En una foto realmente curiosa, Fabrizio Moretti aprovecha un tiempo muerto durante el montaje del concierto que esta noche abrirá la programación del Florida Park en el Primavera Club de Madrid y ensaya sus nuevas canciones en un banco del Retiro. “No puedo perder mucho tiempo. En cuanto vuelva a Nueva York y me meta de lleno con el nuevo disco de The Strokes, tendré que aparcar Little Joy por una temporada”, comenta. Binki Saphiro, la voz femenina del grupo, y de quien se dice que fue el pegamento para que las piezas de Little Joy tomaran consistencia, le observa divertida: “Siempre está así, no para”. “¿Saco unas botellas de cerveza para la entrevista?”, pregunta Moretti como si de repente hubiera tenido la mejor idea del mundo. Ya son las cuatro, por qué no. Nos sentamos.
Hace un año que salió el primer disco de Little Joy, su historia es de sobra conocida. Batería del grupo de rock más estupendo del mundo conoce a músico brasileño en Lisboa, le muestra las canciones que no puede cantar con su grupo, deciden grabarlas junto a joven angelina y cosechan las críticas más favorables que se recuerdan en un disco de pop perpetrado por un batería. “Todo ha sido muy positivo, ha sido una gran experiencia. Ahora estamos trabajando en nuevas canciones. ¡Estamos trabajando aquí mismo!”, exclama con un entusiasmo que, si bien quizá podría sonar desmedido, no lo es en absoluto. Moretti tiene talento, es joven, guapo y millonario, y parece muy feliz, puede estar todo lo entusiasmado que desee. “Todo es nuevo en esta banda”, continúa. “Cada vez que empiezas algo nuevo, la historia cambia totalmente respecto a lo que has hecho antes. El primer disco lo hicimos en Los Angeles aprovechando que todos vivíamos juntos. Ahora Binki vive allí, yo estoy de vuelta en Nueva York y Rodrigo está de gira con Devendra Banhart, por lo que tendremos que encontrar una nueva manera de trabajar. En cualquier caso, lo que tenemos claro es que queremos continuar con Little Joy”, explica Moretti, que admite que en un principio nadie esperaba nada de su aventura. “Nunca pensé que la gente nos fuera a prestar atención. Yo quería bajarme de la ola en la que normalmente me encuentro y hacer algo con toda la honestidad de la que fuera capaz, para mí y para mis amigos. Estoy muy agradecido, pero siento que nunca lo hicimos como algo que fuese a salir afuera”. Saphiro recalca: “Cada uno por nuestra cuenta, hicimos las canciones antes de que el grupo siquiera estuviera creado. En ese primer momento, ni siquiera pensábamos que nadie fuese a escucharlas”. Pero resulta que mucha gente las ha escuchado. A Pitchfork le encantó el disco, a Nick Hornby le encantó el disco, Beck invitó a Binki a trabajar con él, y ahora todo el mundo espera un segundo puñado de esas canciones relajadas y deslocalizadas de las que el primer álbum está repleto. “The Strokes hacemos nuestro particular asalto a la música. Es inequívoco y claro. Con Little Joy, en cambio, he tenido la oportunidad de buscar otros colores, de probar cosas nuevas. Todos los que hicimos el disco pudimos hablar e intentar encontrar una correlación entre lo que iban diciendo las canciones, la esencia que tenían, y cómo podían ir cogiendo forma y grabándose. Intentaremos hacer lo mismo en el segundo”.
No hay preguntas sobre The Strokes, aunque, inevitablemente, su nombre aparece en todas las respuestas. “The Strokes fue algo que sucedió tan rápido que siento que, si hubiese pestañeado, me habría perdido la mitad. Con Little Joy disfruto cada momento de manera consciente y total, más al haber partido de una posición en la que yo no era un miembro de primera línea. Nadie me sirvió esto en bandeja de plata, aunque, por supuesto, gracias a The Strokes tengo muchísimas puertas abiertas”, explica. No debe de ser fácil ser batería. Según el viejo chiste, ciertamente cruel, se dice que es “el mejor amigo del músico”. “Todavía me queda mucho por trabajar para convencer a mucha gente que se pregunta: hey, ¿que coño hace el batería escribiendo canciones?”.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.