El vaso medio lleno
EntrevistasLucinda Williams

El vaso medio lleno

Marta Terrasa — 27-04-2011
Fotografía — Archivo

A estas alturas, quizá Lucinda Williams se arrepienta de haberse casado encima de un escenario, no por problemas conyugales, sino porque la mayoría de sus entrevistas empiezan con esa pregunta y con el siempre omnipresente tema del amor. Sin embargo, “Blessed” (Dro/Warner, 11) es un disco que habla de un amor mucho más universal, crudo, atemporal, bello y desgarrador.

“No, bueno, quizás sí”, responde algo confusa Lucinda Williams al preguntarle si el amor es la fuerza que mueve el mundo. Su voz, más quebrada de lo habitual, hace pensar que o bien está de resaca o, como en sus canciones, la botella de bourbon anda cerca. “En ‘Blessed’ hablo sobre el amor, pero el que es universal, el que hace que luches por tu país, por alguien que quieres, por tus creencias... Pero también puede dirigirse a alguien en concreto”, asegura la cantante, algo más centrada. A pesar de encontrarse feliz con el reciente matrimonio con su mánager, muchas de las canciones de amor fueron escritas para su anterior disco, “West”, sobre historias de las que dejan mal sabor de boca, antes de conocer a su sweetheart, Tom Overby. Williams demuestra que nunca es tarde para una segunda juventud, ya sea musical, como demuestra la buena forma de estos doce temas, o en lo personal. “Nunca me he visto como un modelo a seguir, aunque mis amigos me dicen que esperan encontrar el amor de nuevo, como yo. Nunca me planteé dejar de hacer una cosa u otra por el tema de la edad. Somos personas, no tenemos una fecha de caducidad como un yoghourt. Quizás para las mujeres -para quienes es mucho más duro envejecer, por el tema de siempre tener que aparentar, lucir-... sí que puedo haber sido un poco una inspiración. Ya que sigo haciendo lo que quiero, canto, escribo y no me importa decir mi edad”. Así de segura en si misma se muestra la cantante, en un momento en que la juventud está de moda y los valores asociados a la edad se diluyen entre anuncios de cremas y clínicas de estética. Y es quizás la experiencia, esa que le permite haber firmado grandes discos y otros menos afortunados, haber compartido escenario con grandes talentos y haberse equivocado muchas veces, la que viste las canciones de “Blessed” con un mayor protagonismo de su rasposa voz. “Yo quería que mi voz fuera el centro de la canción, y, sin decirle nada, Don [Was, el productor] pensó lo mismo. Ambos queríamos que las voces destacaran y ahora me encanta porque puedes escuchar mejor lo que dice la letra”, asegura Williams. Para este nuevo disco, contó con Matthew Sweet, Greg Leisz (habitual de Ray Lamontagne) entre otros, e incluso la colaboración estelar de nuevo de Elvis Costello. “Supe que Elvis estaba en la ciudad grabando y pensé que sería una buena oportunidad para hacer algo más juntos. Le dije a Don que le pediría que tocara la guitarra y me dijo: ‘¿Estás segura de que le envías el email al tipo que toca?’. Simplemente se lo dije. Y Elvis aceptó. Listo”. Así de fácil fue contar con la presencia, en piezas como “Seeing Black”, de una de las figuras más destacables del rock contemporáneo. “De verdad nunca le había visto tocar la guitarra de esa manera, fue, buff”. Canciones con sabor a rock, con tintes country (gracias al toque del steel guitar de Matthew Sweet), que recuerdan a Chris Isaak como “Copenhagen” (“Que me digas eso es bonito, gracias. Entiendo lo que me quieres decir con el toque Isaak”), e incluso con discurso político como “Soldier’s Song”, pero sin perder esa aire entre nostálgico, despechado y a su vez enérgico, que la caracteriza. “Estoy casada con mi alma gemela. Sería muy fácil mentir en las letras y seguir hablando de corazones rotos, pero hay que ir más allá, ampliar miras. Yo nunca he escrito canciones de amor estricamente, como un ‘Funny Valentine’ de Chet Baker, ni tampoco soy de canción política como Dylan. Es muy fácil escribir sobre el desamor, lo difícil es hacerlo sobre la felicidad”.

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