El transformista
EntrevistasJulio De La Rosa

El transformista

Don Disturbios — 01-10-2008
Fotografía — Archivo

No es un mozalbete que haya entregado un disco de pop coyuntural y urgente, tampoco es un dinosaurio consagrado que mantiene su osamenta a base de repetir una y otra vez el mismo disco. Por el contrario, Julio De La Rosa es un creador inquieto que, de tanto asumir riesgos, ha engendrado cierta aura de maldito. (“El Espectador” Everlasting/Popstock!) envía todo eso a la porra y lo convierte en uno de los músicos más interesantes de nuestra escena. De una vez por todas.

Servidor, que es perro viejo en esto de la prensa musical, se ha tenido que enfrentar a muchos comentarios a lo largo de su vida, pero hay uno que me resulta especialmente divertido. Es esa teoría, algo paranoica y conspiranoica, por la cual hay determinados artistas que pertenecen de entrada a una publicación como si de una escudería de motos se tratara. En base a esa misma teoría he tenido que soportar, por ejemplo, que me dijeran que Andrés Calamaro era un artista RDL y Bunbury MondoSonoro.

"Siempre me he considerado muy asequible, la verdad"

Pues bien, si alguna vez tamaña suposición -tan estúpida como cualquier otra- ha estado cerca de ser cierta, es con Julio de la Rosa. Su recorrido y el de Mondo han ido parejos y a lo largo de nuestras mutuas existencias nos hemos ido encontrando cada vez un poco más. Así ha sido hasta el momento actual, instante en el que él regala al mundo su disco más pasional y terrenal, a partes iguales, configurando una obra con mayúsculas que merecía una respuesta de altura: Nuestra portada.

"Los creadores en general no roban ideas o palabras para homenajear a un autor"

Hay por tanto un doble motivo en esta jugada. Por un lado de reconocimiento a una carrera, no siempre entendida y bastante minusvalorada. Por otro, un toque de atención universal, pues nos encontramos ante la obra, digamos, más asequible de Julio. La ocasión perfecta para que el neófito se inmiscuya en su universo… “Siempre me he considerado muy asequible, la verdad. Si además ahora soy popular, bienvenido sea... Y sí, ha sido eso, la vía de escape. Haciendo este disco me lo he pasado especialmente bien, me he quitado unos cuantos complejos de encima. Por primera vez en mi vida me he permitido ciertos lujos compositivos y han dado resultado, así que mi confianza ha mejorado, lo que es un arma de doble filo. Ya tengo ganas de hacer otro disco, lo tengo en la cabeza, a ver”. La vía de escape a la que hace referencia Julio, son las bandas sonoras y la posibilidad que dan para experimentar saciando, en cierta manera, su inquietud creativa y permitiendo que “El Espectador” surgiera con una sencillez incluso parca en ocasiones. No en vano la grabación no deja de ser una maqueta, con mucho duende, pero una maqueta. “Bueno, tenía un puñado de canciones grabadas en casa con la acústica. Me dediqué a tocarlas durante un par de semanas con amigos de Barcelona, David ‘Abraham Boba’, Pablo Magariños y Wences, de Nueva Vulcano. Llegamos a grabarlas en un estudio, en directo. Diez temas grabados y mezclados en un día. Mi idea era hacer una maqueta, una prueba para las canciones, sin más. Pero había algo en esa grabación que me encantaba, tenía una magia especial, y para colmo sonaba muy bien; Diego, de High Gain, sabe grabar en directo. Entonces me salieron varios trabajos de bandas sonoras y dejé eso ahí, pensando que, en algún momento, tendría que meterme otra vez en un estudio durante varias semanas para grabar el disco en cuestión (lo cual me daba una pereza tremenda, y más tarde comprendí que también un miedo atroz). El tiempo pasaba y un amigo, Rafa, se dedicó a fustigarme para que sacara otro disco. Y entonces me di cuenta de que, en realidad, el disco ya estaba grabado. No iba a conseguir mejorar la grabación que ya tenía. No iba a conseguir esa magia, me gustaba demasiado esa sesión como para poder mejorarla. Por eso tampoco me decidía a volver a grabarlo. Se lo pasé a Mark de Everlasting y le gustó. Así que masterizamos aquello. Daniel Cuberta se hizo un bonito diseño también en un solo día y, dos semanas más tarde, el disco ya estaba de vuelta de fábrica”.

