Irrumpieron como un soplo
de aire fresco en 2005 con el lanzamiento de su primer álbum, de título
homónimo, un trabajo que recuperaba y actualizaba el mejor pop de armonías de
inspiración Costa Oeste. En 2006, casi sin concederse tiempo para digerir el
éxito, lanzaron “Those The Brokes”,
su continuación natural. Una vez concluida la gira para ese disco, tras treinta
y seis meses prácticamente sin parar, las dos parejas de hermanos que forman
The Magic Numbers (Romeo y Michelle Stodart, Angela y Sean Gannon) decidieron
tomarse las cosas con más calma. Tres años después llega “The Runaway”, un disco en el que el tiempo se hace notar. Desde
las primeras escuchas, el nuevo álbum de The Magic Numbers busca no entrar de
una patada en la puerta, sino hacerlo poco a poco, suministrando el oxígeno.
Sin ser un giro radical, se nota que hay un viraje hacia paisajes más
sofisticados, más maduros y orquestados, aun sin perder la frescura que
caracterizó las primeras grabaciones de la banda. “Puedes escucharlo muchas veces y encontrar cosas nuevas”, explica
escuetamente Romeo, cantante y compositor del grupo. Junto a Angela, teclista y
segunda voz, se encuentra en Madrid para promocionar el lanzamiento de “The Runaway”. Ambos son todo
cordialidad, pero han madrugado mucho y estamos en uno de esos días calurosos
en los que cuesta remontar después de la comida. “Hacia finales de 2007 terminamos de girar y decidimos parar para poder
vivir un poco”, explica Romeo sin mostrar un ápice de ironía. “Mi hermana tuvo un bebé, ahora es mamá.
También montamos nuestro propio estudio en Londres. Se necesita tiempo para
eso. Es muy excitante sacar disco de nuevo, pero en realidad necesitábamos no
forzar al tiempo”. Ya enfrascados en la conversación, me atrevo a
cuestionar si quizá el segundo disco llegó de una manera un tanto precipitada.
Aunque las posiciones en las listas británicas y las ventas conseguidas
invalidan este argumento, la idea que se tiene de The Magic Numbers es que
sacaron un gran primer trabajo seguido de otro al que no se le terminó de
prestar demasiada atención, algo que “The
Runaway” realmente necesita para poder ser valorado como el gran disco que
es. “Ahora escuchamos un disco por
encima, cargamos en el reproductor portátil las dos o tres canciones que más
gracia nos hacen de primeras y nos olvidamos de volver a hacer escuchas del
disco en toda su extensión. Pero escuchar un buen álbum es como conocer a una
persona. De primeras te gusta porque tiene algo que te despierta curiosidad,
pero luego tienes que pasar a conocerla y valorarla de verdad”, expone
Romeo. “Hicimos el segundo disco así
porque teníamos las canciones y quisimos grabarlas, tenía sentido”,
apostilla. “Con éste hemos tenido mucho
más tiempo para experimentar. Hemos podido volver una y otra vez a las
canciones, descartar unas ideas y hacer que otras tomaran más importancia.
Hemos dado al disco el tiempo que necesitaba”, añade Angela. “The Runaway” es ambicioso desde su
escritura, pero donde realmente ha crecido ha sido en el estudio. El grupo ha
contado con la producción de Valgeir Sigursson, conocido por sus trabajos con
Björk. “Los ambientes y la
experimentación se consiguen en el estudio, pero cuando lo estaba escribiendo
ya sabía que quería efectuar una aproximación diferente. En el estudio lo que
hicimos fue grabar todo el tiempo, probar cada idea que surgía”. Así, si el
debut les salió sesentero, no hay duda de que en “The Runaway” hay algo del ambiente perfeccionado de los setenta,
algo de Fleetwood Mac. “Sí que hay algo
de todo eso. ¡Espero que no empiecen a sugerir que para el próximo nos
inspiremos en los ochenta!”, bromea Romeo. “Hablando en serio, lo que intentamos es no hacer nada que suene
demasiado contemporáneo, si se puede decir así. Buscamos una neutralidad a
partir de la cual poder imprimir nuestro propio carácter. No queremos que a
alguien le guste una canción nuestra y a los dos años vuelva a escucharla y le
horrorice, que es lo que pasa a menudo si haces música muy apegada a lo actual,
que en ocasiones no es más que algo pasajero”.
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