Bajo la atenta mirada de los altísimos bloques de oficinas que sobrepueblan el Distrito 22@ -en el barrio barcelonés del Poblenou- me encuentro con Enoch Domech, el responsable creativo de los versos que dan vida a “Trimurti”. Tras años desviviéndose por la pasión que despierta la música en su persona, el primer álbum de su carrera ve la luz al fin, y lo hace además como un proyecto barroco por lo recargado en simbolismos y las múltiples colaboraciones que lo conforman. Así que, sin que el rugido de los motores que van y vienen ni el alboroto de niños saliendo del colegio a nuestro alrededor supongan una distracción, mantenemos una conversación con la que intento dar respuesta a todas las preguntas que tengo preparadas para él. “Siempre he querido sacar un disco. Llevo rapeando diez años, quiero decirte, mi discografía cuenta con más de cuarenta canciones; ya tocaba. Lo que no me imaginaba es que habría tanto trabajo detrás. Hasta que no me puse a hacerlo no fui consciente de lo que supone, tanto a nivel físico como mental o económico, especialmente cuando tratas de gestionar diecisiete cabras locas y un equipo de treinta personas siendo tú el único hilo conductor. Es curioso porque he notado que la gente ha empezado a valorarme más como artista. Se me ve de otro modo. Antes solían pensar: ‘bueno sí, este rapea’. Habiendo sacado el disco he dejado de ser rapero, ahora soy artista.”
“Estoy presentando un proyecto profesional, lo último que haré es llevarlo a salas que no compartan esa virtud”
No me extraña nada que haya terminado siendo así. Si en algo destaca Enoch es en el arte de la retórica. Además de haber demostrado su ingenio escribiendo durante tanto tiempo, no puedo evitar fijarme en la actitud por ir al grano que le identifica. Deja claras sus intenciones y sabe muy bien qué quiere decir. “A mí lo que me gusta es que la peña se rompa la cabeza intentando entender mi mensaje. Siendo muy joven me fui de España escribiendo poesía por el simple hecho de querer materializar en palabras lo que sentía. Creo que eso ha influido en que a día de hoy viva el rap de forma sentimental, jugando a la vez con técnicas lingüísticas (dobles sentidos, hipérboles) que hacen que lo que digo sea un poco más abstracto; de libre interpretación. Dar las cosas masticadas no es lo mío. A la primera escucha te quedarás con lo superficial, pero a partir de la segunda irás atando cabos. Quien de verdad quiera entenderme dedicará el tiempo que el proyecto se merece hasta completar su historia. Uno de los motivos por los que hice el disco fue decir: ‘basta ya de música fast food’. También pensé que un álbum sería toda una oportunidad para romper monotonías y dar voz a la escena emergente del género. Si hubiera agrupado doce canciones sin colaboraciones, a la tercera o cuarta canción la gente ya estaría cansada de mí. De esta manera, más allá de haber obtenido un resultado fresco y multicultural, he conseguido unificar audiencias. Los que ya me conocían se han interesado por mis colaboradores y viceversa. Por eso, que mi música haya terminado siendo un altavoz colectivo del que todos pueden servirse me enorgullece muchísimo. Este sentimiento de grupo y compañerismo lo sentiré toda la vida. Me quedo feliz.”
