Lo presenta en nuestros escenarios este mismo mes de septiembre: el 16 de noviembre en Donostia (Teatro Victoria Eugenia), el 17 de noviembre en Madrid (Clamores), el 30 de noviembre en Bilbao (Colegio de Abogados) y 1 de diciembre en Rentería (Cyne Ryena). Aprovechamos para charlar con ella.
Publicas el disco en un sello alemán, EnJa/Yellowbird, y lo presentas ahora en España. ¿Crees que tu música es más proclive a ser encajada fuera que aquí? ¿O fichaste por ellos cuando aún estabas desarrollando tu carrera fuera de España?
No es por eso. Si te soy sincera, es una coincidencia. Porque tenía unos conciertos aquí programados y luego me salió el contrato con EnJa/Yellowbird, y entonces decidí presentarlo aquí antes. Le pareció muy bien al manager de la discográfica, y es por eso. La discográfica prefiere editarlo en Alemania a final de enero. Pero no obedece a ninguna estrategia.
"Tom Waits, por ejemplo, es una gran influencia para mi, por su universo, casi visual, de la música".
Has vivido en Copenhague mucho tiempo, y en Londres y Barcelona. Ahora vuelves a Donostia, tu ciudad. ¿Qué papel ha jugado el experimentado Mikel Azpiroz (Lau Behi, Parafunk, Jabier Muguruza) en la definición del disco, en cuyo estudio has grabado el álbum?
Unos vecinos me dijeron: tienes que conocer a Mikel Azpiroz. Yo estaba muy perdida cuando llegué aquí. No conocía a nadie. Le mandé material de mi disco anterior (“Twelve Sisters”, 2013), le gustó y quedamos para grabar una demo, que al final se convirtió en un álbum. Empezamos a trabajar en noviembre del año pasado, con tranquilidad y en petit comité. La grabación es muy intimista. Hemos trabajado juntos todo el rato. Hay temas en los que él toca mucho y ha ayudado a arreglarlos, y otros que son un poco más denudos y los he arreglado yo sola. La producción ha sido compartida, de elegir atmósferas con reverbs y todo esto...
“No hago simplemente música, sino que cuento historias olvidadas y nunca contadas”, afirmas en tu web... entiendo que concedes mucha importancia al factor narrativo de tu música...
Sí, de observar, sobre todo. Observar el día a día, ver a la gente de la calle, eso me gusta. Cuando voy por la calle, casi sin darme cuenta, voy trazando historias. Veo a la gente y me imagino que cada una tiene su historia. Hay gente que te llama más la atención, y te montas una película.
Digamos que lo tuyo tiene poco que ver con el compositor metódico que se sienta ante una mesa y una hoja en blanco, como un oficinista de la canción al uso, sino que la inspiración o la chispa te puede llegar en cualquier momento, ¿no?
Sí, esa chispa sí que surge así. Entonces lo que hago es que me grabo con el teléfono móvil un trocito de melodía, si veo que me surge una idea muy fuerte, o una frase con un texto para acordarme de ese momento. Y luego el proceso de escribir sí que tiene que ser ya con tranquilidad, y va por temporadas. Ahora, por ejemplo, ya estoy escribiendo material nuevo, para otro disco. Hay otras temporadas en las que no me resulta tan fácil escribir, y la verdad es que no sé muy bien de qué depende.
En tu web mencionas, entre tus muchas influencias, a artistas como Billie Holiday, Debussy, Charles Mingus, Thelonious Monk, Mozart... pero sorprende que no haya artistas contemporáneos. Ni mención de gente como Tori Amos, Kate Bush, Julia Holter o incluso nuestra Maria Coma, a quienes se te podria asociar igualmente...
De niña escuché bastante música clásica, y clásicos del jazz. Tom Waits, por ejemplo, es una gran influencia para mi, por su universo, casi visual, de la música. Pero también me gustan mucho cosas más contemporáneas, como Steve Gunn, que acaba de estar en España. Me cuesta un poco estar al día, de todos modos. No sé por qué. Creo que estoy bastante ocupada con mi propio proyecto.
Con Little Red Suitcase, banda hispano-alemana (afincada en Dinamarca) de la que formabas parte, llegaste a tocar en The Stone, considerado el cuartel general de John Zorn, el lugar que regenta en Nueva York y en el que hay un estricto código de comportamiento, sin que se sirvan bebidas, ni comidas, ni venta de ningún objeto comercial, ni bailes por parte del público ni nada por el estilo. ¿Cómo fue la experiencia?
Es música, y punto. No hay ni bar. Luego allí, en el mismo barrio, en Greenwich Village, hay un montón de bares y la gente sale. Si vas allí, te pueden llevar a un montón de sitios distintos, pero en The Stone lo que prima es la experiencia de ir a escuchar música. Hemos estado un par de veces en Estados Unidos. La segunda, estuvimos tocando en una galería de Washington, en el festival de jazz de Rochester y en el festival de Ottawa (Canadá), entre otros sitios.
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