peligroso imposible de domar. “No me lo paso bien viendo a la gente estarse quieta sobre un escenario mientras reproducen íntegramente un disco. Para eso prefiero quedarme en casa y escuchar el álbum desde la comodidad de mi sofá. El público tiene un pulso concreto y su propia energía. La conexión humana nos permite jugar con ello y, por lo tanto, ofrecer algo más que un show sin alma. Cuando toco, disfruto si la gente que está ahí también se lo está pasando bien”. Y lo cierto es que de los cuatro largos editados bajo el nombre de Deer Tick, el último es el más directo, desenfadado y cafre. El que más cerca estaría de sus adorados The Replacements. “No intentamos sonar a nada que no sea una versión honesta de nosotros mismos. A veces el rollo del estudio puede succionar parte de tu identidad y terminar sonando un poco más estéril o incluso que parezca más de lo mismo. Queríamos desdibujar un tiempo real en nuestra vida, sin adornos ni decoraciones superfluas”. De lo que no hay duda es de que, si en sus inicios Deer Tick era casi un proyecto unipersonal de su líder John McCauley, ahora con la incorporación de músicos como nuestro interlocutor Ian O'Neil (Titus Adronicus) es una banda de rock de pleno derecho. “John grabó ‘War Elephant’ casi todo en solitario, pero tenía la intención de convertir Deer Tick en una banda y el camino le llevó hasta aquí. No es ni peor ni mejor, es solo un juego”.
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