Y cuando puso los pies en La Rambla...
¡Ah, Barcelona! El Mediterráneo, su luz, su densidad que la hace humana y discreta a la vez. Una ciudad inspiradora, pero dura para con el que viene de fuera. Demasiadas capillitas, demasiadas “collas” excluyentes. Sin embargo algo de todo eso parece haber calado en la sonoridad de “El Espectador”. Ese aire arrabalero, portuario, donde las historias cobran verisimilitud contadas por un viejo tahúr, acordeón en mano… ¿Inspiró Barcelona? “Imagino que sí. La mayor parte de los temas los tenía compuestos, al menos la música, pero al fin y al cabo los monté en Barcelona, con gente que me decía ‘Julio, si us plau’ y me dediqué a escribir sobre cosas que me sucedían o veía a mi alrededor. En el fondo, la canción ‘Caradura’, por ejemplo, un día me di cuenta de que quizás había salido por culpa del friki ese que va desnudo por Las Ramblas, bueno, hay más de uno. Cuando lo vi me contaron que era legal ahí ir desnudo por la calle, así que supongo que por eso se me vino a la cabeza esta idea de una chica que, llevada por un curioso estado de optimismo, decide salir desnuda a la calle, darle la vuelta a la manzana y acostarse otra vez. Aunque en la canción ella lo haga más como un acto de redención amorosa, digamos, como luego se cuenta”. Sin embargo, gran parte de la temática del disco está en cierta medida inspirada por otro “Espectador”, el del pensador José Ortega y Gasset nada menos… “Me leí una edición de bolsillo, más bien reducida. La original eran unos veinte tomos que escribió durante veinte años o así… Suelo anotar cosas que me gustan y, además de algunas ideas, había algunos títulos de sus capítulos que me resultaban brillantes de por sí: amigos de mirar, los recursos de la astucia. Le robé también la idea de un tipo que viaja en tren y, al ver pasar las cosas, al mirarlas, siente que se convierte en ellas durante un instante para luego volver a su estado normal: el transformista. Así que me llevé la idea al punto de que el transformista, en su viaje, acaba conociendo a alguien. Pero esta vez ya no puede regresar a su estado normal. El tipo se ha enamorado y está cabreado por ello. Siempre había conseguido cruzar corazones en los viajes, pero esta vez no puede regresar a sí mismo. Después de esto, la mirada, en uno u otro sentido, empezó a colarse en todas las letras del disco. Así que no tuve más remedio que darle las gracias al señor Ortega y apropiarme también del título de la obra. También hay cosas de más gente, pero es curioso: hay algo por ejemplo que cogí de Laurie Anderson, esta idea de que lo difícil es empezar, como tartamudear, nunca se tropieza uno al final. Pero cuando se lo confesé a una amiga, me dijo que Laurie Anderson había robado eso de Faulkner, que con esa idea empieza uno de sus libros… En fin, que me ha influido más gente en este disco, pero sobre todo Ortega. En el anterior había ideas de Cernuda, de Lorca. La letra de ‘Otro de sus juegos’, de mi primer disco en solitario, partió de una frase suya: ‘Y el mar recordó, de pronto, el nombre de todos sus ahogados’. Digo todo esto porque no me gusta que la gente hable de ‘homenajes’: los creadores en general no roban ideas o palabras para homenajear a un autor, lo hacen porque lo necesitan para escribir sus propias historias. Y está muy bien, en eso consiste, que haya algo que te punce tanto que no tengas más remedio que apropiártelo. Pero que no lo llamen homenajes, son sólo robos, aprehensión, inspiración, al fin y al cabo. Otro asunto son ya los plagios, el corta y pega, pero eso es otra historia, como a su vez decía no sé quién…”. Curioso que salga todo esto a relucir con la que está cayendo con el asunto Bunbury-Casariego… “Casariego
se suicidó. Entiendo que la familia necesite su reconocimiento, era un
escritor genial y debe doler oír sus versos en boca de alguien famoso.
Pero, para mí, jugar a este tipo de polémicas es ponerle barreras al
arte, a la inspiración. Y también participar de esa persecución autoral
que promocionan algunos sectores interesados en sacar dinero de casi
cualquier cosa. Si seguimos así, acabaremos pagando no solo por cada
palabra pronunciada, sino también por cada acto, por cada gesto…”
.

