El suyo es un álbum de sonido minimalista cuya complejidad se va revelando conforme se suceden las escuchas. Además de su publicación en plataformas, el disco se edita en vinilo en una edición limitada de 123 copias, cada una de ellas convenientemente numerada a mano. Guille nos explica el proceso de deconstrucción y depuración que le ha llevado hasta publicar su referencia más importante hasta la fecha.
Tu nuevo trabajo lleva por título “Domar la luz” y resulta del todo pertinente, ya que se trata de un álbum luminoso pero contenido ¿Cuál era el objetivo cuando comenzaste a grabarlo?
El objetivo era reflejar las sonoridades que tenía en la cabeza, y que venían del formato en directo. Al trabajar las canciones con loops y cajas de ritmos, se les da una vuelta más electrónica y psicodélica. Por otra parte, cada grabación con Oihan ha tenido como protagonista a un instrumento, y en este caso ha sido un sintetizador Sequential. Prácticamente todas las sonoridades que no son guitarras han salido de él. Me gusta pensar que un aparato que ha sido importante para mí este tiempo deja su huella en un disco. La contención de la que hablas ha sido también muy importante. Hablar de minimalismo es fácil, pero ¿Quién puede salir airosa de pasajes con solo una base y una voz? Seguramente, la mejor respuesta sea Rosalía. En eso hemos trabajado.
¿Cómo ha sido el proceso de composición y grabación de este disco? ¿Cambió algo respecto a “Un paseo por el bosque” (Calaverita, 21), tu primer álbum?
Quise condicionar la composición desde el principio, usando la guitarra eléctrica como base, y dejando la guitarra española para algún arreglo concreto. Eso ya cambia bastante la forma de tocar y cómo te aproximas a una canción. Para mí son dos instrumentos bastante diferentes. Cambiar de registro siempre estimula, pero por otra parte era lo que me apetecía. La grabación fue bastante fácil, en casa de Ángel Román como en el disco anterior, casi recuerdo más problemas informáticos que pasajes enquistados. Los arreglos que salían fácil se grababan, y los que no, para otra vida. Creo que soy bueno sabiendo hasta dónde puedo llegar con un instrumento.
Cuentas con la inestimable ayuda del citado Ángel Román a la producción, muy involucrado en el proyecto, pero con todo ¿se siente el vértigo de tener que tomar todas las decisiones y asumir las responsabilidades sin el respaldo de una banda?
Quizá si el proyecto tuviera una repercusión masiva podría sentir algo parecido. Pero Oihan es algo absolutamente libre y bastante desprejuiciado, he tocado desde la electrónica industrial al folk más acústico. Así que creo que a la única persona a la que tengo que convencer, es a mí. Aunque no sea fácil convencerme muchas veces. Ángel es un pilar en tierra, un gran amigo, y en este proyecto la persona que consigue que no me vuelva tarumba o que entre más en bucle de la cuenta. Tiene un gusto exquisito. En proyectos más breves, como “Canciones para Imanol” o el “Romance del Conde Olinos” he trabajado en solitario la grabación y la mezcla, pero en los dos discos largos le he pedido grabar con él, para disfrutar más el proceso.
"Oihan es algo absolutamente libre y bastante desprejuiciado"
Lo primero que sorprende al escuchar “Domar la luz” es la ausencia de baterías, empleando en su lugar sencillas pero acertadas bases. Es como si un disco en solitario de Florent de Los Planetas, por ejemplo, no tuviera guitarras. ¿Es premeditada esa ausencia o simplemente se dio así?
De alguna manera recoge la esencial del directo que te comentaba, pero por otra parte, hay algo en las cajas de ritmos que lleva la música a un lugar más introspectivo. Con baterías acústicas se suele buscar un sonido grande, en todo el espectro tonal, mientras que las cajas de ritmos están más filtradas. Es como si pasas de un salón de un palacio a una pequeña habitación austera, con solo un par de muebles y una persiana que tamiza la luz. Esa habitación es este disco.
En ambos álbumes tocas prácticamente todos los instrumentos. ¿Puedes expresar todo lo que bulle en tu cabeza? ¿No temes que a lo mejor la limitación técnica a la hora de ejecutar las canciones dejen algún rincón por explorar?
La limitación técnica es lo mejor que le ha pasado a mi música. Si tuviera más recursos, todavía seguiría haciendo tomas de aquel solo del final de tal canción, o grabando armonías vocales hasta la náusea. Por supuesto, no puedo expresar tal cual todo lo que se me pasa por la cabeza, ni falta que hace. Así es más divertido. Hay canciones que se quedan a medias y hay que descartarlas, y en otras, te sorprende hasta dónde pueden llegar con una línea bien sencilla. A lo que le doy una y mil vueltas si hace falta es al sonido, de hecho, es lo que me guía. Si algo no me suena bien, aunque pueda tocarlo, no lo toco.
También tengo la sensación de que la voz es más complicada de descifrar, como si estuviera en un plano más onírico. La instrumentación también parece habitar un plano diferente, más etéreo que otras grabaciones tuyas.
