En un país cómo este, en el que sentimos cierta debilidad por la descalificación basada únicamente en la ignorancia, alguien podría colgar al colectivo Macaco el apelativo de oportunistas, o lo que es lo mismo, alguien podría afirmar que a Dani Macaco le ha dado ahora por explotar la veta mestiza, simplemente porque está de moda y porque los niveles de ventas y de popularidad de grupos como Amparanoia, Dusminguet o el siempre eterno Manu Chao, justificaban que su siguiente pasito artístico fuera en ese sentido. Pero no. No es por ahí por donde van los tiros. No voy a negar que el actual lanzamiento de su primer álbum con Edel se hace en el momento más propicio. Es obvio, pero cualquiera que haya observado la evolución de lo que se cocía en la ciudad post-olímpica durante los últimos seis años podría explicarnos que todo ha sido mucho más espontáneo, mucho más natural y que, por encima de todo, lo que sucede es que ahora se empiezan a vislumbrar los frutos de años de trabajo, más o menos dirigido, de mucha gente más o menos conocida, que ha tenido la capacidad, pero sobre todo la naturalidad, de saber aportarse entre ellos, creando lo que podríamos denominar la gran familia mestiza. El origen de esta familia es variado y costaría de ubicar, pero nadie en la Ciudad Condal puede obviar la excelente labor que han ejercido los responsables del Club Mestizo. Un trabajo que deja huella en una ciudad que tras el olímpico noventa y dos vive un resurgir dorado que la convierte en centro de atención mundial y a la que derivan músicos de todo el mundo dispuestos a dejar su posito. Fiestas en la playa, batucadas, dub, marihuana y Dj Wagner imprimiendo carisma a sus platos ante un público con ganas de pasárselo bien y que conforman una base social estable que se moviliza fiesta tras fiesta hasta el amanecer. (Dani Macaco) «El público ha existido antes que la escena. Aquí en Barcelona yo detectaba que la gente tenía ganas de otras cosas que no fueran o rock o techno»… Ante todo este ambiente musical, de intercambio, tolerancia, respeto y aprendizaje entre los diferente colectivos culturales y étnicos empiezan a sucederse los acontecimientos. «Martín estaba con Nueva Amenaza Para La Paz Mundial» y él confió mogollón en lo que yo ya me había currado… Era la época en que teníamos dos casas alquiladas de la calle Escudellers (situada en el casco antiguo de Barna), en las que convivíamos unos veinte músicos y por la que pasaba cantidad de peña. Allí Juanlu tenía un ocho pistas en el que, con la ayuda de Carlos Jamarillo, que había estado currando en Los Ángeles con Andy Wallace, grabamos unas demos muy artesanales, pero que tenían algo que luego quisimos mantener en el estudio. Así que Martín, Carlos y yo montamos el sello «Hermandad Chirusa» y nos produjimos nosotros el disco y la verdad es que ha sido una aventura total».La banda que ha demostrado en su primer disco una excelente habilidad para la formulación química a través de los más diversos estilos, es un crisol de músicos y nacionalidades que van desde Brasil pasando por Cuba y Argentina hasta llegar a Barcelona. Una combinación que se mueve en dos extremos de un mismo hilo. Por un lado una vertiente que podríamos catalogar de más ligera, basada en los ritmos del caribe y que tiene como máximo exponente el vaciloneo de «Gacho El Peleón» o el crepitar de «Tío Pedrito» y, por otro lado, canciones como «Tongo», «Caigan Que Caigan», «Demonios» o «Llamando A Tierra», que marcan un extremo mucho más elaborado, más progresivo y oscuro si cabe, imprimiendo unas texturas sonoras repletas de funk, groove y electrónica que te atrapan con total intensidad. «Si me ponen la categoría de mestizo, pues vale, me parece muy bien, pero creo que será más por la gente con la que nos relacionamos que por otra cosa. Yo, por ejemplo, veo a Macaco muy diferente de grupos como Color Humano o Sargento García. Mis textos se aproximan más a las historietas del mundo del cómic y musicalmente me veo mucho más próximo a lo que hace por ejemplo Beck, lo único que hecho por músicos de aquí». Es cierto. Muchos de los registros de Macaco les alejan de propuestas instrumentalmente más puras y simples, más próximas a su raíz, pero lo importante de la existencia de una escena es, precisamente, la de facilitar el acceso a un público ya constituido y a la posibilidad de poder compartir escenarios en giras o festivales, además de los intercambios que se han producido a la hora de grabar los diferentes discos de estos artistas. «Creo que el hecho de que existan todas esas conexiones entre Amparanoia, Dusminguet, 7 Notas, Manu… es buenísimo. Primero porque da mucha vidilla a los músicos. Además algunos aspectos alrededor del mundo de la música pueden resultar tan asquerosos que el hecho de compartir la grabación de tu disco con la peña resulta tan bonito… y encima eso al disco le aporta frescura…». El click de la grabadora me indica que ya llevamos cuarenta y cinco minutos de entrevista en la que Dani Macaco no ha parado de contar anécdotas que reflejan una vida plena. «Una de las cosas más raras que he hecho ha sido con Oliver (Mucho Mu) pasando ropa en el Gaudí. Querían gente de la calle y yo necesitaba la pasta para poder ir a Los Ángeles a ver a Robert Trujillo. Él tenía todo un disco grabado sin voz, que sonaba de puta madre, y quería que yo cantara encima. Finalmente nos reunimos en Londres y se grabó a la vez que él estaba girando con Ozzy... y lo que pasó fue que el productor no quería orientarlo tanto hacia el español y acabó siendo un proyecto en el que intervenían diversos cantantes como Benji de Dub War que hizo unas cosas alucinantes. Finalmente eso está grabado pero ha quedado en stand by».«El Mono En El Ojo Del Tigre» está publicado por Edel.
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