Tras el violento “Lycanthropy” (03), el jovencísimo Patrick Wolf parece huir de la gran ciudad (¿quién sabe qué delitos habrá cometido en ella?) para refugiarse en las ventosas costas de Cornualles. Allí ha confeccionado “Wind In The Wires” (Tomlab/Discmedi, 05), un disco más pastoral, más calmado por momentos, en el que sólo un par de cortes (“The Libertine”, “Tristan”) remiten a la sangrante mezcla de electrónica y desasosiego juvenil que le puso en el mapa del destartalado pop británico. ¿Un movimiento calculado? “Nunca tomo decisiones demasiado conscientes en lo que respecta a ´mi carrera´ o al sonido de los discos. Para mí es imposible pararme a pensar en ello y dejar de lado mis instintos en busca de algo que pueda resultar más beneficioso en términos de popularidad o notoriedad. Este disco está mucho más centrado en los arreglos de piano, las cuerdas... Las letras están más relacionadas con la manera en que me afecta la vida en el campo, pero no es un alejamiento consciente de ningún estilo de vida”. Sin embargo, tanto el sonido esencialmente acústico (piano, violín...) como las letras llenas de paisajes y animales que se mueven en libertad remiten a una Arcadia campestre, a un paraíso de ensoñación folk. “Yo no lo llamaría un disco folk. Algunos temas tienen base electrónica, aunque el corazón es acústico y la electrónica tiene un aspecto más decorativo. A la pregunta de si quería sonar como un artista folk, la respuesta es no" –intuyo una leve sonrisa al otro lado del receptor.
"He trabajado tanto para hacer este disco que habría sido vergonzoso para mi que no hubiera funcionado" |
Fan de Joni Mitchell, pero también de PJ Harvey, el niño Wolf sabe manejarse entre la fascinación por el cosmopolitismo de la gran ciudad y el encanto de la sencillez de los paisajes agrestes. “Creo que ´The Libertine´ –primera canción del disco, no lo olvidemos– describe el mundo tal como lo vivimos la mayoría de nosotros, mientras que el resto del disco es como dar la espalda a todo eso. El primero acababa en medio de la ciudad y este acaba en medio de ninguna parte. Es como hacer un viaje de salida de la ciudad... hasta llegar a ninguna parte”. Ambos sonreímos dado que el Lp acaba con “Land’s End”, el final del mundo conocido, el Finisterre británico, el punto en el que sólo cabe la aventura definitiva o el retorno a la urbe. “¿Quieres saber si el tercer disco será un regreso a la ciudad? Muy posiblemente, pero aún es pronto para decidir eso”. Sin duda volverá para, como Julio César, cruzar bajo el arco del triunfo de la prensa londinense que le trata como a un nuevo Morrissey: admirado, pero también inasequible a sus manipulaciones. “He trabajado tanto para hacer este disco que habría sido vergonzoso para mi que no hubiera funcionado. Personalmente, no busco ese reconocimiento, pero una vez lanzas un disco a la calle hay tanta gente implicada que esperas que todo vaya bien. De todos modos, lo que más me ha sorprendido es que la mayoría de la prensa parece estar entendiendo el disco. A veces tienes éxito, pero no por lo que esperabas tenerlo (leve sonrisa)”. También fuera de Gran Bretaña (aunque él siempre habla de Inglaterra) se le comprende y se le quiere. “No me considero un artista inglés con unos códigos incomprensibles para los demás países. España, Francia, Italia... todo el mundo puede entender de lo que van mis canciones porque mi voz va de mi corazón a tu corazón y todo el mundo puede entender eso”. Dejemos de lado la cursilería intrínseca en el fondo de sus palabras y centrémonos en lo que tienen de ejercicio de sinceridad (real o impostada) que pasa por mantener su música alejada de cualquier influencia externa. “Siempre había sido mi intención ser autosuficiente a la hora de grabar un disco. Quizás aún no esté preparado al cien por cien, pero no me sentía con ánimos de trabajar con productores o ingenieros, ni siquiera con otros músicos. No tenía ganas de compartir, tan sólo de encerrarme en una habitación y reiniciar mi sistema (risas). No soy una persona demasiado abierta a las colaboraciones. Soy de opiniones fuertes y no acepto transigir sobre mi música. Por supuesto que me encantaría tocar con Joni Mitchell o PJ Harvey, pero eso queda en el ámbito de mi imaginación. Creo que es más fácil que toque con algún músico anónimo con el que me emborrache en un bar que con cualquier músico conocido. Hay cosas que nunca deben ir más allá de la imaginación”, añade con deje misterioso. Lo que sin duda no ha salido de ella son las descripciones que hace del paisaje de Cornualles. “Todas las canciones parten de momentos de inspiración mientras caminaba por los campos del suroeste de Inglaterra, pero todas mantienen su individualidad: ´Wind In The Wires´ se me ocurrió al caminar sobre un acantilado desde el que podía ver como la tormenta se formaba sobre el mar..., pero otras pueden venir de momentos de aburrimiento en el autobús o en el supermercado. A veces empiezo con la viola y no le añado una letra hasta dos años más tarde y otras tengo un poema de dos páginas y me empeño en convertirlo en una canción pop. La verdad es que trabajo de una manera muy estúpida”. Pues nadie lo diría.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.