En cambio, con el más psicodélico “Chemical City” llegaron ya hasta Europa, consiguiendo que su nombre nos sonase. Es ahora, con “Love At The End Of The World” (Bittersweet Recordings, 08), que Sam Roberts ya están en boca de todos. De hecho, en su país de origen, ya coleccionan números uno, a pesar de que nunca entran en nuestras quinielas cuando se habla de la escena musical canadiense. "Montreal es nuestro hogar, y tampoco nos importa que haya gente que no nos haga caso”. Para “Chemical City”, Roberts viajó a Australia para idearlo y registrarlo. Ahora ha preferido la intimidad de su cuartel general, algo que se nota en la confección de las canciones. “Lo que más nos ha empujado a hacerlo cerca de casa ha sido el nacimiento de mi hijo. Me era muy difícil separarme de él, necesitaba tenerle cerca para trabajar tranquilo”. En todo caso, Roberts parece contento con la situación que vive, y la evolución del grupo es de lo más coherente. “Creo que no es bueno verte enseguida en lo más alto de la cima, prefiero ir paso a paso, y que nuestra base de seguidores crezca cada día. Me he dado cuenta que por ejemplo aquí en España la atención ha sido ahora mucho mayor”. El trabajo melódico y el crecimiento en las letras son los puntos diferenciales de su tercer reclamo sonoro. “Le he dado más importancia a los textos. Creo que son mucho mejores que antes. Ahora tengo historias más interesantes que explicar. Musicalmente los temas son más sencillos, pero con más pegada”
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