Hace medio siglo, el locutor
radiofónico Alan Freed, pionero en la emisión de rock’n’roll y r’n’b a través
de las ondas norteamericanas, tuvo también el dudoso honor en ser seminal en el
chanchullo en lo que a cohecho y royalties se refiere. Fue condenado por la
justicia a pagar una suma importante de dólares de aquellos años al radiar
incansablemente “Maybellene” de Chuck Berry, tema del que era co-autor, y
aceptar pinchar los discos que desde la industria se le dictaba a cambio de un
recargo económico. Poco después irrumpió con fuerza el poder de la televisión y
los rayos catódicos adaptaron estas posturas. La radio dejó de ser el
catalizador de masas número uno, pero eso es otra historia. El argot con el que
se hizo reconocible dicho tejemaneje denominó payola a este fenómeno, término mejicano, a caballo entre el
español y el inglés, y que viene a definir el especial quid pro quo que se crea
entre ambas partes. Los navarros Berri Txarrak bautizan así su sexto trabajo
con el fin de sacar los colores a los capitostes del mundillo, los cuáles
soslayarían de pleno hacer lo propio con los de Lekunberri por la idiosincrasia
sonora que les caracteriza. “El término lo vimos en una biografía de Tom
Waits y nos gustó como concepto. Es un término ligado a todo el circo que rodea
la música, pero es aplicable también al día a día. Queríamos plantear una
reflexión en torno al soborno, el venderse, etcétera. La portada lo ilustra
bastante bien: un vertedero enorme y
dos encorbatados dándose la mano”. Precisamente,
grabar con Steve Albini refuerza ese carácter de independencia en la música y
en el escepticismo en la forma de mirarla. Y es que el productor y músico de
Chicago se ha caracterizado siempre por correr en dirección contraria al poder
empresarial, haciendo caso omiso de la técnica del marketing y su
correspondiente target. Alguien que ha trabajado con Nirvana, Pixies o P.J
Harvey, y cuya influencia haya trascendido tanto, hace que la primera pregunta
que nos venga irremediablemente a
la cabeza sea la siguiente. ¿Teníais miedo que el protagonismo de Albini os
eclipsara mediáticamente? Gorka Urbizu, voz y guitarra, se defiende. “Nos
hemos encargado de que no sea así. La noticia es que Berri Txarrak viene con
nuevo disco cuatro años después, con bajista nuevo, discográfica nueva y la
misma ilusión de siempre. Lo de grabado por Steve Albini y la colaboración de
Tim McIllrath de Rise Against son si acaso un plus que le añade interés al
disco, pero lo más importante son las canciones, eso no se nos olvida nunca”. Y es a lo que íbamos. Una colección de canciones
musculosas, exento de sonidos impostados, lijando adrede la perfección. Una
búsqueda de lo genuino, del directo. “Albini viene a ser como un buen
árbitro, que cuanto menos influencia tenga en el partido mejor es su trabajo.
Puede sonar a paradoja, pero creo que es ahí donde es un maestro: él pone lo
medios para captar el sonido puro que cada grupo tiene, por eso odia que le
llamen productor, porque él es por encima de todo un ingeniero del sonido,
nunca mete mano en las canciones, los arreglos...”.
Berri Txarrak han grabado su
nuevo álbum como si fuera un puente construido desde Big Black a Drive Like
Jehu, conduciendo a través de él con el euskera como vehículo fonético,
totalmente ergonómico a la prosa del trío. Hablemos del cambio de sello (de la
modesta Gor a la poderosa Roadrunner) y de variación en la formación. Con los
medios que habéis dispuesto en este trabajo, parece que la apuesta que han
hecho por vosotros ha sido importante. ¿Os sentíais presionados? “Nosotros
teníamos atada la sesión con Albini antes de saber quién sacaría el disco.
Incluso hubo un momento en que nos planteamos la autoedición, pero queremos
ahondar en la brecha internacional abierta en la anterior gira, y Roadrunner
parece tener medios para echarnos un cable”. ¿Y qué me decís de la llegada del
bajista nuevo? “Cuando entró David (González) los temas ya estaban encaminados y bastante estructurados. Él
los llevó a otra dimensión y le ha dado un empaque al disco que se aprecia a
cada escucha. Tenemos un gran bajo”. A pesar de tener las ideas claras musicalmente,
aterrizar en un nuevo entorno como es la cosmopolita Chicago, tiene que
influir, aunque sea de manera tácita, en el enfoque del disco. Ya pasaron por
los estudios de Steve Albini La Habitación Roja o 12Twelve, y Berri Txarrak
también consideraran a la ciudad del viento como aconsejable cuando menos. “Chicago
es una ciudad que recomendaría a todo el mundo, pero, sinceramente, cuando
estás en el estudio estás plenamente a ello y las canciones ya venían bien
atadas desde el local. Si acaso te aporta como grupo, además de que tocamos un
concierto en la Reggie's y pudimos ver a bandas que admiramos como The Gaslight
Anthem o Torche”. En sus quince años de andadura, con la perseverancia
como estandarte, Berri Txarrak han conseguido aunar un público diverso que
llena sus conciertos día sí y día también, y simplemente les han bastado unos
pocos ingredientes para cuajar su, a priori difícil, propuesta: trabajar duro en
el local y decir lo que piensan, y lo que es más importante, en su idioma. El
minoritario euskera ha trascendido el lenguaje y las barreras inherentes para
llegar al corazón del oyente. Terminemos con el omnipresente Steve Albini, que
aunque mucho nos propongamos relegarle a un segundo plano, nos es muy
complicado. Y comentemos el acabado del elepé, de los problemas finales y de lo
que tuvo que ver Albini con todo ello. “No hubo ningún problema, si acaso
ciertas dudas -habituales, por otra parte- con la masterización. Conforme
íbamos componiendo los temas el nombre de Albini surgió enseguida y creo
acertamos de pleno porque no hay nadie mejor que él para captar la inmediatez
de un grupo tocando en una sala. Todo se basó en ir al grano: grabamos en
analógico, todos juntos y utilizando sólo dieciséis pistas. En una semana
teníamos todo grabado y mezclado. Es un disco sin artificios donde puede
escuchar todas sus imperfecciones”.
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