Si no llegó a Ferrari, cerca se quedó. Óscar D’Aniello estuvo en la liga de los grandes, colocando himnos con su proyecto Facto, Delafé y Las Flores Azules, haciendo bolos a mansalva y campañas de publicidad. Pero a la misma velocidad que entró en la curva, se salió de ella. Una historia repetida una y otra vez en la música popular. Ahora el músico libra su particular batalla en el equipo de las tortugas. Y a gusto. Desde ahí, poco a poco, con menos recursos (ahora se autoedita), ha despachado uno de los discos pop de la temporada, “Hay un lugar”.
Este melómano, ya instalado en los cuarenta, ha tenido que salirse de muchas zonas de confort en los últimos años. Pero para mantener esta conversación nos sumergimos en una de las que más estabilidad le han dado este tiempo: la montaña. D’Aniello se escapa de Barcelona siempre que puede para trotar por Collserola. Me enseña una de las rutas que más le gustan. Dos horas y media de paseo, de charleta y de verdad. Los silencios sólo los marca la falta de aliento.
"El largo de The Blaze ha sido muy clave para mí. Y sí, he ido viendo la reacción de la gente para saber hacia dónde llevar los temas que faltaban".
Compartes la interpretación de la crítica que publicamos. Aquello de lo perras que pueden llegar a ser las carreras en el pop. Con lo aprendido, ¿te has relajado para el disco, tenías expectativas menos altas?
Este disco hubiera salido ya, hace dos años, pero quien tenía que pagarlo no lo pagaba. No les gustaban las canciones. Hice más temas, pero seguían sin gustar. Y deduje que si pedía la carta de libertad me la darían. Y así fue. Entiendo que el disco anterior no tuvo las ventas que se esperaban, era más oscuro, y bueno… Desde ese momento no he sucumbido a las presiones internas de sacar disco rápido. Lo fui retrasando porque lo que quería era que, si este era mi último álbum, yo estuviese contento.
¿Siempre has tenido esa sensación de último disco en esta industria?
Ahora sí, ahora yo la tengo. Tengo la sensación de que me dedicaré a la música de otra forma, y ya es así ahora; ya estoy en el mundo de la autoedición. Ganaré más vendiendo más discos en los directos, firmando a quien lo compre. Es absurdo lo de pensar que se compra formato físico en una tienda hoy día, o lo compras con el subidón de un bolo o nada. Ya parto de la idea que ya no voy a vivir de la música bien, por eso ya estoy planteándome opciones B. Este disco fue eso: al menos estar tranquilo de que he hecho un trabajo con el que me siento identificado y en el que no hay paja. Si una canción no la he visto, no ha entrado. Creo que es el disco con el que, si me muero, me quedo tranquilo, porque nadie lo ha controlado todo más que yo. ¡La mitad del disco se ha grabado dos veces! Ha sido un desgaste a nivel de producción y he tenido mucha paciencia.
Se ha dilatado tanto en el tiempo que debe haber variado mucho lo que te movía para hacer cada tema.
Hubo casi medio año de estudio que se tiró a la basura, ahí vi –al menos– lo que no quería hacer. He ido construyendo un disco poco a poco, avanzando un tema cada dos meses. De los diez temas del álbum ya habían salido seis. El disco lo he hecho a medida, cuando iba notando que me faltaba o que me sobraba algo. Es un disco pensado para que no haya momentos de mucho texto, incluso no canto en “Robot”, compartida con María Rodés. Hay mucho más pop, no quería brake, todo más bombito a negras. Más vacío. No tanto sampler recargado, sonidos más concretos.
¿Ha sido un proceso en el que has podido ir reaccionando a los feedbacks de la gente casi en directo?
Mis anteriores dos discos los grabé en quince días en casa de Paco Loco, haciendo una gincana musical, con la voz como la tengas y tal, y se acaba. Casi no tienes tiempo de asimilarlo. Y dices, está bien, está bien. Ha vuelto un poco la locura de tener el Protools siempre al lado, abierto, pero eso ha sido bueno. Ni siquiera se ha hecho el disco en el estudio como tal, se ha hecho en casas, aquí y allí. Nos íbamos a buscar setas y luego se trabajaba. Hemos afinado mucho. El disco en sí es más electrónico, es otro rollo, hubo que perfeccionarlo mucho. El largo de The Blaze ha sido muy clave para mí. Y sí, he ido viendo la reacción de la gente para saber hacia dónde llevar los temas que faltaban. Es menos emotivo que cuando te metes en un estudio. Ha sido mucho más quirúrgico y de paciencia.
Las colaboraciones son un punto importante del disco. Se escuchan cómodas. ¿Que las hayas hecho con tiempo, ha venido bien?
