Entro en el elegante hotel madrileño en el que se aloja el bajista y líder de Manowar preparada para enfrentarme durante media hora a un macarra machista dispuesto a meterme mano a la primera de cambio, y me encuentro con un ser encantador, un diestro seductor que en el fondo es todo un caballero y que poco tiene que ver con esa imagen que sus discos y, sobre todo, sus directos, suelen reflejar... ¿Habré sucumbido yo también a sus encantos?Y allí no podía faltar la groupie, discreta y correcta como pocas, pero groupie al fin y al cabo, figura imprescindible en la carrera de Manowar y personaje adorado por DeMaio, que no puede disimular la sangre italiana de latin lover que corre por sus venas. «Las groupies son algo maravilloso. Me destroza el corazón ver a otros grupos actuar como unos hipócritas con ellas. Se las tiran y luego es como ¡cariño, tengo que salir al escenario, lárgate! Ni siquiera les dan una entrada, así que olvídate de un pase de backstage, es como ¡mi novia está aquí, vete, corre, que no te vea...! Mira, la diferencia entre nosotros y esos grupos es que sí, nosotros nos lo pasamos bien con esas chicas, pero además las tratamos como si fueran de oro, las llevamos de viaje por todo el mundo... Si no me crees tengo un montón de teléfonos a los que puedes llamar para comprobarlo. Créeme, trato a las mujeres como a diosas».Resulta extraño escuchar esas palabras en su boca, sobre todo después de haber oído por casualidad en la entrevista anterior un comentario un tanto jocoso sobre cómo las feministas que se metían con ellos lo que necesitaban era un buen polvo. Se lo comento. «Yo no tengo nada en contra del feminismo, la igualdad de las mujeres y todo eso. Me parece muy jodido que pasen cosas como que una mujer trabaje igual o mejor que un hombre y consiga menos dinero, y otra cosa que realmente odio son los hijos de puta que van de machitos, sobre todo en el trabajo. En los Estados Unidos, gracias a Dios, se ha llegado a comprender totalmente el problema del acoso sexual en la oficina, pero sé que en España o Italia la cosa no está tan clara, y me parece asqueroso que alguien tenga que follarse o chupársela a alguien para conseguir un trabajo. Pero volviendo al feminismo, algunas feministas nos critican porque hay chicas que suben al escenario y enseñan las tetas... Si una chica quiere subir al escenario y besarme, perfecto. Si quiere subir y quitarse la camiseta, perfecto. Y si quiere follarme, me parece perfecto. Nadie las obliga y yo no tengo ningún problema con ello, pero hay gente que se vuelve y dice ¡mira, está degradando a las mujeres! Por favor... ¡yo nunca degradaría a una mujer! Estoy educado demasiado a la antigua, tengo una educación muy europea y mi familia me enseñó a ser siempre muy respetuoso con las mujeres...».Y es que Joey fue educado en un colegio católico y aleccionado como monaguillo (que la religión católica enseñe a respetar a las mujeres es algo que podríamos discutir, pero no hay tiempo, la apretada agenda promocional va con retraso). Me confiesa que no está casado porque entregó su vida a la música hace mucho, y que su mujer es su bajo. Suena a topicazo y a excusa fácil para no admitir que es un viva la virgen que no quiere atarse, pero él insiste en que ha tenido relaciones estables. «He tenido unas cuatro o cinco relaciones muy serias a lo largo de mi vida. Soy un romántico incurable y cuando me enamoro lo hago muy muy en serio». Eso no impide que DeMaio siga una vida sexual paralela a la que tiene con su pareja, algo que, según me cuenta, es parte imprescindible de su misión en la tierra, que tiene como objetivo hacer felices a las mujeres. No parece haberlo conseguido con alguna de sus novias. «La última relación importante que tuve acabó por eso... estaba tocando y mi novia, su hermana y unas amigas estaban allí viendo el concierto... era mi cumpleaños y me trajeron a una chica como regalo, la pusieron en el escenario... entonces le pregunté al público ¡¿creéis que debería intentarlo? ¿debería tirármela esta noche?! Todo el mundo empezó a gritar ¡Fóllatela, fóllatela! Miré y ya no vi a mi novia. Un rato después volví al camerino y uno de los chicos me dijo ¡no puedes entrar, Andrea ha entrado y ha estampado a la chica contra taza del water. Ha tirado de la cadena con su cabeza dentro! Se volvió loca, la pobre chica no tenía la culpa de nada, la habían contratado... evidentemente eso terminó con nuestra relación».
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