Es muy difícil, pero posible. Puede que alguien que se ha asomado a las puertas del infierno se sienta feliz al descubrir que la vida es algo que hay que conservar con una sonrisa levemente desdentada y toda la fuerza del soul en sus manos. Véanle en su trono solitario. Es “The King Of Nothing Hill”, la calidez rítmica de quien te ha querido arrancar el corazón: Barry Adamson, un tipo que te hará creer que dominas la situación cuando es él quien conduce tus suspiros. Para algo ha repartido casi dos décadas entre grupos que no aparecerán aquí, porque el aquí-y-ahora manda. Y lo hace con las herramientas del cine negro que le han servido siempre: “En ´As Above So Below´ (Mute, 98) decía que estaba en las puertas del infierno esperando alguna solución espiritual, y la encontré, pero en un sitio solitario que llamo ´Nothing Hill´, desde el que hablo ahora. Por supuesto está marcado por el mismo sistema de emociones que mis otros discos, pero es una ventana distinta desde la que se ven paisajes diferentes”.
“La América Negra transforma la presión en la música poderosa, llámalo soul o como quieras” |
Y lo que se gana es luminosidad, y sobre todo, soul. “Quise volver a usar la música negra como una cuestión racial, conectándola con ciertas ideas de rebelión de cuando tocaba rock. Y, sobre todo, me ha interesado el sonido de la América Negra, que transforma la presión en música poderosa, llámalo soul o como quieras”. O sea, que vuelve al soul, pero tampoco es que haya un gran cambio sonoro. “El hecho de encontrar una salida del infierno me ha hecho volver a algo familiar, pero no entiendo por qué me lo preguntas, porque en todas las entrevistas me han dicho que la atmósfera es mucho más ligera porque hago más soul y he vuelto a un lugar sonoro que soy yo”. Pues será que el hecho de volver a un sonido familiar no es un cambio, sino un regreso en el que es curioso el juego de palabras de “The King Of Nothing Hill”, el rey de la colina de la nada, en el centro de Londres, en la cima en la que sólo hay... caída. “El rey está ahí arriba, aislado de la vida. ¿Cómo vas a bajar sin hundirte ni integrarte? Sé cuál es mi origen, pero quiero hacer mejores canciones para acercarme abajo”. Acláramelo un poco, explícame, ese final de “Whispering Streets” en el que se repite sin parar “bienvenido al gueto”. “He tenido éxito y me han pagado por ello, y vivo de una manera que lo refleja. Me he mudado a una casa que tiene una terraza desde la que veo el mundo, las drogas y la violencia. Son los sonidos que hay de fondo en el disco. Y ahí estoy todas las noches en la cima de Nothing Hill, pero quiero estar con la gente y no puedo, porque saben que tengo dinero, y que mi lugar es otro. Querrían subir a mi casa, pero me lo robarían todo. Ese es mi gueto, del que no puedo escapar. Incluso cuando llevaba muletas, había una señora esperando en una parada de autobús que se apartaba de mí porque soy negro, aunque yo no pudiera correr con su bolso. Me sentía raro, porque soy millonario. Pero me siguen tratando igual, porque no puedes escapar de quien eres. Esa es la reacción de la música negra”. Pero esta no ha sido la única reflexión musical de Barry Adamson desde su última operación de cadera de 1999, cuando pospuso su contacto con el mundo de los vivos con el recopilatorio “The Murky World Of...” (Mute, 99), porque aparte del disco compartido con Pan Sonic, produjo la banda sonora de “La Playa” y ha participado en otras bandas sonoras como “Acid House” a pesar de decir, en 1998, que “Lost Highway” (David Lynch) era el último encargo ajeno que aceptaba. “Esto parece una pregunta con truco”. Tal vez no se entendió su intención. “O dejas de darle vueltas a la pluma o no sigo respondiendo”. El entrevistador ya sabe que a Adamson le gusta enfadarse un poco en casi todas las entrevistas. Aun así, suda. “Si no compusiera bandas sonoras, ¿cómo iba a existir Barry Adamson?”. Cierto. Pero con tantas explicaciones sobre el infierno y la cima del mundo y, puestos a provocar, ¿es este tu álbum más sincero? “Todos lo son. En 1998 tenía otro punto de vista. Estaba en medio de un viaje en el que la manzana podrida era yo. Por eso estaba enfadado, pero funcionaba en ´As Above...´, que era igual de confesional. Y ´Oedipus Schmoedipus´ es la defunción de mi madre, ´Soul Murder´ es la defunción de mi padre y ´Moss Side Story´ es la defunción de mi hermano. La gente más cercana de mi familia se fue y tenía que escribir sobre cada uno de ellos y encontrarme a mí mismo. Estas son las herramientas que tengo y con ellas creo canciones que hablan de mí, pero que también tienen que ser para todo el mundo, aunque sean oscuras... vale, ya hemos llegado, esto es bueno”.
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