Micah P. Hinson vuelve a la actualidad con diversos asuntos, entre ellos un quinto álbum más sereno y ornamentado, con el que parece hacer las paces con algunos de sus fantasmas, en pos de algo que podríamos llamar madurez, si no fuera porque a los veintitrés años ya parecía más experimentado que la inmensa mayoría de sus coetáneos. Un Micah P. Hinson de lo más afable y locuaz reconoce que ha “exorcizado demonios con este disco. Es importante para mí porque representa la superación de unos años en los que he vivido muchas experiencias, interesantes y duras a la vez, pero mirando al futuro”. Para ello, ha incrementado la duración de sus temas y ha otorgado un mayor protagonismo a las cuerdas, añadiendo una tensión dramática que se explica porque “siempre intento añadir belleza a mis canciones, y las secciones de cuerda siempre añaden emoción como ningún otro instrumento. Sobre el ritmo, más lento, creo que favorece la creación de paisajes sonoros y la da un toque de cierta locura. No quería que los instrumentos y la voz sonasen igual que en el pasado. Quería un aire nuevo”.
El álbum fue mezclado en Texas por Matt Pence (Centro-matic) y masterizado en Nashville, pero no puede desestimarse la conexión zaragozana de los miembros de Tachenko, quienes ya acompañaron a Hinson en su última gira hispana, recreando su álbum de versiones (“All Dressed Up And Smelling Like Strangers”, 09), y que ahora han vuelto a aportar su granito de arena. “Sí, añadieron algunas voces. Son unos tipos fantásticos, de los que te darían su brazo izquierdo si lo necesitaras. Con ellos de gira hay risas todo el día. Y es cierto: clavaron aquel disco en directo, sin necesidad de mucho ensayo. Sólidos como una roca”. Y eso que aquel disco fue para el norteamericano “uno de los más complicados de hacer, ya que no es fácil tomar el trabajo ajeno, y menos el de los artistas que elegí, con la intención de cambiarlo, para bien o para mal”.
Los aspectos más sórdidos de su biografía (su paso por prisión, sus dolores de espalda) han sido constantemente remarcados por los medios desde su irrupción en nuestro país. Especialmente por aquella prensa generalista que se ve en la necesidad de recurrir a factores externos a lo estrictamente musical. ¿No supone eso una pesada carga, a estas alturas? “No, no es algo que me canse. Todo eso es importante. Si desconocemos el pasado, estamos condenados a repetir los mismos errores. Todo el mundo necesita escuchar a gente que ha pasado por situaciones difíciles, ese es un sentimiento universal. Estando de gira ha habido gente que me ha dicho que algunas de mis canciones les han salvado la vida: esa es una buena razón para hacer lo que hago. Supongo que sienten que no están solos cuando me escuchan. La vida es dura, pero si fuera fácil, ¿valdría la pena vivirla?”. Todas esas vivencias las narra una voz que, pese a no llegar a los treinta, cualquiera diría que supera los cincuenta. Algo que justificaría a ojos de muchos las comparaciones con Nick Cave o Leonard Cohen. “Cuando me escucho yo me oigo joven, pero creo que, para la gente, sigo sonando mucho mayor, lo cual es bueno, porque no me comparan con mis colegas coetáneos. Supongo que tampoco encajo en los patrones más modernos. No escucho mucha música moderna, porque me decepciona al centrarse en el dinero y la fama, y no en la forma en cómo la gente ve el mundo. Pero sí, no deja de ser un cumplido que me comparen con gigantes de esa talla, pese a que yo no me vea compartiendo estilo con ellos”. La gira que trae este mismo mes de junio a Micah P. Hinson a nuestro país se enmarca dentro de esa recurrente dualidad que, año tras año, nos muestra al músico de Abylene en su versión más desnuda (solo y en acústico) y en la más mullida, cuando viene con alguna clase de banda de acompañamiento, por simple que sea. Es a veces difícil decidir con cuál de los dos formatos encaja mejor. “Hay lugar en mi corazón para ambos. No veo una gran diferencia en las reacciones de la gente. Quizá el formato en solitario me permite ponerme más personal, y el de banda más fiero, algo que me encanta. Es importante dejar escapar cierto sentido de violencia y agresión, porque la vida tiene de ambos”. Lo que no admite discusión es la buena acogida del público español, quien le recibe año sí, año también, con los brazos abiertos. “Da la sensación de que estén muy metidos en lo que hago. Son rabiosos. No como ocurre en otros lugares, sobre todo en mi país. Siento que tengo una relación especial con el público español, porque hacen que la experiencia de tocar en directo sea de lo más gratificante, mientras que en otros lugares tengo la sensación de estar simplemente tratando de salir de un agujero cuando estoy sobre el escenario”. Entre sus planes de futuro, mención obligada para su primera novela, “You Can Dress Me Up, But You Can’t Take Me Out” a publicar en nuestro país el próximo mes de octubre en Alpha Decay. “Es un sueño hecho realidad. Antes incluso de tener una guitarra ya tenía una máquina de escribir Royal de los años treinta. Crecí leyendo a la generación Beat de Bukowski, Kerouac, Burroughs y demás, pero no creo que mi novela esté muy cerca de ellos. Quería hacer algo propio. Lo más curioso es que no tiene un argumento claro. Supongo que es simplemente una rodaja de vida que mira hacia atrás, tal y como mis héroes literarios solían hacer”.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.