Para mí la clave es adaptarse mucho a la voz de esa persona. Hacer una canción sin saber quién la va a cantar pero sabiendo que alguien lo hará, porque eres consciente que tú, como cantante… [ríe] La Bien Querida, por ejemplo, siempre está en mi abanico. Ana es mi mujer perfecta para cantar; casi todo lo que compongo lo podría cantar ella. Es mi cantante favorita de pop. Con Delaporte tocamos y flipé con ellos en directo. Y sabes que no puedes ofrecerles lo mismo que a La Bien Querida, sino algo más contemporáneo. Con Carlos Sadness hicimos un rocksteady tropical, con ritmito reggaetonero elegante. Soleá me ha hecho llorar en directo. Y con María Rodés… En principio esta canción iba con voz de robot todo el rato, pero no estaba contento con ella. Y le pedí a María Rodés que la cantara porque la escuché mientras iba a correr. Tengo un disco de musas y musos.
"Soy tan emocionado que luego casi nunca veo cumplidas las expectativas".
La electrónica, el pop, han hecho el disco más accesible, más directo. Más emocionante. ¿Era eso lo que enganchaba de vuestros primeros discos?
Pues no lo sé, yo intento escoger las ideas, los textos que más me gustan, sacando los de más autoayuda. Y ha quedado más un disco del ciudadano de a pie. Tiene un punto relajado a la hora de escucharlo, supongo.
¿Cuál es el punto medio para no hacer esa cosa moralista, de autoayuda?
La línea es grabarte, escucharlo y sentirte cómodo con cuarenta y dos años [ríe] Una cosa es como suenes en disco y otra en directo. Hay cosas en directo que puedes decir por la euforia y tal, y tenía temas que en directo podían entrar, pero en el disco no. Me he curado en salud, no creo que haya nada que me vaya a dar vergüenza ajena en el futuro en este disco. He quitado frases que me daban yuyu y he hecho interpretaciones vocales después de cuatro veces de ir a grabarlas. He estado mucho tiempo con todo. “La gran ola” fueron dos meses, eh. Es tiempo. A Ramir Martínez, el productor del tema, le pegué mucho curro. Él me dice que soy un flipado, pero le gusta. Él sabe leerme. Yo quería hacer una canción que durase lo mismo que “Bohemian Rhapsody”. En plan: “Si me tengo que morir mañana yo me hago mi ‘Bohemian’”. Al final quitamos un poquito de sonido… Yo me lo imagino todo como una película, igual caso que “Mixtape”. Y a veces pasa que lo que por la noche era la hostia, luego ya no lo es. Yo me planteo las canciones como cortos. “La gran ola”, en concreto, me esperaba que lo petase…
¡Pero tiene medio millón de escuchas en Spotify!
Con lo que me la había currado, con lo medido que hice todo con las palabras...
¿No está en mano de uno dar con la tecla del éxito?
No, la verdad. Hay muchos que me han dicho que es muy chula, pero soy un poco caprichoso. Me gustaría que lo petase y que todo el mundo la sintiera, porque la he diseñado para eso. [Se sonríe, como un niño travieso]
Durante este tiempo que a nivel de números te ha cuadrado menos… ¿Te has planteado si seguirías haciendo temas aunque eso no permitiera vivir?
Si doy con la motivación, sí. Si tengo una idea y la veo, porque cuesta que vengan, porque (¡ya he hecho ochenta canciones!), sí. En “La gran ola” tenía el estribillo, lo de “un martes por la noche después de un día de mierda”, pero quería construir un comedor en un océano, lo tenía que visualizar, porque yo no hago pop al uso a la hora de cantar, porque no sé cantar, tengo que hacer que te imagines la cosa en tu cabeza. Tengo que contar un cuento. Y mientras tenga cuentos, los haré, porque tengo músicos que me ayudan. Pero cuando no sé de qué hablar, lo paso mal. Me encantaría hacer canciones toda la vida, y siempre con la pretensión de que sean inmortales. Con “La gran ola” monté un percal... lié a Alfonso Casas para que me hiciese la portada, hice un evento con antifaces en la Fábrica Damm; yo creía que tenía ahí algo super especial. Y soy tan emocionado que luego casi nunca veo cumplidas las expectativas. Porque tengo temas como “Enero en la playa” que ya son míticos para mucha gente y que están en un imaginario muy amplio en comparación con el de “La gran ola”. Con ese tema, por primera vez en mucho tiempo, tuve la intención de volver a ese terreno, porque no siempre puedo hacerlo. Cuando tú te dejas todo, esperas bastante, al menos yo. Es un poco ir de guays; no me hagas quedar muy así... [Ríe] Pero es que lo que más me gusta a mí es lo diferente. ¡El nuevo single de Manel! Poner play y decir “uala, tío”. Eso lo es todo para mí. Y a veces creo que hago cosas que están en otro lugar, pero bueno…
¿Cuál hubiese sido el triunfo para ti de “La gran ola”? ¿Más escuchas? ¿Premios?
