En busca del sueño americano
EntrevistasM83

En busca del sueño americano

Sergio del Amo — 04-10-2011
Fotografía — Archivo

A lo grande, con “Hurry Up, We’re Dreaming”, un doble álbum que se postula imprescindible esta temporada, Anthony Gonzalez da rienda suelta a sus fantasías de infancia en una colección de temas donde cohabita la vertiente cinética y la más pop que ha procesado durante toda su carrera.

En un ejercicio freudiano de autoanálisis, girando la vista nostálgicamente a aquellos años en los que la felicidad perpetua de la niñez le despreocupaban de la rutina y la autosuficiencia capitalista, Anthony Gonzalez se enfrenta a su mayor reto: un doble álbum sobrado de épica en el que materializa todos y cada uno de los ingredientes ya conocidos de M83. Pero ni mucho menos cayendo en los trucos sobados a lo largo de su discografía, sino dotándolos de un engranaje más maduro y medido, capaz de sobrecoger y emocionar a partes iguales a pesar de valerse en muchos momentos de sus inquebrantables y densas ambientaciones. Creando un embrión entre los parajes cinéticos de “Before The Dawn Heals Us” y la fisonomía más pop de su último “Saturdays=Youth”, el francés vuelve más ambicioso que nunca con “Hurry Up, We’re Dreaming!”x, un trabajo con la friolera de veintidós temas que desde ya es una de las obras más destacadas de la temporada. “La idea del doble álbum surgió porque tenía muchas ideas en la cabeza y quería disponer del espacio necesario para improvisar con mis instrumentos sin limitaciones. Es lo mejor que he podido hacer para divertirme y disfrutar al máximo. Desde un principio, antes de que durante un año entero me centrara en su grabación, tenía claro que el resultado tenía que ser ecléctico. La mayoría de discos dobles parten de una misma atmósfera y pueden hacerse algo pesados. Me daba mucho miedo que la gente pudiera llegarse a aburrir a la mitad de la escucha. Todo cambió cuando lo oí completo, me sentí muy orgulloso de haber plasmado exactamente todo aquello que residía en mi mente antes de pasar por el estudio. Algunos dirán que la única intención de tenía frente a esta retahíla de canciones era incluirlas sin más. Sin embargo, todo tiene un propósito y le da sentido al resto. En cierto modo, es como un gran puzzle que se va creando con el paso de los minutos”, me comenta Anthony Gonzalez mientras le pega un sorbo a su bebida energética, sobrellevando la tentación de la piña colada a primera hora de la tarde del bochorno barcelonés.

Coincidiendo con los treinta años que luce en su carnet de identidad, Gonzalez ha decidido voluntariamente renacer en la ciudad de Los Ángeles para engrosar esa gruesa lista de afortunados adscritos al sueño americano. Todo apunta a que, de momento, no tiene mucha intención de volver a su casa del sur de Francia. “Decidí componer el disco en California sin emplear ninguno de los temas que escribí a lo largo de la pasada gira. Fue algo así como empezar de cero en todos los sentidos. Mi vida ha cambiado completamente y ha nacido una nueva persona como consecuencia de ello. No sé muy bien el porqué, pero desde siempre me había fascinado el estilo de vida californiano y todo lo que representa el sueño americano. Allí todo es a lo grande”.

Precisamente, este cambio de residencia le ha permitido contactar más rápidamente con uno de sus actuales objetos de deseo, Zola Jesus, quien presta su inconfundible voz a la apertura de “Intro”. “Ella es única, no suena como nadie más. La primera vez que la oí pensé que era la persona perfecta para esta canción. Le envié un mail a su equipo de management y, a los pocos días, dieron el visto bueno a la colaboración. Zola, aparte de ser una chica jovencísima con una gran carrera por delante, es muy divertida. Compartimos muchos gustos artísticos como las películas de serie B italianas de Dario Argento. Volvería a trabajar con ella en un futuro sin pensármelo”.
Puestos a encontrar nuevos cimientos en su reestrenada vida, hasta la voz de nuestro protagonista consigue expandirse con mayor fiereza y protagonismo que en capítulos anteriores. “Aunque siempre me ha gustado cantar, ni mucho menos me considero un cantante. Era el típico que dedicaba a mis novias alguna canción estúpida, y poco más. Cuando empezó M83 me daba mucho miedo ponerme delante del micrófono, pero con el tiempo uno aprende a que no le influya lo más mínimo lo que piensa la gente y hacer, únicamente, aquello que te apetece. Por ello me fui, por ejemplo, a Los Ángeles. No quiero vivir arrepintiéndome eternamente de aquellas cosas que nunca he hecho. El tiempo pasa muy rápido y hay que estar activo en todo momento, de ahí proviene precisamente el título del disco. Esto mismo es lo que siento ahora en Estados Unidos. No quiero decir ni mucho menos que haya perdido mi tiempo estos treinta años, pero pensándolo fríamente, podría haberlo aprovechado aún mucho más”.

Dejando aparcados aquellos planes que no acaban de materializarse en vida por pura vagancia, volvemos a retomar el onirismo de los sueños, la piedra angular sobre la que giran sus últimas creaciones. ¿Acaso Anthony es uno de esos que recuerda lo que su mente dibuja en plena fase REM? “Lo cierto es que no habitualmente. Puede que sea porque de adolescente fumé demasiado y tomé muchas drogas que han acabado afectando mi memoria. Lo noto muchísimo encima del escenario cuando me olvido de mis propias letras. Pese a ello, lo divertido fue que cuando me trasladé a Los Ángeles, a pesar de los dos primeros meses tan duros que viví al encontrarme con un nuevo entorno y una cultura diferente a la mía lejos de mis amigos y mi familia, empecé a rememorar algunos sueños que tenía de pequeño. Supongo que influenciado por la animación japonesa, una vez al mes como mínimo fantaseaba con que exploraba diversos planetas en un cohete. Era un sueño precioso hasta que aparecían de la nada unos aliens y, entonces, me despertaba asustado y todo sudado de la cama. Para este álbum quería escribir sobre esos sentimientos que viví inconscientemente de pequeño. Algo melancólico y nostálgico, lo cual siempre ha tenido mucha relevancia en mi música”.
Con un valor añadido cinematográfico, para Anthony estos temas representan “la banda sonora de una película imaginaria”. “Si alguna vez pudiera oír estas canciones en una sala de cine me gustaría que fuera en una película de Terrence Malick o alguna de ciencia ficción del estilo de George Lucas, largometrajes en los que además de una historia existe un atrayente poder de la imagen”. No sabemos si algún día alguno de estos directores descolgará el teléfono para proponerle una propuesta irrevocable al respecto a nuestro protagonista, pero antes de que nuestro encuentro llegue a su fin no puedo aguantarme las ganas de decirle que piezas como “OK Pal” o “Steve McQueen” me recuerdan irremediablemente a Peter Gabriel.x “¡Para mí es todo un cumplido! No es la típica influencia que le confesaría a un periodista pero ahí está. Respeto mucho su trabajo. Al igual que Phil Collins, me gusta cómo produce las percusiones y el sonido de la batería”. Por el momento, la gira promocional que este mes de octubre iniciará ha esquivado cualquier escala española. Pero que no cunda el pánico, a principios de año moverá todos sus hilos para actuar en nuestro país en una sala, como debe ser en estos casos. Paciencia pues y a engullir, mientras tanto, esta colección de canciones que vuelven a afianzar al francés como uno de los creadores de mayor calado de la última década.

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