En un país imaginario
EntrevistasLa Buena Vida

En un país imaginario

Jordi Nopca — 31-05-2006
Fotografía — Archivo

Como quien tiene hijos y no se da cuenta del paso del tiempo hasta que un buen día se levanta y el pequeño se ha convertido en acérrimo al botellón y a las farras nocturnas, eso es lo que parece haber sucedido con La Buena Vida. “Vidania” (Sinnamon) es su nuevo disco y la demostración de que las cosas siguen por buen camino.

Hace ya trece años del debut discográfico de La Buena Vida –parece mentira- y publican un nuevo disco, el séptimo ya, en el que su mensaje es más reflexivo y unitario que nunca. Después del dinamismo y la versatilidad de “Álbum” (Sinnamon, 2003), el sexteto de Donosti ha querido presentar un trabajo menos disperso, de una unidad que ya se intuye en el título, “Vidania”. “Se trata de un lugar imaginario, un mundo creado por nosotros mismos. La idea era que al escuchar el disco el oyente se situara allí, como en el momento en que uno se mete en el cine a ver una película, se apagan las luces y se abstrae de todo”, nos explica Pedro San Martín, bajista del grupo.

" Vidania se trata de un lugar imaginario, un mundo creado por nosotros mismos "

Para ello, han concebido el disco como una buena narración –con la preceptiva introducción, nudo y desenlace– y han intentado “encontrar un equilibrio entre el punto melancólico y otro más alegre, pero a través de un hilo conductor” que en esta ocasión ha sido el piano de José Luis Lanzagorta, miembro del grupo a partir de su cuarto disco, “Panorama” (Siesta, 99). “Sobre todo hemos querido potenciar el piano, no tanto como otros teclados (órgano, rhodes) que tuvieron más cabida en anteriores trabajos. El piano te lleva, armónicamente hablando, a otros terrenos más difíciles de conseguir solamente con las guitarras. El principio y el final del disco son solos de piano, y esto no es casual”. ¿Nos encontramos ante el primer álbum conceptual de La Buena Vida, entonces? Que no tiemblen sus fans, por el momento, porque “Vidania” recoge grandes canciones (“S.O.S.”, “Autobuses”, “El fin del mundo”) que, si bien muestran una paleta más o menos ordenada de sentimientos, pueden ser escuchados perfectamente de forma individual. Para que el sonido del disco fuera lo más cuidado posible el grupo ha seguido un procedimiento diferente del habitual. “Por primera vez hemos tocado las canciones a la vez todos juntos, y una vez hemos encontrado el sonido que queríamos se trataba de ir haciendo un proceso de sustitución de instrumentos, a fin de lograr que el disco no estuviera sobrecargado”. Es por esta razón que en “Vidania” nos encontramos con una menor presencia de arreglos de cuerda y de metales que en anteriores ocasiones y con un sonido muy cauto que potencia, más que nunca, las voces de Irantzu y Mikel, que se compaginan en la mayoría de las canciones, como en el single de presentación, “La mitad de nuestras vidas”. “Es la mejor embajadora de ´Vidania´”, opina Pedro. “Además de ser una canción que nos encanta la veíamos como bastante representativa del disco en su conjunto”. Sin embargo, podrían haberse arriesgado a presentarlo con un experimento más atípico en su repertorio como es “Mi aventura espacial” o con la historia desesperada que es “Pensando en no volver”, canciones que funcionan igual o mejor que la apuesta clásica que supone “La mitad de nuestras vidas”. Incluso nos encontramos con alguna guitarra –como en el último tema “No te he visto nunca”– que podríamos haber escuchado perfectamente en la última pedrada country de Ryan Adams. Así, nos creemos que durante la grabación del álbum hayan estado escuchando “más música folk con toques de pop como Ron Sexsmith, Josh Rouse o Bright Eyes y quizás también haya habido una profundización en el sonido americano de Crosby, Stills, Nash And Young o Bob Dylan”. Otra de las diferencias respecto a anteriores discos ha sido la experimentación con nuevos instrumentos “como el pedal steel, el acordeón o la armónica” y “el punto de reflexión” a la hora de grabar. “Estuvimos haciendo un trabajo bastante intenso en el local de ensayo. Íbamos sacando canciones y las íbamos maquetando paulatinamente, hasta llegar a tener unas veinticinco. Una vez escuchadas con tiempo decidimos meternos en el estudio con dieciséis”, nos comenta Pedro, que se siente “muy contento con el resultado del disco”, y añade –en una respuesta que sólo un miembro de La Buena Vida podría dar: “Eso ayuda a superar las tristezas y los sinsabores que te provocan otras cosas”.

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