Pues creo que el triunfo se traspasa en dar conciertos. El triunfo es trabajar. El triunfo para mí es trabajar. No estoy más feliz en mi vida que cuando voy a trabajar, trabajar cobrando, que sin cobrar estoy todo el día… Promo, posts en redes… Pero cuando tenemos un bolo o una sesión de Dj, me levanto con una felicidad que alucino. Es lo único que quiero, hacer buenas canciones y que eso se traduzca en poder presentarlas en directo para que lleguen a la gente.
Cuesta mucho hacer casar las expectativas artísticas de uno con los cachés, con las condiciones industriales... Eso en la anterior gira llegó eso a su cénit de complicación, ¿no?
Yo creo que ahora va a ir mejor, porque en este disco llevamos cantante femenina y me veo, que no me veía antes, tocando temas como “Mar el poder del mar”. Canciones muy míticas de Facto, Delafé y las Flores Azules que, cuando se fue Helena Miquel, me dolía un poco tocar. Cantar eso antes con otra chica me parecía raro. Tres años y medio después me parece bien. Tuve que irme a un rollo donde, como en mi último disco, era yo rapeándolo todo, todo el rato. Ahora ya puedo hacer medio bolo de temas míticos... Y eso me va a dar mucha vidilla. Y cuando se corra la voz, imagino que habrá gente que venga a vernos. Peor que lo anterior no va a ir, porque por momentos fue bajar mucho, cambiar las expectativas. Un “esto ya no es lo que era…”.
Es muy interesante que se cuente esto. La gente igual se piensa que todo va bien siempre. La gente puede creer que estás montado o que has dejado de hacer música. Y, creo, ni una cosa ni la otra…
Hoy en día hay tantas cosas que se te escapan… Un directivo de Netflix coge un trozo de “La gran ola” para el final de un capítulo… Y catapum. Un catapum que flipas, y no depende de un bombo más arriba o abajo. No depende de mí. Y dices: “¡Qué ha pasado aquí!”. Hay cosas que no controlas para nada.
¿Y eso te tranquiliza o te intranquiliza?
Como sé que me emociono mucho, intento no emocionarme tanto. Por dentro yo quiero, por dentro hay un niño pequeño que quiere que lo pete. Pero he calmado mucho a esa persona, porque en esta profesión te están dando siempre hostias a nivel emocional. Una campaña que bla bla bla y nada. Son muchas decepciones. Pero vas haciendo llaga. Lo que está claro es que no puedes hacer una táctica en Fórmula 1 que cuente con la salida de un Safety Car. No puedes contar con eso. Porque si trabajas, a veces, cuando menos te lo esperas... Como cuando nos nominaron al Grammy latino por el videoclip de "Lo más bonito del mundo" (16). Eso no lo hubiese imaginado. Las cosas guays te pasan cuando menos las esperas. A mí me han enseñado que hay que quedarse contento con lo que se tiene. Sea como sea, me ha ido muy bien esta etapa de la vida. He crecido a nivel personal. Y eso me llevo de toda esta experiencia de bajar un escalón.
¿A veces a uno se le va?
Cuando te van muy bien las cosas en el mundo de la música, puedes perder un poco el norte, los valores. Te pueden variar un poco las cosas. En la música y en cualquier cosa, realmente. Pero cuando te pones de nuevo ahí, en otro punto, ostras… Yo llegué a ser un poco popular por salir en un anuncio de cerveza, me conocía todo quisqui en la calle. Y no lo pasé especialmente bien. Antes paseaba por las calles de mi ciudad y me sentía observado. Ahora estoy en el anonimato, soy más viejo y tengo el pelo más largo, soy una persona de a pie. Pido ser una persona de a pie que se gana la vida con la música, haciendo sus conciertos.
AGENDA
Fecha | Ciudad | Recinto | Hora | Precio |
---|---|---|---|---|
miércoles 30/10/19 | Alicante | Teatro Principal / Alicante | 20:00 | 20€ |
viernes 08/11/19 | Tarragona | Sala Zero | 00:00 | |
sábado 23/11/19 | Granada | Sala Aliatar | 21:45 | 15€ |
viernes 29/11/19 | León | Gran Café / León | 00:00 | |
sábado 30/11/19 | Xixón/Gijón | Sala Acapulco | 00:00 | |
sábado 28/12/19 | La Pobla de Segur | Ctretze Pirineus | 20:00 | 10€ |
sábado 18/01/20 | Granollers (Barcelona) | Nau B1 | 23:00 | 12€ |
jueves 14/11/19 | Barcelona | Apolo | 21:00 | 14€ (Madtown Days) |
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