Si todos los locos contaran la verdad

Este disco me resulta más próximo, más humano, muy pasional. Lo cual
no deja de ser curioso si tenemos en cuenta que, en cierta medida, hay
gente que piensa en ti como en un creador algo complejo. ¿Es posible que
sea el trabajo en el que mejor se combina esa dicotomía entre la razón y
las emociones? En cierta medida eso entronca con la imperfección de la
grabación. Es imperfectamente perfecta. ¿Nos encontramos ante tú disco
más paradójico?

A lo peor es mi disco más equilibrado hasta hoy… Pero no veo que esté
reñida la complejidad-razón-intelecto con la sencillez-pasión-emoción.
Conseguir algo sencillo es muy complejo, pensar es emocionante. Ojalá
fuera, como dices, mi disco en el que mejor se combina todo esto. Somos
cerebro y carne, y nunca nos podremos liberar de ello, ni separarlo.

En mi crítica también hablaba de los numerosos personajes que
desfilaban por las canciones... De la chica de “Caradura”, el hombre
transformista, los amantes de “Amigos de mirar”, el jugador, los locos,
el desengañado que vio pasar su vida y digo no ha estado mal, pero no
tan bien como esperaba... ¿Hay algo tuyo en todos los personajes del
disco o por el contrario los has creado desde la distancia?

Soy de los que piensa que el que escribe siempre aparece en sus
escritos, de un modo u otro. No puede ser de otra manera. La verdad, la
realidad, es inalcanzable. Siempre la filtramos, nuestro cerebro también
es carne. Otra cosa sería periodismo. Y sí, me veo en casi todos ellos.
Lo que ocurre es que el espectador a veces piensa que el creador es
como lo que escribe, sin tener en cuenta que quizá, simplemente, se ha
sentido así durante un tiempo, un rato, a menudo un instante. Ese
instante necesitas reproducirlo y cuando lo reproduces, hay gente que
piensa que eres así. Y es solo que has llegado a sentir tal cosa.
Precisamente, gracias a exteriorizarlo, te libras de ser así. Lo curioso
es que, entonces, la gente pasa a pensar que sí que lo eres. Nos sucede
como a la luz. En una pared roja, el rojo es precisamente el único
color que no ha sido absorbido, es el color que se refleja. Decimos ‘esa
pared roja’, pero la pared es de todos los colores, excepto el rojo.
Así que, por todo esto, en este momento, no me siento identificado con
ninguno de los personajes.

El secreto está en mirar
Podríamos llegar hasta aquí y sería injusto. Hemos hablado de “El
Espectador”, pero esa es solo la punta del iceberg creativo de Julio de
la Rosa. En un año y medio tal y como me comenta él mismo, ha estado
involucrado en la banda sonora de “Una palabra tuya”, de Ángeles
González Sinde; el librito “Diez años foca en un Circo”; la banda sonora
del documental “Tercera”, de Oscar Clemente; la música para la
videocreación de Daniel Cuberta “La muerte en este jardín”. También ha
compuesto para la serie “El síndrome de Ulises” y las canciones
originales de “Aparecidos”, aún por estrenarse. Hace ya un año produjo
los discos de debut del australiano Aaron Thomas y los mallorquines Nova
Ternura. Y ahora se mete a hacer la música de la nueva película de
Alberto Rodríguez, “After”, con quien hizo “Siete vírgenes”. Una
hiperactividad, repleta de la calidad que otorga una personalidad
creativa desbordante, que supongo dará para sobrevivir… “Sacando tus
propios discos no ganas mucho, al menos en mi caso, así que hacer bandas
sonoras ayuda, además de ser un ejercicio emocionante. El folio en
blanco se convierte en una pantalla, una pantalla que ya contiene una
historia, así que todo el trabajo sucio ya lo ha hecho otra persona. No
tienes que pensar qué voy a contar esta vez, y las limitaciones, en
estos casos, ayudan. Después a veces es complicado dar con el tono. La
música tiene un poder muy fuerte y acaba llevándose siempre la historia a
otra parte, a sitios que ni quien creó la historia se imaginaba”
.
En efecto la música es poderosa, por eso acercaos por vosotros mismos a
“El Espectador”, echarde un vistazo y encontraréis un disco de una
belleza tan evocadora como inteligente. Uno de los mejores discos del
año. Ya sabéis, el secreto está en mirar.

Un comentario
  1. That's really thnkniig out of the box. Thanks!

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