EL INCREIBLE NIÑO PUZZLE
EntrevistasPascal Comelade

EL INCREIBLE NIÑO PUZZLE

Daniel Villanueva — 30-04-1999
Fotografía — Archivo

Pascal Comelade toca instrumentos de juguete y Pj Harvey le adora. Debe poseer la mayor colección de discos de Robert Wyatt del mundo. ¿No es entrañable? Pasen y oigan lo que nos tiene que decir el hombre que esta empezando a poder reinar, después de varias décadas. Hablemos claro: Pascal es la pesadilla andante de cualquier documentalista. Estoy hablando de docenas de discos entre los tres y los cinco mil ejemplares desperdigados por varios países (fundamentalmente España y Francia). Hablo de más grupos paralelos que dedos tienen tus manos (Fluence, Fall Of Saigon, Bel Canto Orquesta, etc.) y de que cada vez que hacen un directo cuentan con «una formación distinta, en función a la gente que está disponible en ese momento; sobre esa base hago un repertorio –a dos horas vista del concierto de esta noche, me enseña un papel garabateado- u otro. Es como un grupo de Jazz, pero no tan profesional». Hablo de cientos de colaboraciones de y para otros músicos. Hablo de una amalgama de influencias y cultura musical desproporcionada, especialmente si hablamos de los setenta. Imposible de definir, imposible de contener, imposible de concretar. Pese a ser una leyenda (más de dos décadas en el candelero) en Barcelona y parte de Francia, no se ha empezado a conocer en todas partes hasta «L’Argot Du Bruit», editado el año pasado. ¿Razones por las que ahora sí y antes no? 1) Colabora con una vaca sagrada del indie (Pj Harvey) en dos temas; 2) El disco lo publica una fuerte multinacional y se puede encontrar hasta en los grandes almacenes. Habla Pascal. «El sonido de este disco es muy limpio y compacto, y eso es porque es la primera vez que grabo todas las canciones del álbum en tres meses (noviembre/ enero del 97/98) y en un mismo sitio». Ante estos datos uno prepara la entrevista para un artista conceptual, su obra y una personalidad atormentada (me habían dicho que era bastante tímido y arisco). No acerté ni una, tú. Vaya cagada. Las dos o tres primeras preguntas profundas son despeñadas con un «uuu, eso de artista, su obra y su público… muy complicado». Enseña las palmas de las manos, mira al techo y emite una ligera sonrisa, como queriendo desmitificar las palabras. Cuestiones como el porqué es tan reacio a subir a las tablas las liquida con un simple «mira, es que yo no soy un músico de escenario. No soy un showman; no me gusta actuar, con todo lo que conlleva esa palabra». Y respecto a lo de su timidez, Gat, de los enormes Raeo y habitual colaborador de Pascal, nos tuvo que arrancar del sitio media hora después de haber puesto la grabadora en marcha. El Pascal músico es un niño, no ha perdido casi nada de esa inocencia y ganas de hacer algo divertido y gratificante sin pretensiones a lo largo de todas estas décadas y, eso, se nota en la audición de sus canciones: frescura sin límites. Todo esto, bajo el prisma de un hombre que retiene en su cabeza miles de discos y decenas de estilos musicales. Igual te habla de Laurent Petigand («es amigo mío, pero es quizás un músico demasiado vanguardista de rock actual intentando hacer clásicos de los años setenta»), que de Paolo Compte («sí, estoy bastante más cerca de un tío como Paolo, de la canción italiana, del sonido mediterráneo, etc.») o de Cole Porter («no me gusta mucho la música tan ampulosa, tan Hollywood»). ¿Pero este personaje no tiene medida o qué? Él prefiere llamarlo primitivismo. «Esa palabra se refiere a la cultura musical que he oído en la radio, en la calle, en los conciertos; básicamente, la música de finales de los sesenta y todos los setenta, posiblemente el fin de la música popular en la zona norte de Francia. También la utilizo para definir mi manera de tocar, bruta e intuitiva. No tengo ninguna escuela de música, soy puramente instintivo». Otro apartado importante para comprender el particular universo del Sr. Comelade son los cientos de versiones que puede uno encontrar en sus trabajos (incluso ha hecho discos enteros dedicados a ellas). Faust, MC5, Modern Lovers o su venerado Robert Wyatt son algunos agraciados que han visto transformadas sus creaciones, vía instrumentos de juguete, en pequeñas y delicadas miniaturas. Son curiosas (las versiones, digo) ya que, en vez de ser respetuoso con ellas, coge las partes que más le gustan (por ejemplo, un determinado riff de la canción), las reproduce y punto, con lo cual, algunas de ellas no sobrepasan el minuto; ¿Cómo se te ocurrió esta idea? «Bueno eso ya lo hicieron Residents en «Third Reichn’ n’Roll»; mezclaron partes de cincuenta clásicos del rock’n’roll en un mismo disco; al final, -dice apasionado- acaban con una mezcla de «I Am The Wallrus» de los Beatles y el «Sympathy For The Devil» de los Stones; increíble». ¿Proyectos? «No tengo pensado sacar discos por ahora. Sólo conciertos por Francia». No me lo creo, pillín. Conociéndote, seguro que nos sorprendes con un doble disco de rumbas o alguna mezcla por el estilo. Y es que este hombre es un jodido puzzle al que siempre le falta alguna maldita pieza por encajar. Y no voy a ser yo, desde luego, quien la coloque. «L’Argot Du Bruit» está publicado por Les Disques Du Soleil Et De L´Acier.

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