El extranjero
EntrevistasMatt Elliott

El extranjero

Jesús Rocamora — 22-01-2007
Fotografía — Archivo

Como muestra uno de los dibujos que ilustran “Failing Songs” (Acuarela,06), Matt Elliott guarda una naturaleza muerta en su cabeza: lo suyo es un folk mortecino con aromas mediterráneos, cercano a veces a la liturgia con flores podridas, triste, triste. Y, como todo lo que el hombre del tercer ojo graba en su casa, una experiencia que acojona.

Repuestos de la resaca y el mareo que supuso “Drinking Songs” (Acuarela, 05), un disco que se menea víctima de una cogorza espectral, los efectos inmediatos de una continuación oficial como “Failing Songs” se matizan. Abandonado el buque fantasma, pero acompañado una vez más por Patricia Argüelles Martínez (violín) y el virtuoso Many Fingers, Matt Elliott ha apostado por seguir ahondando en su exploración del folklore europeo y por concretar sus composiciones fuera de la niebla. Es decir: donde antes se desplazaba una marea de lamentos emborronados, ahora podemos marcar y diferenciar una docena de canciones.

"Dos acordes pueden hacer que te sientas feliz o que llores: es una experiencia mucho mas humana"

Más variado en lo instrumental (piano, acordeón, flauta y cello además de los violines y las guitarras, y de contadas concesiones de nuevo al ruido y al ritmo; también sorprende la mayor limpieza con la que Elliott recita sus poemas apocalípticos), “Failing Songs” es el álbum ambicioso que muchos esperan del hombre del cigarrillo a estas alturas, capaz de servir de espejo de las diferentes facetas de su torturada carrera (ahí está “Desamparado”) y de terminar de materializar una propuesta que casi siempre ha sido algo etérea, casi inasible. Por lo pronto, “Failing Songs” es todo lo que su nombre parece indicar: la banda sonora de un perdedor convencido en un mundo de ganadores frustrados. “La principal diferencia con ‘Drinking Songs’ es que en esta ocasión he querido centrarme en el fracaso. Quería hacer las cosas desde el punto de vista del fracasado, acercarme, tocar acordes y componer canciones desde este punto de vista. Cualquiera puede mirar a su alrededor y darse cuenta del modo incomprensible que vivimos, reconocer el fracaso en los demás y en nosotros mismos. Yo no grabo en estudio, sino en mi casa, así que prácticamente puedo hacer lo que quiera. Quería hacer algo más reconocible, por eso los temas suenan más concretos y más a banda. El ruido sólo me interesa ya como elemento dinamizador de la canciones: las de ‘Drinking Songs’ eran demasiado homogéneas. Esta vez he querido diferenciarlas y remarcar distintos aspectos de ellas. Pero la verdad es que no escucho demasiado ruido ahora…”. A punto de cerrar 2006, Elliott se siente muy cómodo con su relación con Acuarela (“me gustan las discográficas independientes”) y se le puede ver con facilidad tocando por nuestro país, ya sea en el FIB, en una tarde demasiado soleada, o en una sala negra de Madrid, ante no más de treinta personas tiesas como palos por la intensidad (como en la presentación de “Drinking Songs” en la capital: “sí, yo tampoco sabría decir por qué, pero la audiencia española es distinta, más receptiva”, dice al recordarlo). Precisamente esta entrevista tuvo lugar coincidiendo con su actuación en el Tanned Tin de Castellón. Y es que desde el momento en que huyó de Bristol para instalarse en Francia, Elliott se ha convertido en un extranjero errante en búsqueda de raíces por el viejo continente. En ese sentido, “Failings Songs” puede colocarse junta otros existencialistas asqueados, siempre con un pie en la tradición y otra en otra parte, como Tricky y Dominique A. ¿Tiene algo “español” este disco? “Sí, hay ciertos aires españoles también. Me interesa todo tipo de música tradicional y cojo elementos de ellas. Forma parte de mi ambición como músico. Me interesa la tradición pero no desde un punto de vista comercial o de una pop star, no se trata sólo de construir una melodía. Me gusta comprender todos los aspectos de la música, la forma que en se consigue que algo suene de una forma reconocible… dos acordes pueden hacer que te sientas feliz o que llores: es una experiencia mucho mas humana”. Esta forma de acercarse a la música, cercana a la mística, tiene que ser la responsable del tratamiento que ha hecho de las voces. En “Drinking Songs”, los versos-cánticos se superponían unos a otros, estirándose y anudándose de forma similar a la que lo hacían las guitarras durante sus años como The Third Eye Foundation. “Ahora las voces están limpias, algo parecido a las voces en una iglesia, que se escuchan solo acompañadas de un órgano y que emiten juicios poderoso. Por eso suena como un coro en muchas ocasiones. La música religiosa es lo primero que oí cuando era niño. Amo como te hace sentir. Me influye todo, desde el soul hasta lo religioso. Hay partes del disco que grabé en una iglesia para obtener esa reverberación”. Aunque de distinta manera, el efecto que buscan conseguir “Drinking Songs” y “Failing Songs” es similar (jueguen a buscar analogías en la iconografía de sus portadas): el vino es utilizado entre amigos para alcanzar cierto éxtasis de grupo, algo en lo que también se busca en celebraciones religiosas. Más que oscuro, es un disco que está iluminado.

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