Inevitable: “Zona de conflicto”, el álbum número once en la carrera de Lagartija Nick, está dedicado a Enrique Morente. El cantaor del Albaicín tenía previsto grabar voces en la canción “Vuelo nocturno”. La muerte truncó el plan. “Nos partió el corazón”, confiesa Antonio Arias. No obstante, en el disco se pueden rastrear guiños morentinos, como los martinetes con los que abrían algunos conciertos en época de “Omega”.
“Todo lo que hemos hecho después de 1996 lleva esa marca. En nuestro código genético musical, uno de los componentes más fundamentales es la influencia de Enrique Morente”.
Desde su implicación en el homenaje a Los Ángeles, en 2005, el líder de Lagartija Nick desarrolló una revitalizadora trilogía pop que culminó con “Larga duración” hace un par de años. En la actualidad, tras haber resucitado –y reeditado– el incomprendido “Val del Omar” en una gira por espacios de arte contemporáneo, Arias aplica enseñanzas aprendidas. “Con ‘Multiverso’ me quité una espinita que tenía desde Los Angelicos, nuestro grupo de versiones de Los Ángeles. Ahora volvemos al salvajismo. Un tema como ‘Crimen, sabotaje y creación’ recuerda a canciones como ‘Porno-stereo’ o ‘Eclipse’; estrecha un puente con nuestra etapa más dura. De hecho, no me gustan los coros de este disco. Parecen un cliché de lo anterior”.
El desabrimiento del sonido se debe también a los cambios en la formación. Arias retoma el bajo –abandona la nave Lorena Enjuto– y se fortalece la base con las guitarras de Víctor Lapido y la batería de Erick Jiménez. “El repertorio antiguo suena bastante rodado. En cambio, me preocupa cómo van a sonar las canciones nuevas en directo. Es posible que recurramos a J.J. Machuca, teclista de Eskorzo, para algunos conciertos. Nuestro núcleo es fácilmente moldeable. Procuramos evitar la rigidez de un trío”.
Sorprendente: una composición de envergadura como “Tiempo de exposición” parecía el epígono de Syd Barrett en las maquetas de Antonio. El filtro de Erick y Víctor la transforma en after-punk espídico. “Es lógico, después de tantos años trabajando juntos. El conocimiento que tenemos de nosotros mismos termina primando. Erick sabe más lo que me gusta a mí que lo que le gusta a él”. Y Erick conoce la fascinación de Antonio por Joy Division. “La canción ‘Warsaw’ se ha quedado en el aspecto más formal. Me acordaba del primer nombre de Joy Division, aunque también de nuestra estancia en Varsovia, cuando llenamos una sala de quinientas personas el año pasado. Hay una iconografía aplicada a la inminente demolición del Gueto de Varsovia. Los recuerdos duelen. Y Varsovia es un ejemplo de regeneración. La ciudad está totalmente reconstruida. El concepto de reciclaje está presente en este tema”, aclara Arias. ¿Y las letras? “He intentado abandonarme en los dos últimos discos de Lagartija Nick. No quiero ir con cientos de páginas escritas en libretas. Antes procuraba tenerlas en la cabeza. Ahora me interesa la escritura un poco más espontánea, sin ir con ideas desarrolladas. Persigo más frescura en la interpretación y en la generación de las letras. Quedan menos elaboradas, pero es que ya no me obsesiona que parezcan poesías. Es decir, lo que no son. Las letras de las canciones sólo deben servir para decir lo que quieres cantar. Mis pretensiones han quedado resueltas en proyectos como ‘Val del Omar’ y ‘Omega’. Mal asunto cuando la letra de una canción parece una poesía. Pero peor aún cuando el poema parece la letra de una canción”.
Sin embargo, Antonio Arias, una máquina engrasada de formular teorías, coge prestada una del científico y poeta David Jou, con quien trabajó en “Multiverso”. Se trata del enigma de “Crimen, sabotaje y creación”. “Dentro de cada creación hay un sabotaje. O un saboteador. Me inspiré en el libro ‘Reescribiendo Génesis’, que dice: ‘De la gloria de Dios al sabotaje del universo’. Como si el universo fuera obra de un dios menor, un saboteador que no sabe que es Dios. Me interesan estos conceptos”. Si en solitario encontramos al Arias más primario, Lagartija Nick representa una caja de pandora definitiva. “Lagartija me encorseta al tiempo que me hace más libre. Puedo derrochar más energía en las canciones. El grupo tiene demasiada personalidad. En los ensayos teníamos pensado un tipo de disco, pero en el estudio nos dimos cuenta de que había otros sonidos”.
“Zona de conflicto” está publicado por Chesapik.
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