Izaro Aperribai, alias Elviscaino, conocido pinchadiscos de la noche bilbaína, me contó el siguiente chiste el otro día: “¿Sabes en qué se parecen Atom Rhumba y el Athletic? En que ambos fichan a los mejores navarros”. En efecto, y es que aunque Iñigo Garcés fuera el otrora teclista de la formación, ahora su presencia escénica al bajo le da un carácter más protagonista. Al igual que el incasable Joseba Irazoki, ha inoculado a la banda más background todavía del que estaban provistos. El resto, Nacho Beltrán (batería), Joe González (saxo) y Rober! (Guitarra, voz), la representación vizcaína, no necesitan mucha presentación. “Gargantuan Melee” es un disco que supera las barreras en forma de expectativas del fan fatal gracias a dos factores: el barbecho de dos años del grupo y cierto eclecticismo, si es que este sustantivo no está aún lo suficientemente devaluado. Hay ejercicios de abstracción donde el blues sufre de luxaciones para encaminarse hasta la efectividad, grabándolo en directo con el objetivo de captar las primeras tomas, protocolo al que están acostumbrados. Todo influenciado, reiteramos, por la reorganización del quinteto. Rober! nos lo explica: “La variedad que dices es inevitable, y prefiero ver en ello una oportunidad más que un problema. Son buenas ocasiones para reorganizarse, corregir torceduras y eliminar vicios adquiridos. En el caso de Iñigo y Joseba he notado mucho el hecho de que ambos sean compositores en sus múltiples proyectos paralelos. Su actitud a la hora de enfrentarse a nuevas canciones es más respetuosa y atenta, los ensayos son mucho más fluidos”. La impronta también se reconoce en la estructura del disco, en el orden del cancionero y, por supuesto, en el sonido. En la cara A están los dos primeros temas rhumberos cien por cien y en la B empieza con la efectiva “Dema A Go-Go Jane”. “Siempre pienso en dos caras, dos principios, dos finales… el disco es perfecto para estructurar un repertorio. Incluso barajamos la idea de meter un descanso o un instrumental improvisado para marcar esa diferencia en el CD, algo que ya hizo Robert Wyatt en uno de sus discos. No sé si sigue teniendo demasiado sentido darle tantas vueltas a esto hoy en día… En cuanto al comienzo del disco, ‘The Secret Tongue Society’ es un tema un tanto infantil, una especie de banda sonora imposible para dibujos animados, la batería parece una manada de bisontes desbocados, no es el típico tema directo con el que empezábamos siempre los discos”. Más señas características: el ritmo de batería, tanto que al escucharla -igual que la voz- se sabe que estamos hablando de ellos. “La batería y el bajo es lo primero que tengo claro en muchas canciones y solemos subirla bastante en la mezcla, así que puede que tengas razón”. Tres cuartos de lo mismo para el falsete (en la fronteriza “Stella”), ¿cuándo te das cuenta que un tema te pide ese tipo de voz y cuándo no? “Eso es cosa del grupo, siempre están deseando que cante en falsete. Les resulta sexy”. También podríamos hablar de la incursión en euskera de “Istingako Mutikoa”. “Solo había cantado un par de frases en un disco de Anari y me apetecía mucho probar con un tema entero. Hace poco también hicimos una versión del ‘Lizardi’ de Mikel Laboa para el disco tributo de Bidehuts. Si te soy sincero, reconozco que me cuesta mucho cantar en euskera, ando como un cojo en un lodazal”. El nombre del disco, como en los anteriores economiza la semántica para tornarla en inmediata a la retina, pasa como en los libros de Faulkner. Uno al final no sabe qué quiere decir pero la fuerza se nota. Y eso mola. “El grupo es así, una melé de proporciones gargantuescas, un amasijo de músicos, a cada cual más nervioso e impaciente. Y quería jugar con la imagen del Gargantúa vasco, eso de que entras por la boca y sales por el culo”. ¿Cuánta importancia das pues a las letras en este sentido? “Mmmm… ¿un veintiséis por ciento?”. Y tras esta dylaniana respuesta, pregunto en voz alta si es bueno que mantengan cierto cripticismo en las mismas. “Resulta divertido pero bueno, no creo que la fuerza de un grupo como Atom Rhumba resida en sus letras”. Con la coda de “Burried Man”, “y la intención de conseguir una determinada atmósfera, empieza con jugos voodoos y se desvanece en una humareda jazzy”, finaliza este festín que no cesa de regurgitarse una vez digerido como corresponde a nuestra hambre de rock.
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