“Un Paseo por el Bosque” es un disco que podría asemejarse más al cantautor clásico, aunque tiene pasajes muy atmosféricos. Es un puñetazo en la mesa de alguna manera, un disco de canciones, del que estoy muy orgulloso. En ese sentido el plano de la voz está más pegado al oyente, y se quizá se percibe más terrenal. “Domar la Luz” es un disco de producción. Las canciones están ahí, pero se han troceado, aplastado, retorcido y exprimido lo que nos pedía el cuerpo, hasta llegar al resultado que nos gustaba. También hay mucha dinámica, es mucho más trepidante y también más lisérgico cuando toca. Es un tópico decir esto, pero me parece un bonito y visceral viaje.
No es un álbum que entre a la primera, sino que requiere de escuchas para entrar en su universo. ¿Eres consciente de que el reto para el oyente es mayor, aunque también sea mayor la recompensa?
Gracias por lo de la recompensa. Es difícil tener una imagen certera de la facilidad de escucha para el oyente estando dentro, pero creo que hay temas bastante inmediatos y hasta radiables, como “Tu Dulce Manzana”. No veo que sea un álbum tan críptico pero quizá para atravesar la superficie sí sean necesarias varias escuchas, y en ese sentido, en 2024, puede ser muy exigente. El tiempo de ocio de una persona tiene un valor enorme, así que desde aquí, gracias a todos los que dedicáis un poquito del vuestro a escucharme.
Fuera de tu faceta de músico, como espectador ¿Qué tipo de álbumes te interpelan? ¿Cuál sería el canon al que te gustaría que Oihan se acercase?
Últimamente no dejo de sorprenderme con lo que escucho. Disfruto cosas en las que nunca hubiera pensado, y otros artistas que siempre he escuchado, me aburren. Me han encantado los últimos discos de Christina Rosenvinge y de María José Llergo. Me ha flipado el de un productor del sur de Francia, Petit Fantôme. Luca Bocci tiene una aproximación a sus canciones preciosa. Prefiero hablar de proyectos de por aquí o relativamente pequeños, porque que te diga que los Lemon Twigs o The Smile son una pasada, no sé si aporta algo. No sé si hay referencias conscientes muy claras en este disco. Inconscientes todas, por supuesto. En todo caso me gustaría que Oihan fuera un estado totalmente libre de cortapisas, en cuanto al tipo de intervenciones o al color de la música que venga. Creo que voy por el buen camino, en cuanto a crear una transversalidad o una impronta propia dentro de la variedad.
"Voy por el buen camino en cuanto a crear una transversalidad o una impronta propia dentro de la variedad"
Antes de la pandemia estuvo tu primer proyecto paralelo, Tuxedo, donde eras el compositor principal de un grupo más coral. Allí os definíais como “un compendio de psicodelia en castellano con influencias electrónicas y folk”. ¿Cómo surge Tuxedo? ¿Dirías que te sirvió para soltar amarras y coger vuelo en la composición?
Desde luego, que levanten la mano los cantantes que han acabado ahí porque nadie más quería cantar sus canciones. Estoy seguro de que son unos cuantos. En algún momento hay que soltarse si quieres defender tus temas en directo, afortunados quienes pasan el trago a los 18, a mí me tocó a los 30. Sí que había compuesto antes en The Jackets, pero coger la guitarra fue lo que me llevó al disparadero. Tuxedo fue un proyecto muy bonito, y de vez en cuando me pongo un disco para reafirmarme en el gran trabajo que hubo.
¿Hay posibilidad de que publiquéis “IV” o es un proyecto cerrado?
No diría cerrado, para nada. Los ritmos de cada persona son diferentes y las circunstancias los van marcando. La vida te va llevando, y a lo mejor una propuesta indecente o una reunión gastronómica, que las seguimos haciendo, nos sirven para meternos el gusanillo y volver al local. Ángel, Fer y Javi son unos musicazos y unas enormes personas. Y lo mismo puedo decir de Eva, aunque está más lejos, en Barcelona. La relación siempre ha sido muy buena, y eso hace que le tengas más cariño al proyecto.
¿Qué aprendizajes de aquella experiencia aplicas en solitario?
El gusto por la producción. Aquí tengo que mencionar a Javi Nieto y Dino Martín, del extinto estudio Dobroproducciones. Con ellos me he curtido no solo en los tres discos de Tuxedo, sino con Arizona Baby, Ángel Stanich, Cosmic Birds y unos cuantos más. Han sido unos padres musicales para mí. Sin esas experiencias, seguro que no estaría haciendo estos discos así.
¿Es Oihan la continuación natural o una respuesta a Tuxedo?
Oihan es la continuación de Tuxedo en el sentido vital de la misma, no es nada contestatario. Aunque dentro de Oihan sí que hay una cierta complementariedad o respuesta de un proyecto al siguiente. Me parece estimulante.
Aunque de manera muy lírica, tus letras no esquivan la política, como por ejemplo “Por la utopía”, algo poco común en estos tiempos de letras asépticas y discursos trillados ¿Cuán importante es la militancia en Oihan?
Me parece imposible no ser político en un disco. Incluso la deliberada ausencia de discurso político, es política. Casi todas las decisiones que tomamos día a día lo son. Respeto a quien quiera velar su pensamiento privado, pero me parece difícil ser realmente honesto sin que rezumen connotaciones sociales. Si se trata de introspección, hay pocas cosas más importantes que la visión de la vida en comunidad.
Para terminar, citándote en “Mala Baba” ¿Es mejor la vida cuerda o la vida lerda?
Voy a obviar lo de que la ignorancia es la felicidad, está muy manido. El espíritu crítico debe guiarnos siempre.
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