De acuerdo con él, descifrar todos los enigmas que plantea su discurso no es nada fácil. Quizá sea porque, aunque el disco se nutre de las diferentes musicalidades que ofrecen el catalán, el español, el inglés o el francés, la riqueza cultural hindú de la que se empapó en un viaje íntimo tenga algo que ver. “Por trabajar de día y de noche acabé muy quemado de Barna. Entonces, para el cumpleaños de mi pareja le regalé un viaje a Indonesia. Mientras visitábamos cada uno de los templos, yo, que soy muy curioso y me gusta preguntar por todo, fui descubriendo el mundillo de los dioses y los avatares de Shiva. Llamó mi atención; tanta simbología me atraía. Justamente, los tres grandes dioses -Brahmā (creación), protección (Viṣṇu) y destrucción (Śiva)- engloban sociedad, raíces, política… los principales temas de los que hablo. Divinidades, instrumentales y mensaje van de la mano; siguen el mismo eje. Quise romper los esquemas con la finalidad de poder crear algo que fuera cosecha propia.” Asimismo, Enoch se atrevió a producir doce videoclips (uno para cada canción) que fluctúan entre la animación 2D y 3D, el cómic, la inteligencia artificial y el formato tradicional. Vaya, un trabajo completito completito. “Nadie ha tenido que pagar nada. Grabación, mezcla, máster, videoclips… todo ha salido de mi bolsillo. Ya que colaboraba con gente de corazón, comprometida, que no hacen las cosas por comercializar, sino porque las sienten, no quería que ninguno de ellos hiciera sacrificios de ningún tipo.” A propósito, le pregunto su opinión acerca de la escena rap actual. Ambos coincidimos en que atraviesa un momento delicado; está mal visto ser rapero. “Parece que tengamos que darnos de codazos entre raperos. “Trimurti” era una excusa para poner fin a la toxicidad del género y valorar el arte que tiene cada uno. El hecho de decir: ‘artista reconoce a artista’. La ocasión idónea para darle la vuelta a esa mala imagen. Por eso en el disco no hay insultos. Tan solo hay puntos que pueden generar debate. Simplemente marqué una línea roja: el respeto, sobre todo a las mujeres. La paridad de género es muy importante para mí, y debería serlo para cualquier hombre. Criarme con tres mujeres ha potenciado mi faceta más calmada, racional. Soph, Aiala, Ayryn, Yellow RMSH… son impresionantes. Date cuenta de que cuando la audiencia es mayoritariamente masculina y canta un hombre, suele haber un gran alboroto; muchos dejan de prestar atención. En cambio, cuando lo hace una mujer callan y escuchan. Rapeen o canten, el timbre y tono de sus voces crean el efecto rollercoaster que buscaba; la sonoridad del disco funciona igual que la oscilación de una onda de sonido.”
Relacionado también con el mismo tema, a su modo de ver el rap es uno de los estilos musicales más filosóficos. “No necesita de armas o drogas. Ensalzar la parte oscura no se barajaba como opción. Y no porque nos faltara contenido. Supongo que cuanto más hablas de ella menos la vives.” Ya terminando, me intereso por la enorme cantidad de samples incluidos en el tracklist. “Se trataba de hacer una especie de homenaje a todas las canciones que sonaron en mi infancia. Mi abuelo solía cantarme “Libre” de Nino Bravo; “Niños Bravos” es una bonita forma de recordarlo. De todos modos, si nos salta el copyright tenemos pactado dar la totalidad de los derechos a los poseedores de las grabaciones originales.” Aparte, comenta que el futuro se le plantea ambiguo. Por un lado, se enfrenta a la esclavitud de los algoritmos y, por otro, se somete a la satisfacción de hacer música. “No sé cómo encararlo. Igual no vale la pena invertir semejante cantidad de tiempo y dinero para que luego solo llegue a mil views. Por ahora hago esto porque es mi razón de ser. Próximamente sacaré un EP más bailongo, divertido, con pinceladas de techno y dancehall.” Eventualmente, al disco seguirá dándole bola. Salió muy contento de la presentación oficial que tuvo lugar en la sala Razzmatazz 3 el 27 de octubre. “El recibimiento fue inmejorable. Sin embargo, ahora se me plantea un reto bastante complicado: convencer a mis seguidores para que les entre en la cabeza que si quieren seguir disfrutando de Enoch DMK van a tener que pagar una entrada. Yo les prometo que solo tocaré en sitios con todas las de la ley; decentes. Estoy presentando un proyecto profesional, lo último que haré es llevarlo a salas que no compartan esa virtud.”
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